Neil Sheehan consiguió dos hitos clave en la historia del periodismo del siglo XX. El primero, la exclusiva de los documentos que demostraban que el Gobierno de los Estados Unidos mentía de forma sistemática y estaba mandando a sus soldados a morir en Vietnam a pesar de saber que su sacrificio sería inútil.
Esos documentos son conocidos como Los papeles del Pentágono.
Su segundo gran hito fue la resolución del Tribunal Supremo de Estados Unidos que garantizaba el derecho a publicar los documentos, una de las mayores victorias de la libertad de expresión en el siglo XX. Nunca la prensa había sido tan respetada como entonces y nunca más lo sería en el futuro. Ni siquiera con el caso Watergate.
Sheehan ganó el Pulitzer y pronto cayó en el olvido. El mérito acabaría llevándoselo su director, A.M. Rosenthal, y la cabecera para la que trabajaba, The New York Times. Al fin y al cabo, la exclusiva fue un gran trabajo en equipo.
Gracias a la película de Steven Spielberg Los archivos del Pentágono (2017), en la que Sheehan sólo tiene un papel muy secundario, el mérito recaería también en la decisiva intervención en la batalla judicial de Katharine Graham y Ben Bradlee, editora y director del periódico de la competencia, The Washington Post.
Una decisión clave
Si el reportero Sheehan, experto en asuntos políticos, militares y diplomáticos, no hubiera tomado una decisión clave en junio de 1971, esos dos hitos de la historia del siglo XX no hubieran sido posibles.
La decisión fue –pese a la prohibición expresa de su fuente– fotocopiar los 7.000 folios de un informe secreto del Departamento de Defensa sobre su implicación militar en Vietnam entre 1945 y 1967.
En el documento quedaba claro que Washington aumentaba su contingente militar a sabiendas de que no serviría de nada. Su fuente era Daniel Ellsberg, un exanalista del Gobierno de Estados Unidos escandalizado por los excesos de su país durante la guerra. Entre el deseo de denunciar la injusticia y el miedo a acabar de por vida en la cárcel, Ellsberg dejó los documentos al periodista sólo para que los viera.
Y, como era de esperar, el periodista decidió hacer algo más: fotocopiarlos. En realidad, para decirlo todo, quien tomó la decisión fue su mujer, Susan, una prestigiosa periodista de la revista The New Yorker, que llegó a ganar un Pulitzer.
La peripecia de fotocopiar 7.000 páginas con la tecnología de los años 70 queda descrita con detalle en el artículo publicado este jueves por The New York Times bajo el título Ahora se puede contar.
Una peripecia de cine
Shehan había concedido en 2015 una entrevista de cuatro horas a su periódico en la que contaba los pormenores de la gran exclusiva. Pero había puesto la condición de que esta no se publicara hasta después de su muerte. Sólo pasadas unas horas de su fallecimiento, las declaraciones del periodista aparecieron en la página web del diario.
En la entrevista, Sheehan cuenta una peripecia digna de una historia para el cine. Cómo él y su fuente se registraban con alias ilegibles en los registros de los moteles; cómo una vez tras otra se bloquearon las fotocopiadoras después de funcionar durante toda una noche; cómo parecía imposible copiar aquella carga de documentos robados en una papelería; cómo las páginas fotocopiadas reposaron escondidas en un casillero de una estación de autobuses; o cómo el periodista y su mujer compraron un pasaje para el enorme bulto, que viajó con el cinturón abrochado en el vuelo desde Boston a Nueva York.
También revela lo difícil que fue traicionar a su fuente, alguien a quien conocía bien desde sus tiempos en Vietnam. Tras la publicación, estuvieron seis meses sin hablarse. Hasta que, las Navidades siguientes, se encontraron en las calles de Manhattan.
El periodista le contó cómo había tomado la decisión
–Así que robaste los documentos, como hice yo –dijo Ellsberg.
–No, Dan, no los robé –le respondió Sheehan al antiguo funcionario–. Y tú tampoco. Esos papeles son propiedad del pueblo de los Estados Unidos. Pagaron por ellos con sus impuestos y con la sangre de sus hijos, y tienen derecho a ello.
El scoop del siglo no cambió para mejor la vida del periodista. Sólo tres años después de la publicación de los papeles del Pentágono, la mala suerte se cebó con él. Un accidente de automóvil en una carretera nevada le dejó gravemente herido y con secuelas que le durarían toda la vida. Fue tal el impacto emocional que su mujer llegó a publicar en The New Yorker un extenso artículo sobre cómo había afectado el suceso a Sheehan.
Al periodista, ya famoso, le persiguieron las demandas judiciales por artículos anteriores.
Una mentira deslumbrante
Tras varios años de permiso sin sueldo, dimitió del New York Times para su nuevo proyecto, una biografía del teniente coronel John Paul Vann, un personaje singular al que había conocido en Vietnam, que había liderado las primeras batallas de la guerra y que había acabado prematuramente muerto en un accidente de helicóptero. Paul Vann había destacado, enfrentándose a sus superiores, por su denuncia de la corrupción y la crueldad de las tropas aliadas de Vietnam del Sur.
Otro héroe de la libertad de expresión.
Sheehan consiguió terminar el libro más de diez años después, en 1988. Fue publicado bajo el título A Bright Shining Lie (Una mentira deslumbrante, en español) y ganó un nuevo Pulitzer. El éxito volvió a sonreírle por última vez.
A partir de ahí, su vida estuvo marcada por la escoliosis, secuela del accidente de tráfico, y por el Parkinson, que acabó con su vida.
Sheehan, hijo de emigrantes irlandeses, se crio en una granja. Como lechero, su padre consiguió unos ahorros que sirvieron para enviar al chico a Harvard, donde se graduó en Historia. Como tantos de su generación, se obsesionó con Vietnam, adonde llegó por primera vez a mediados de la década de los 60, tras licenciarse del ejército y trabajar para la agencia UPI en Corea y Japón.
Ya en 1966, siendo enviado especial de The New York Times, escribió: "Cuando veo las aldeas bombardeadas, a los huérfanos mendigando y robando en las calles de Saigón, y a las mujeres y los niños con quemaduras de napalm en los hospitales, me pregunto si Estados Unidos, o cualquier nación, tiene derecho a infligir este sufrimiento y degradación a otra gente para alcanzar sus propios fines".
La respuesta a su pregunta se la dio él mismo cuando decidió fotocopiar los papeles secretos del Pentágono.
Cornelius Mahoney Neil Sheehan nació el 27 de octubre de 1936 en Holyoke (Massachusetts) y murió el 7 de enero de 2021, a los 84 años, en Washington DC. Deja mujer, Susan; dos hijas, Catherine y Maria; y dos nietos.