La crisis sanitaria habría tenido un rumbo muy distinto de no ser por la labor de sanitarios, cuidadores, limpiadores y el resto de trabajadores esenciales que han estado en primera línea todo este año. Si la pandemia nos ha dejado alguna lección, es aprender a valorar estas tareas, no siempre han sido tan visibles como lo son ahora.
El sector de los cuidados, que abarca desde la atención residencial hasta el cuidado de personas mayores o dependientes en sus propias casas ha sido fundamental por razones obvias. Lo ha sido también el sector de la limpieza, para que hospitales, residencias de mayores y organismos públicos no detuvieran su actividad.
Ambos son sectores compuestos en su mayoría por mujeres, en limpieza y también en el caso de los servicios de cuidados, según la EPA. Su trabajo ha obtenido un merecido reconocimiento, y por eso hemos hablado con cuatro mujeres cuyo trabajo ha resultado esencial durante la pandemia.
Al cuidado de los más vulnerables
En las residencias de mayores se han vivido estos meses con gran temor y con las mayores precauciones. Algunas profesionales han demostrado auténtica entrega en su trabajo a la hora de proteger a los mayores de un contagio. Eva Muñoz, gerocultora en la residencia de mayores Clece Vitam Patio de los Palacios, en Valladolid, llegó a confinarse junto a los residentes durante 66 días para evitar cualquier riesgo que su actividad fuera de la residencia pudiera conllevar: “Lo hice casi sin pensar, era lo que tocaba en ese momento”, asegura.
El confinamiento general de marzo fue duro para toda la población, pero quizá lo fue más en las residencias. “¿Cómo le explicas a personas mayores, muchos con deterioro cognitivo, que hay un virus y que no pueden salir? Intentas que les afecte lo menos posible y que su día a día fuera lo más parecido posible a lo que hacían hasta ahora”, rememora la auxiliar.
La labor de las auxiliares de geriatría es de gran importancia por dos razones, el bienestar físico de los mayores, pero también el mental. Según cuenta Eva, “nos ven como unas personas que les aseamos y les damos de comer, y eso son unos cuidados básicos, pero luego está lo que para mí es más importante, que son los cuidados afectivos. Yo llevaba con ellos dos años y pico, les conozco, sé cómo son. Sabes si uno necesita una caricia o que te sientes cinco minutos a hablar con él. Eso es algo que no se ve y es la verdadera labor que realizamos”. En este sentido, resalta, por ejemplo, que su trabajo es lo que ha permitido a residentes y sus familiares mantener el contacto estos meses: “Yo con lo que me quedo son las videollamadas de los familiares. Han sido momentos muy duros pero también felices porque veíamos que éramos importantes para ellos. Éramos el nexo de unión”.
Las residencias de mayores se han llevado la peor parte en la crisis sanitaria, pero las personas dependientes que se encontraban en sus casas también son un colectivo muy vulnerable al que no se podía dejar atrás. Así, los Servicios de Ayuda a Domicilio, en los que se atiende el aseo personal, las tareas del hogar y el acompañamiento, son imprescindibles para muchos mayores.
En Jaén, el Servicio de Ayuda a Domicilio de Clece (SAD), estableció unos servicios mínimos durante el estado de alarma “para aquellas personas que estaban solas y que no tenían recursos familiares”, explica Quety Quirós, coordinadora del SAD de la Diputación de Jaén. La suya ha sido una labor fundamental, que ha requerido de una “obra de ingeniería de recursos humanos” para proteger también a las trabajadoras.
Se llevaron a cabo medidas como el refuerzo de los EPIs y se les dio “formación específica cuando tenían que ir a casa de un positivo”, explica. Debido a la dispersión geográfica del servicio en la provincia (67 pequeños municipios con más de 5.000 usuarios), y anticipando posibles brotes, “nos adelantamos e hicimos grupos de trabajadoras Covid. Las formamos previamente para que cuando surgieran casos positivos, hubiera personas ya preparadas en los municipios”, afirma la coordinadora del SAD.
Aun con miedo por la situación, Quety destaca la fuerza de las auxiliares que “han ido todos los días a su puesto de trabajo y han estado en primera línea. Sin ellas no habría sido posible el éxito que hemos tenido”. En este caso, el éxito se traduce en haber registrado apenas contagios entre trabajadoras y usuarios. Añade que “es muy importante que se las reconozca, para que se tenga en cuenta el tema de sus salarios y convenios”. Sobre todo teniendo en cuenta que se trata de un sector muy feminizado -”tenemos 10 hombres en toda la plantilla”- y que “son mujeres con familia, en ocasiones con falta de recursos, en municipios pequeñitos donde todavía hay desigualdad. ”.
El reconocimiento al sector de la limpieza, en una imagen
En el pleno del Congreso en el que se aprobó el primer estado de alarma hace ya casi un año, una imagen captó la atención de todo el país. Era Valentina Cepeda, limpiadora de Clece en el Congreso, desinfectando la tribuna de oradores después de cada intervención. A su protagonista, todo esto le pilló por sorpresa, pero sí reconoce que su instantánea ha ayudado a visibilizar el trabajo de las limpiadoras.
Era la primera vez que se hacía aquello y a Valentina le tocó de casualidad: “En esos días cada día había una norma nueva. Me acuerdo que iba a empezar el pleno y nosotras estábamos desayunando en un pasillo, y justo antes nos dieron la orden de que a partir de ahora había que limpiar la tribuna después de cada intervención. Y esa semana me tocó a mí”.
Su imagen le dio relevancia al sector de la limpieza, un colectivo tradicionalmente minusvalorado, tal como lo sienten ellas. Valentina, la más veterana (30 años trabajando) del grupo de limpiadoras del Congreso cuenta que en su entorno “siempre hemos dicho que somos invisibles. Hay muchas cosas en las que nadie se acuerda de que estamos ahí”. Después de este día, al menos, “se agradecen” los aplausos del Congreso.
La limpieza, esencial en cualquier lado, lo es más, si cabe en los hospitales. María José Gimeno, limpiadora en el hospital La Fe de Valencia, relata la dureza de estos meses para las trabajadoras del sector, si bien en su centro “ya habíamos lidiado con el ébola y nos enfrentamos a diario a todo tipo de enfermedades”, así que desde su experiencia valora sobre todo la formación que recibieron por parte de la empresa para enfrentarse al virus.
Pese a convivir a diario con la enfermedad, “nos da rabia porque parece que la limpieza de los hospitales no está en primera línea”, reivindica. En su día a día, María José y otras 300 limpiadoras del hospital “entramos a asear las habitaciones de las personas que tienen Covid con el paciente dentro”, y si la protección -los EPIs- debe ser la misma que para los sanitarios, ¿por qué el reconocimiento no?, reclama.
A raíz de la crisis sanitaria, pese a las extenuantes jornadas o los riesgos que conlleva la exposición al virus, las limpiadoras de la Fe de Valencia han sabido sacar lo mejor de sí mismas. María José destaca “el compañerismo y la solidaridad. Hemos sido una piña”. La empatía también se extiende al resto de profesionales del hospital que, según cuenta, “ahora te preguntan más, tienen más cuidado y ellos mismos se preocupan de limpiar más”. Han logrado que su labor, más que esencial, sea más visible. Al fin y al cabo, “si se para la limpieza se para el hospital”.