La energía inagotable, la curiosidad sin límites y la inocencia de quien tiene aún toda la vida por delante son algunos de los argumentos que unen, aunque sea desde la distancia, a todos los niños del planeta. Y en esa alegría intrínseca que desbordan los más pequeños está implícito su potencial de futuro. Solo hace falta proporcionarles los medios y la oportunidad para que los conocimientos y la educación les pongan en la senda de un futuro mejor.
No obstante, este recorrido vital que asumimos con plena normalidad en Occidente, es un camino no exento de dificultades en muchos países en vía de desarrollo. Sea por la carencia de infraestructuras básicas, por la falta de medios y de recursos o por todo tipo de vicisitudes, en ese tipo de lugares uno de los ámbitos más perjudicados y vulnerables por estas condiciones precarias es, precisamente, el de la educación.
Facilitar el acceso a la misma y proporcionar medios para empoderar al profesorado es lo que pretende ProFuturo. Se trata de un programa de educación digital impulsado por Fundación Telefónica y Fundación "la Caixa" que busca actuar en los entornos más vulnerables del mundo para reducir la brecha educativa y, de paso, aportar a los más pequeños las competencias digitales para desenvolverse con soltura en el futuro.
Pensar a largo plazo quizá sea prematuro para las niñas y niños que participan en el programa. Una de ellas es Emilia Claudete, una angoleña de nueve años que, como suele ocurrir a esa edad, es lo que se dice 'un terremoto': su alegría desbordante y su curiosidad innata parecen no tener límites y, por eso, es una de las alumnas más aplicadas del colegio Nossa Senhora de Fátima de Luanda, la capital del país.
Allí, gracias al proyecto, las clases son hoy muy diferentes de las de antaño porque tanto profesores como alumnos cuentan con apoyo pedagógico, recursos digitales y, cuando es necesario, equipamiento tecnológico, entre otras ventajas, que transforman por completo la experiencia de la enseñanza y el aprendizaje.
Para Emilia, por ejemplo, la novedad que supone introducir la tecnología en el aula es una motivación adicional. Para ella, “la clase de ProFuturo” es uno de los mejores momentos del día porque adquiere conocimientos de una forma divertida y desarrolla su habilidad para manejar las herramientas digitales que, sin duda, le acompañarán durante el resto de su vida.
Es una forma de darle más empaque a una actividad escolar que ocupa parte de su tiempo y minimiza las diferencias respecto a una escuela de países más desarrollados. Porque si bien es cierto que esta ayuda es inestimable para que Emilia y sus compañeros tengan más oportunidades, el contexto sigue siendo complicado para todos ellos: Angola es uno de los países más difíciles para la infancia, dadas sus carencias en materia sanitaria y la falta de vacunación, el riesgo de malnutrición o incluso los casos de trabajo infantil que vienen denunciando desde hace años organizaciones como Unicef.
Sin alcanzar estas situaciones extremas, la vida de Emilia refleja parte de este contexto que también penaliza a las mujeres, puesto que su jornada empieza muy pronto para ayudar a su madre en todas las tareas domésticas, como limpiar la casa e incluso ir a recoger agua para el aseo de la familia antes de ir al colegio. Por eso, el papel de ProFuturo es clave también para salvar estas dificultades a través de la educación y dejar que los niños sean precisamente eso, niños, con sus ilusiones y sus sueños. Emilia, por ejemplo, lo tiene claro: quiere "brillar con luz propia", tener una casa de ladrillo y, por supuesto, tener los mismos derechos que sus compañeros varones.
Es algo muy similar a lo que pretende su compañera Ana, que ofrece otro ejemplo de las dificultades que se viven en la nación. En su caso, esta pequeña llegó a la capital con su familia huyendo de la guerra civil que asoló el país durante más de 25 años y que fue especialmente cruenta en el entorno rural, de donde provienen y en el que las minas antipersona aún salpican el territorio.
Objetivo: reducir la brecha educativa en el mundo
ProFuturo ha cambiado la rutina en este colegio, uno de los 260 centros educativos de Angola en los que está presente el programa. Pero esto es solo uno de los escenarios en los que se desarrolla su propuesta educativa. Desde su puesta en marcha, en 2016, se han beneficiado 19,7 millones de alumnos y 914.000 docentes de 40 países de Latinoamérica, el Caribe, África y Asia.
Para ello, esta iniciativa abanderada por Fundación Telefónica y Fundación "la Caixa" ha diseñado tres modelos de intervención: el Modelo Integral de Educación Digital, el Modelo de Refugiados y el Modelo Abierto de Educación Digital. Son tres opciones pensadas para diferentes realidades que tienen en común la ambición de mejorar la calidad educativa y de la formación, tanto para pequeños como para grandes, puesto que también se ofrecen todo tipo de recursos en abierto y accesibles para el profesorado.
De hecho, incidir en los que tienen la responsabilidad de transmitir todos estos conocimientos de forma directa es uno de los pilares del programa. Por eso, y además de esta formación específica, los coordinadores de zona en cada lugar celebran reuniones periódicas con ellos y con los directores de las escuelas para resolver sus dudas aunque, en definitiva, todos lo tienen claro: lo importante es el futuro de los niños y garantizar, en línea con el Objetivo 4 de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas, "una educación inclusiva, equitativa, y de calidad, promoviendo oportunidades de aprendizaje durante toda la vida".
La de Emilia no es la única historia que cuenta en primera persona el poder transformador de la educación digital. Puedes descubrir las de Nicole (Filipinas), Cristiano (Brasil) y muchas más en la web de ProFuturo.