“Romper los códigos” para vencer la exclusión: así optan los jóvenes de las Tres Mil Viviendas al empleo del futuro
El barrio del Polígono Sur de Sevilla es, con los datos en la mano, uno de los más desfavorecidos de España: la renta media anual por habitante es la más baja del país, existe casi un 50% de desempleo entre sus habitantes, e informes como el elaborado por el proyecto Urban para el Ayuntamiento de la ciudad indican que cerca del 60% de su población no tiene ni siquiera estudios básicos.
Son datos que trazan el retrato de máxima vulnerabilidad que se palpa en las calles de un barrio que, números al margen, ha cobrado notoriedad a partir de su leyenda negra de actividades ilegales y delincuencia. Hoy, el conocido barrio de las Tres Mil Viviendas sufre ese estigma que conduce a sus habitantes a la carencia de oportunidades pero, más allá de las cifras, hay aspectos intangibles que abren una puerta a la esperanza: es la energía que emana de su gente, su creatividad y la motivación de muchos de ellos para salir adelante con un trabajo digno.
Es precisamente por ello que la Fundación Don Bosco decidió estar al lado de esta población para poner a su disposición una experiencia de más de 20 años en los que ha desarrollado todo tipo de proyectos enfocados en jóvenes en situación de riesgo o exclusión social a lo largo de España. Como muestra de su alcance, solo en las iniciativas que desarrolla el centro que tiene en esta zona de Sevilla se atendieron el pasado año a más de 1.300 personas, logrando más de 360 inserciones laborales.
Esta labor ha sido el gran argumento para que Endesa, de acuerdo a las líneas de su Plan de Responsabilidad Pública ante el Covid 19, haya querido impulsar en este marco ‘Don Bosco F5’, una escuela digital, inclusiva y gratuita, recientemente concluida, que ha supuesto un salto de calidad en este contexto. El motivo es que, a diferencia de otras, su objetivo era el de localizar entre las personas del barrio el talento digital y dotarlos de las herramientas más útiles y versátiles para desempeñar los empleos del futuro.
Se trataba de vencer al mencionado estigma o a la inercia que impone, de alguna manera, que las únicas puertas abiertas para los habitantes de las Tres Mil Viviendas sean las del sector servicios, por norma general. En este caso la apuesta era por lo digital, con lo que de manera casi literal se puede decir que es una vía para rebelarse contra los tópicos y “romper los códigos”. La expresión no es casual, sino el resumen que hace Guillaume Thureau, presidente de la Factoría F5, que ha prestado a Don Bosco su metodología y recursos para sacar adelante esta primera promoción en el Polígono Sur de Sevilla.
Se trata de una formación muy especializada donde la temática y la exigencia son, tal vez, los dos rasgos fundamentales que la diferencian. Son los aspectos más objetivos. Pero igualmente hay razones más etéreas, por ejemplo la amplitud de miras con las que salen los alumnos de las aulas tras estos ocho meses, algo inesperado para ellos. Y es que la mayor parte sabía dónde se metía, pero no, realmente, cómo saldría de allí: sabiendo programar y replanteándose de verdad y con fundamentos sus miras laborales hacia sectores que no se habían imaginado. Y eso tiene un mérito extraordinario teniendo en cuenta que algunos no se habían puesto ante una pantalla en su vida. O, casos menos extremos, pero igualmente loables, los de quienes únicamente sabían mandar correos o desenvolverse en lo básico con los programas de ofimática.
Javier Moreno es uno de estos alumnos cuya vitalidad es elocuente acerca de sus ganas de huir de los tópicos y los prejuicios que persiguen a quienes viven en las Tres Mil. Hasta que comenzó en la Escuela Don Bosco F5, trabajó en muchos otros sectores. Sin embargo, la vena artística que desarrollaba en un taller de serigrafía hace que ahora, incluso en una pantalla llena de código, encuentre los nexos con esa vocación suya, una estampa que ensalza lo mucho que le ha cambiado las miras este curso: “Tampoco tenía mucha idea de lo que era programación porque antes de empezar con esto no tenía idea, así que tampoco tenía muchas expectativas”, cuenta. Pero “al venir del mundo del arte, digamos, lo de poder plasmar las cosas y crearlas desde cero, como que siempre me motivaba mucho”.
Javier lleva cinco años en la Fundación Don Bosco, por lo que conoce de primera mano hasta qué punto es importante su labor y lo especial que es una formación digital como la que ha cursado: “Es muy bueno para el barrio que salgan este tipo de iniciativas porque siempre están las mismas: hostelería, cocinero... ese tipo de trabajos. Y el mundo de las tecnologías es un mundo del futuro y que tiene muchas más salidas, me ha hecho darme cuenta de que tengo el mundo abierto”. “En las Tres Mil hay cosas malas pero lo bueno pesa mucho más, por lo menos a mí me gusta quedarme con lo bueno, que hay muchas familias que son muy luchadoras, mucho más que yo, y mucha creatividad que hay que explotar”, cuenta.
Este joven admite que su caso puede ser un buen ejemplo para motivar a otras personas del barrio a apostar por una formación tecnológica dado su potencial para abrir caminos nuevos. De hecho, Javier recoge el diploma de ‘fin de curso’ horas antes de comenzar como becario en Isotrol, una empresa tecnológica sevillana que emplea a 400 personas pero que, ante todo, defiende un modelo en el que el talento está por encima de otras consideraciones a la hora de incorporar a sus empleados: “Estamos locos por el talento, sin importar de dónde venga”, afirmó su directora de Sector Público, María González, durante la ceremonia de entrega de diplomas a los alumnos de esta primera promoción de ‘Don Bosco F5’: “Lo importante son las cualidades y la capacitación que tengan para adaptarse. Todos hemos sido junior, todos hemos buscando una oportunidad. Por eso, lo que más me ha llamado la atención es la motivación con la que han llegado. Hacía tiempo que no veía a gente tan motivada y con tantas ganas de salir a comerse el mundo”, afirma.
Este hambre del que habla González también se percibe en Rosario Gamero, otra de las alumnas de ‘Don Bosco F5’ que ve el futuro con otras expectativas gracias a lo que ha aprendido. El suyo es un caso de reconversión desde su labor habitual como maquilladora hacia el mundo de la programación, hacia el que reconoce haber sentido una especie de ‘flechazo’: “Lo primero que vi fueron los códigos y cuando lo vi me enamoré”, afirma con humor, antes de reconocer que, hasta el momento en el que comenzó las clases, “como mucho mandaba algún correo, por lo que si hace un año me dices que soy capaz de crear una página web me hubiera echado las manos a la cabeza”, exclama.
“Pero con constancia y con ganas”, cuenta, ha sacado adelante todo el temario y le ha dado un giro a todos sus proyectos personales. De hecho, su meta es construir su marca personal, aprovechar los conocimientos adquiridos para crear su página web, en la que mostrar su trabajo con estrellas del canal de televisión autonómico o en los eventos en los que desarrolla su tarea. Y, sobre todo, seguir aprendiendo, consciente de la importancia de estar al día en tecnologías porque, como apuntaba la directora de Sector Público de Isotrol, las profesiones ligadas a lo tecnológico y a la innovación “no sabemos si serán el futuro pero, desde luego, son el presente”.
Para la que ha sido la responsable de esta primera promoción de la escuela, Bely Nieto, también es importante subrayar el valor que tiene la propuesta de ‘Don Bosco F5’ en un escenario como el del Polígono Sur en el que, como formadora, conoce bien la problemática que existe. De ahí que uno de sus principales mensajes sea la importancia del “querer, tan simple como eso, a partir de ahí da igual que tengas 18 años que 54, no tener la ESO o contar con una formación superior: lo básico es tener la motivación”.
“Yo pienso que lo de que sea aquí, precisamente, es otro elemento para romper esos códigos establecidos y ese estigma que la gente tiene por el barrio. Nosotros como entidad estamos en el corazón del Polígono Sur, que para nosotros es un barrio estupendo, el mejor donde desarrollar nuestra intervención”, afirma. Por eso, “cuando Factoría F5 se pone en contacto con nosotros lo hace con una mirada estratégica porque ¿qué mejor manera de mostrar que esto es una formación inclusiva que en un territorio que socialmente está excluido? Creo que eso es lo básico, demostrar las cosas con hechos: yo apuesto por integrar, por romper códigos, por tener en cuenta a las personas que más difícil lo tienen en un sitio donde realmente se tiene difícil”.
Por eso, para inscribirse se tuvieron en cuenta y se priorizaron perfiles con situaciones de vulnerabilidad y mujeres; en algunos casos incluso se tuvo que “tirar de otros recursos” para facilitarles los estudios. La idea era que nadie se quedara fuera por motivos económicos. De hecho, gracias a partners como Endesa se puede hablar de una formación sin costes para los alumnos. La compañía ha dedicado más de 105.000 euros a esta iniciativa porque, en palabras de José Juan Bocarando, responsable de relaciones institucionales de Endesa en Andalucía y Extremadura, este proyecto respondía a los cuatro objetivos de la empresa en cuanto a responsabilidad corporativa: “Cobertura de necesidades básicas de las familias, reducción de la brecha digital, formación para empleo y empleabilidad, y ayuda a pymes”. “Este proyecto precioso de Don Bosco F5 cumplía con todos estos retos al mismo tiempo”, señala.
Bocarando ensalza la alta empleabilidad del proyecto, ya que, incluso antes de finalizar, la mitad de los alumnos ya había disfrutado de prácticas o de becas o, como en el caso de Javier, lo harían en un futuro inmediato. Es el fruto de “una formación de calidad, dura, de más de 1.000 horas de clases, más lo que han tenido que hacer fuera, y cuya ratio de inserción es un éxito y por eso estamos bastante orgullosos de haber podido ayudar”.
Jaime Bretón, Comisionado del Polígono Sur, que también estuvo presente en la ceremonia de entrega de diplomas, aplaudió y agradeció desde el sector público a todas las partes implicadas por traer “un proyecto innovador, de nuevas tecnologías, a un barrio con tan escasa formación como este; es algo muy atractivo y también supone darle una oportunidad a los jóvenes de esta zona en algo tan puntero y con tanto futuro y, si hay talento, recuperarlo, formarlo y motivarlo”.
La motivación, o el “querer”, como apuntaba Bely Nieto, son sin duda las palancas de impulso en estas zonas más humildes. Esta vez es en Sevilla pero el problema es similar en muchas otras ciudades españolas para las que, por esta vez, el Polígono Sur -o las Tres Mil Viviendas- es por fin un ejemplo positivo de lo mejor que puede aportar: “Quienes se apuntan a un curso de este tipo”, apunta Bretón, “es gente que huye de algo que en este tipo de barrios está muy presente y que es una tentación: el dinero fácil de la droga. Muchos vienen de familias con muchas dificultades, desestructuradas y eligen no coger el camino fácil […] Aquí hay gente que ya viene motivada y que ha querido romper con muchos lazos en algunos casos, los que vienen de ese tipo de familias”. “Lo importante”, concluye, “es que podamos elegir, nos enriquece desde todos los puntos de vista”.