El primer tren de alta velocidad procedente de Madrid llegó a Ourense en diciembre de 2021. Fue un viaje breve, de apenas dos horas y cuarto, pero lo cierto es que la relevancia y el significado de ver este convoy en los andenes de la estación gallega iba más allá de la curiosidad. Con este tren acababa una espera de más de catorce años en los que la aspiración de conectar Galicia con el resto de España mediante una infraestructura ferroviaria puntera se desarrollaba poco a poco, salvando todo tipo de dificultades y avanzando con esfuerzo hasta este destino final.
La complicada geografía de la zona ha tenido mucho que ver en la extensión y duración del proyecto. Se trata de un recorrido, el que enlaza Ourense con la capital, plagado de accidentes geográficos que han obligado a ingeniar soluciones para afrontar cada obstáculo con las exigencias técnicas de seguridad y medio ambientales que requiere la alta velocidad.
En este sentido ha sido el último tramo, precisamente, el más complejo. El recorrido entre Pedralba y Ourense, de apenas 119 kilómetros, es el que ha requerido más actuaciones sobre el terreno: solo en ese trayecto se cuentan 32 viaductos y 31 túneles para alojar la doble plataforma independiente que sustenta las vías. Pero este esfuerzo por parte de todas las partes para diseñar el trazado y ejecutar la obra, que ha precisado años de trabajo, también conlleva otra consecuencia: la inversión necesaria para cubrir estos costes y hacerlo realidad.
El proyecto de línea de alta velocidad Madrid-Galicia tiene un coste total que supera los 10.000 millones de euros, inversión movilizada tanto por Adif AV como por la SEITT. Buena parte de esta inversión ya se venía materializando desde 2007, cuando se puso en marcha el primer tramo de la línea, entre Madrid y Olmedo, que implicó la movilización de 4.180 millones. A partir de ahí, y hasta completar el recorrido, se fueron dando pasos en los que, a tenor de los números, también se iba reflejando la complejidad técnica del trazado.
Una manera de hacer Europa
Por eso, la ayuda de la Unión Europea ha sido vital para sacar el proyecto adelante. La institución comunitaria ha cofinanciado las obras gracias al aporte de su Fondo Europeo de Desarrollo Regional (Feder), pensado específicamente para contribuir en la vertebración de los territorios. En este caso, Bruselas concedió su ayuda en dos periodos. El primero estuvo comprendido entre 2007 y 2013. En esa primera fase llegaron 200,3 millones del programa operativo de Galicia y otros 138,1 del programa operativo Fondo de Cohesión-Feder. Ambas cantidades se invirtieron en las obras de plataforma de la vía derecha del subtramo Lubián (Zamora) y Taboadela (Ourense).
En el segundo periodo (2014-2020) se canalizaron otros 131,8 millones a través del programa operativo plurirregional de España para que, en línea de su objetivo temático número 7, que versa sobre el transporte sostenible, pudiera realizarse también la construcción de la plataforma de la vía izquierda del mismo subtramo.
Tras el primer tren, el uso de esta nueva infraestructura ya comienza a estar a pleno rendimiento. Ya son centenares de pasajeros los que están comprobando las bondades de la alta velocidad en sus desplazamientos pero eso no quiere decir que la obra haya finalizado ni que esté todo hecho.
Más recursos para la próxima etapa
El siguiente paso es el de la denominada variante de Ourense. Se trata de la construcción y puesta en funcionamiento de un pequeño tramo exclusivo para el ancho internacional que actualmente se ha suplido de forma provisional por una adaptación de un tramo de vía convencional, entre Taboadela y Ourense, al que se ha instalado una tercera vía para el paseo de estos convoyes. La variante que está en el horizonte agilizará aún más la gestión de la red y redundará en los tiempos también pero su coste también ha requerido la cofinanciación europea.
En este caso, el coste previsto es de 475 millones de euros de los que 108,3 llegarán desde la Unión Europea, en este caso a través de los Fondos NextGeneration y en el marco del Plan de Transformación, Recuperación y Resiliencia para el periodo 2021-2026. El destino concreto de este dinero es la obra de la plataforma, que responde al componente 6 del plan comunitario, referido a “movilidad sostenible, segura y conectada”.
Sumando todas estas ayudas, la Unión Europea ha aportado 578,5 millones para este corredor. Una contribución inestimable para una nueva movilidad que ahorra tiempos, añade comodidad al viajero y supone una manera de impulsar la accesibilidad y la economía local y el turismo, ya que esta conexión también enlaza, a su vez, con el Eje Atlántico, que también unía las principales ciudades gallegas con la alta velocidad. Ahora, por fin, el círculo se cierra y Galicia y el resto de España están más cerca que nunca.