Analíticas, curas, registro de constantes, gestión de medicación, valoraciones médicas… Sobre el papel, las tareas de una enfermera en una residencia de mayores parecen no tener fin, y es que, efectivamente, su labor llega mucho más lejos que la atención sanitaria. En este tipo de centros son una figura principal, pues se encargan de diseñar y ejecutar el plan de cuidados, ejercen como nexo entre el resto de equipos y las familias pero, sobre todo, son una cara cercana y familiar para las personas mayores que allí viven.
La enfermería es una profesión muy vocacional. Así ha sido para Sara Rial, enfermera en la residencia CleceVitam Pardo Bazán, en Vigo, que nunca dudó de a qué quería dedicarse. Para ella, que ha trabajado también en un hospital y no cambiaría su trabajo por nada, lo mejor de ser enfermera en un centro como este, es el trato y cercanía con los usuarios: “El que confíen en ti, porque te sienten casi como una más de la familia”.
La relación tan personal y especial que se genera nace de la “convivencia” entre residentes y trabajadores. Después de más de un año en este centro, Sara conoce los gustos y aficiones de cada uno: qué comidas les gustan más y cuáles menos, a qué hora prefieren levantarse y hasta el equipo de fútbol al que animan. Y explica que, el hecho de establecer vínculos emocionales les permite a las enfermeras mantener una “continuidad en los cuidados” que les facilita adaptarse a las particularidades de cada persona.
“En las residencias estamos más valoradas”
“Es muy diferente el trabajo de una enfermera en una residencia que en un quirófano o una UCI”, puntualiza Sara. Este trabajo es mucho más cercano, lo que le permite un contacto con los usuarios del centro que no tendría en otro lugar. Además, señala, “creo que en las residencias las enfermeras estamos más valoradas. Tenemos más responsabilidad, el médico tiene plena confianza en ti porque eres quien está día a día con el residente y quien aporta la mayor parte de la información cuando hay que hacer una valoración”. A día de hoy, Sara tiene claro dónde está su futuro y asegura que “no sería capaz de volver a un hospital, me faltaría esa parte familiar que hay en una residencia”.
Querer cuidar a los demás siempre ha sido algo innato para ella y para otras muchas personas que han decidido dedicarse a la enfermería. Se trata de una labor esencial que pasaba desapercibida en comparación con otros ámbitos sanitarios pero que, tras lo vivido durante la pandemia, se ha tomado más en consideración en los últimos años. Según Sara, a las enfermeras de residencias "sí se nos ha valorado más después de la pandemia", especialmente por parte de los usuarios, las familias y el resto de compañeros de profesión que han podido ver de cerca la situación.
Atención sanitaria las 24 horas del día
Precisamente, la presencia de enfermeras también es una garantía para las familias de los usuarios del cuidado que se le está prestando a sus mayores por “la tranquilidad que puede darles que siempre haya un profesional sanitario disponible para atender a su familiar en cualquier momento, incluso si el médico no está”, cuenta Sara. La suya es una tarea de 24 horas, todos los días del año.
“La comodidad de no tener que desplazarlos al centro de salud si tienen curas, si hay que hacer analíticas periódicas o seguimiento de algún tipo de constante”, como explica la enfermera, es otro de los beneficios de contar con este perfil profesional en una residencia. Aunque dependiendo de cada usuario, se puede necesitar más o menos apoyo del equipo de enfermería, en CleceVitam Pardo Bazán hay al menos una enfermera en cada turno para que nadie quede desatendido ante un problema de salud.