Omar Mouder llegó hace poco a España procedente de Venezuela, un país que, como él mismo cuenta, tristemente “no está pasando por su mejor momento”. Y es que ganarse el pan cada día es un gran desafío allí. “No hay trabajo y se paga muy poco. No podíamos ni siquiera pagar la renta [el alquiler] o la comida”, rememora. La situación llegó al límite. Lo poco que ingresaban les daba para vivir al día. Sólo podían comprar la comida que fueran a comer ese día. “No era una forma de vivir”, recuerda.
Al final, su madre tomó una valiente decisión. Vendieron las pocas cosas que tenían, hicieron las maletas y decidieron buscar una nueva vida en España. Con su madre y sus dos hermanos, Omar llegó a nuestro país buscando un futuro sobre el que construir su vida, pero pronto se dio de bruces con la realidad. “Uno cuando viene a España, llega con una idea, pero al final es una realidad completamente distinta”. Encontrar trabajo, como señala, no es una tarea simple.
Y es que, como otros tantos jóvenes que llegan cada año a nuestro país, una de las tareas más complicadas que se encuentran es el proceso de adaptación a un país nuevo, a una cultura nueva. En definitiva, a una forma diferente de hacer las cosas. Aunque en su caso, el idioma no fue una barrera como sí lo fue para Kibsa Nordine, otro joven migrante que llegó a España procedente de Burkina Faso hace tan solo un año.
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Para allanar este arduo camino, ambos encontraron en el programa ‘CEAR por la empleabilidad de jóvenes migrantes’, un refugio, un lugar que les daría herramientas para afrontar su nueva vida. En este curso, apoyado por la Fundación Mutua Madrileña a través de su convocatoria anual de ayudas a entidades sociales, encontraron una escuela para aprender a superar una entrevista de trabajo, para afrontar el siempre difícil mercado laboral.
“Por norma general, cuando nos enfrentamos a entrevistas de trabajo o la búsqueda de empleo, no nos han enseñado cómo comportarnos, las habilidades sociales, la comunicación o a controlar nuestras emociones, nuestras inseguridades y nuestros miedos”, señala Clara Beltrán, la pedagoga que ha estado al frente del curso de la Comisión Española de Ayuda al Refugiado (CEAR).
Porque, como recuerda Beltrán, si para todos nosotros esto es casi un misterio, lo es aún más para las personas refugiadas. “Yo les doy un chute de realidad. A los españoles nos cuesta la propia vida llegar a donde queremos llegar. Les digo que deben tener paciencia y estar motivados”, señala.
Una escuela de futuro
El principal objetivo de este proyecto fue mejorar la empleabilidad de 75 jóvenes migrantes mediante “distintas técnicas formativas”. El curso se dividió principalmente en dos partes. En una primera, explica Beltrán, se trató desde un ámbito mucho más emocional y psicológico. Para ello, se utilizaron técnicas de inteligencia emocional, programación neurolingüística y coaching.
Muchos de los refugiados que llegan cada año a nuestras fronteras experimentan la dura realidad de la soledad, algo que hasta entonces no habían sufrido. Una soledad provocada por los miles de kilómetros que les separan de su familia, de no tener ningún apoyo. Omar, por ejemplo, tiene la suerte de haber venido con su familia, pero Kibsa no ha tenido la misma fortuna, lo que hace mucho más difícil su estancia en España.
“Es un proceso en el que se encuentran muy inseguros, no conocen el idioma. Además, su cultura, su forma de comportarse y las habilidades sociales que tienen son completamente diferentes a las que hay en España”, dilucida Beltrán. Y añade: “Tienen muchos días malos y, depende de cada uno, pero suelen tener una creencia limitante”.
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Por eso, esta primera parte busca fortalecerlos para que puedan hacer frente a todo lo que venga. En este sentido, el coaching es especialmente importante para la pedagoga, ya que mediante la positividad, busca que sus alumnos puedan entenderse a sí mismos y afrontar con garantías el futuro.
En cambio, la segunda parte del curso es mucho más técnica y tiene que ver con la orientación laboral, las entrevistas de trabajo. “El objetivo sería crear habilidades comunicativas para que le hagan frente a la búsqueda de empleo y a futuras entrevistas”, señala Beltrán.
También les explica cómo funcionan los diferentes tipos de contrato laboral que existen y la formación académica que existe en España, que es muy diferente a la que tienen en otros lados del mundo. En algunos casos, como muchos de los refugiados que llegan desde Burkina Faso, uno de los países más pobres del mundo, apenas tienen escolarización. Según datos del Banco Mundial, un tercio de los alumnos no consigue terminar sus estudios de primaria.
Por ello, Beltrán les anima y les motiva a formarse constantemente. “Económicamente, lo que necesitan es un trabajo rápido, pero les oriento a que pueden trabajar y estudiar a la vez. Ir consiguiendo dinero y aspirar a algo más”, señala. En definitiva, “a aspirar a lo que ellos mismos quieran”.
A Omar, el curso le ha servido para darse cuenta de cómo funcionan las cosas en España y, sobre todo, le ha servido para mejorar su situación en un país que, como cuenta, le ha recibido con los brazos abiertos. Tras trabajar como camarero y repartidor, hizo un curso de Almacén y Comercio —además del curso que dirige Beltrán— y, con ello, ha encontrado un trabajo en la plataforma logística de Decathlon en Sevilla.
“Empecé hace poco, pero me va muy bien”, concluye Omar la entrevista, con la esperanza de que este trabajo sea el principio de un futuro brillante en España. Porque, con esa alegría que le caracteriza, cuenta que ha encontrado en nuestro país gente que le trata muy bien, que siempre le ha intentado ayudar. “La verdad es que se siente el cariño”.
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