En mitad de la noche, Elsa, que lleva llorando varias horas, coge el teléfono y llama al teléfono de ayuda que ha visto en internet. Tiene 17 años y lleva varios meses conociendo a un chico; su primer amor. Siempre han discutido mucho, pero esta vez la “cosa” ha ido más lejos: él le ha pegado por primera vez. “Bueno, tal vez no sea la primera”.
David coge el móvil y abre el chat del que le habló un amigo. Tiene 11 años y está escondido en el baño; escucha las súplicas de su madre. Un tímido “por favor, para”, y un golpe seco. El pequeño teme por ella, pero también por sí mismo; sabe que será el siguiente.
Ainhoa, una tarde, decide llamar al teléfono ANAR para la familia y los centros escolares. Es profesora en una academia y lleva varias semanas viendo a una de sus alumnas de Infantil con marcas extrañas en el cuerpo.
Javi tiene 15 años y está harto de que todo el mundo se meta con él. Es tal el acoso que sufre, que ha llegado al límite: le ha robado un blíster de somníferos a sus padres. Con él en la mano, escribe un mensaje al mismo teléfono.
Todas son historias ficticias, con nombres imaginados, pero que representan la función de los teléfonos de ayuda a los menores de la Fundación ANAR, que intentan hacer que los niños y adolescentes españoles se encuentren un poco más seguros en su propia piel. Y gracias a la financiación recibida a través de la X Convocatoria de Ayudas a Proyectos de Acción Social de Fundación Mutua Madrileña, la entidad puede hacer un poco mejor ese trabajo de acompañamiento que llevan décadas desarrollando.
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Al otro lado de la línea, a todos estos menores les atiene un psicólogo profesional “con una formación específica sobre protección de la infancia de más de 400 horas”, explica Diana Díaz, directora de las líneas de ayuda a menores ANAR y psicóloga. Un total de 251.118 fueron atendidos en 2021, último año del que hay cifras actualizadas. En el caso de situaciones relacionadas con violencia de género, las llamadas llegaron a más de 9.000 solo en 2022.
¿Cómo funciona la línea de ayuda?
La conversación fluye “sin prisa”. De media, una intervención puede durar alrededor de los 50 minutos. A ese profesional de la psicología, además, lo está apoyando en todo momento un equipo de abogados y trabajadores sociales, listos para poder activar los protocolos que necesite el caso específico. Eso sí, recuerda Díaz, “sólo hay un interlocutor con el menor de edad”. Porque, confiesa, bastante le ha costado ya a esa persona marcar el número de teléfono.
Pero, remarca la psicóloga, las intervenciones pueden llegar a durar “dos o tres horas, o lo que cada persona necesite”. La directora de las líneas de ayuda recuerda que “hay problemas muy graves que requieren de un tiempo para poder acompañar al menor de edad”. Y es que, cuenta, es imprescindible “explorar muy bien todas sus problemáticas y las distintas áreas de su vida, como su familia, el colegio o sus amigos”.
“Muchas veces el problema se encuentra oculto, el menor no se atreve a verbalizarlo”, indica Díaz. Y añade: “Por eso, le damos todo el tiempo que sea necesario, le vamos facilitando, hacemos un vínculo y muchas veces el problema se puede resolver desde esa primera etapa, que es la de orientación psicológica o incluso jurídica y social”.
Pero no siempre esa llamada soluciona el problema que ese niño o niña tiene. Ese es el momento en el que los profesionales de ANAR activan a otros profesionales o a “recursos del entorno del menor”.
Díaz remarca que desde la fundación han elaborado “la única guía en infancia, que aglutina actualmente más de 17.000 recursos profesionales, a los que el menor puede dirigirse ante una situación problemática, sea la que sea”. La labor del psicólogo que le atiende será derivarle siempre a ese profesional que mejor le pueda atender.
Situaciones de alto riesgo
La directora de la línea de ayuda pone especial énfasis en la tercera vía de acción de los psicólogos que atienen a los niños y adolescentes. Esta se da cuando el profesional “está identificando una situación de alto riesgo, desamparo o urgencia, que a lo mejor el menor que llama tampoco es muy capaz de identificar, porque son casos que llevan soportando esa situación mucho tiempo y está normalizada”.
A diario, Díaz asegura que realizan una media de 13 intervenciones urgentes en las que “está en riesgo la integridad del menor de edad o de un tercero”. En estos casos, activan “de inmediato” el protocolo con las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado o con los equipos de emergencia.
Algunas de estas intervenciones de alto riesgo tienen que ver con situaciones de violencia. Otras, con intentos de suicidio: "Hemos llegado a atender a jóvenes que estaban en pleno proceso suicida, y hemos consigo pararles con nuestra intervención".
Sin embargo, ahí no acaba la intervención. “Después, desde nuestros departamentos jurídico o social, dependiendo del caso, se hace un seguimiento con los organismos competentes para saber que el menor de edad ha salido de la situación de riesgo”, asegura. Y concluye: “Seguimos actuando, de hecho, después de la emergencia, con el resto de recursos y profesionales que pueden ayudar al niño, niña o adolescente”.
Los casos más tratados
Este año, cuenta Díaz, el principal motivo por el que les han contactado ha sido por temas relacionados con salud mental. El 45,1% de los jóvenes que han llamado al teléfono de ayuda de ANAR se aquejaban de problemas psicológicos o emocionales. La mayoría de ellos, confiesa la psicóloga, relacionados con conductas suicidas.
“Es la primera vez en 29 años que lleva la línea de ayuda donde los problemas de salud mental han sido el primer motivo para el menor de edad”, lamenta. En contraste, “las peticiones de ayuda de los adultos del entorno han tenido como primer motivo de consulta todas las situaciones de violencia ejercida hacia menores de edad en cualquiera de sus formas”, indica. Seis de cada diez consultas de adultos mostraban esta preocupación.
Es curioso el contraste entre las preocupaciones de los niños y de los adultos de su entorno. La experta explica que “si no es muy clara la sintomatología, muchas veces no están detectando ese problema de salud mental”.
Eso sí, también alerta de que cada vez son más los y las menores que llaman por temas relacionados con la violencia machista: "Cada vez hay más niños en entornos de violencia de género, y más adolescentes que la sufren".
Por otro lado, son los adultos los que alertan de posibles situaciones de violencia hacia menores. Y es que el teléfono de ayuda de ANAR atiende casos desde recién nacidos hasta los 17 años. Un menor de 10 años, indica Díaz, “no podría pedir ayuda por sí mismo, no tiene la capacidad, las herramientas”. Por eso, todas las líneas de las que disponen –la de ayuda a menores, la específica de violencia de género y la de familia y entorno– son “muy complementarias”.