El fútbol como motor de cambio en el infierno jordano: "Muchos lo llaman cárcel al aire libre"
El maltrato o el matrimonio infantil son algunas de las realidades que busca combatir un proyecto de Plan Internacional en el campamento de Azraq.
3 julio, 2023 00:08En 2015, cuando miles de toneladas de bombas llovían cada día sobre Siria, Hiba (nombre ficticio para proteger su identidad), sus tres hijos y varios familiares tuvieron que huir de su hogar, en la zona rural de Homs. La guerra no les había dejado otra opción. Durante seis largos meses, la difícil situación les obligó a ser nómadas y a arrastrar sus pocas pertenencias de un lugar a otro.
"Tuvimos que dormir en un sótano durante un día entero porque los bombardeos afuera eran muy fuertes", cuenta. El impasible estruendo de los proyectiles acabó por alcanzarles. Simi, el hijo mayor de Hiba, y uno de sus tíos salieron del sótano para tratar de arreglar su coche y huir, pero les alcanzó una bomba. El tío falleció y Simi sufrió heridas en la mano, el estómago y la pierna. Unas cicatrices que le acompañarán toda la vida.
Tras el trágico suceso, Hiba y su familia se refugiaron en el desierto, donde decidieron que tenían que salir de su país. Jordania y Líbano aparecieron como opciones. La suegra y los cuñados de Hiba querían continuar hacia el Líbano, pero la madre y los hermanos de Hiba querían ir a Jordania. La familia decidió separarse. Hiba y sus hijos siguieron a sus hermanos a Jordania, pero sus suegros se llevaron a su hijo mayor porque creían que sería mejor que Simi fuera criado por sus tíos.
Durante un tiempo, se resistió a aceptar la realidad. Esperó en el desierto. Se aferró a la esperanza de que su hijo mayor volviera, algo que nunca ocurrió. Al final, tuvo que entrar en Jordania sin Simi. Junto a sus dos hijos menores, su madre y sus hermanos, fueron directamente al campamento de Azraq, uno de los más duros del mundo. "En este campamento, las condiciones son bastante extremas porque está muy aislado", explica Clara Torroba, técnica de programas internacionales de Plan Internacional.
En medio del inclemente desierto jordano, el calor es abrasante en verano y el frío es gélido en invierno. "Muchos lo llaman una cárcel al aire libre", apunta Torroba. Pero allí, donde las ilusiones tienden a marchitarse, Hiba encontró un refugio en el proyecto Juntos más fuertes—donde es voluntaria—de Plan Internacional desarrollado en conjunto con la Fundación Mutua Madrileña, que contribuyó mediante su convocatoria anual de ayudas a entidades sociales.
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Campeones del cambio
La situación en el campamento es frecuentemente sombría. Tras varios años —el campamento de Azraq fue creado en 2014—, para muchos lo temporal se ha convertido en un callejón sin salida. "No tienen muchas expectativas de volver a Siria porque la situación no mejora y tampoco tienen acceso a trabajar o para hacer una vida en Jordania", señala la técnica. La esperanza suele brillar por su ausencia. Los refugiados viven en una especie de limbo administrativo.
En esta tesitura, Plan Internacional ha conseguido desarrollar un auténtico refugio en las zonas más duras del campamento —trabajan en las áreas 2, 3 y 5—, donde viven las familias que "menos recursos tienen y donde hay más casos de matrimonio infantil", explica Torroba. "Se han enfrentado a circunstancias difíciles y provienen de diversos orígenes culturales y tradicionales, con diferentes conceptos de protección", indica Hamzeh Khasawneh, coordinador de Protección Infantil en Emergencias de Plan Internacional Jordania.
Por ello, desarrollan toda una serie de actividades dentro de las comunidades dirigidas a niños y adolescentes para mejorar su situación de protección, a sentirse seguros dentro de una realidad tan dura como puede ser un campamento de refugiados. Abd Al Hadi Al Shishani, oficial de apoyo psicosocial de Plan Internacional en el campamento, considera que es "esencial implementar proyectos que puedan remodelar su mentalidad". Esto es, "enseñarles cómo vivir una vida segura y desarrollar su capacidad en áreas cruciales como la igualdad de género, el empoderamiento de las mujeres, las iniciativas comunitarias y el liderazgo juvenil".
La educación, por tanto, es una de las patas más importantes del proyecto. Bajo la etiqueta de Campeones del cambio (Champions of Change), la oenegé ofrece diferentes cursos para las niñas, niños y adolescentes del campamento. Sin embargo, creado en 2021, uno de los grandes retos que enfrentó fue la pandemia de la Covid y las fuertes restricciones establecidas por aquella época en Jordania.
La solución vino gracias al apoyo de la Unión Europea —que cofinanció el proyecto junto a la Fundación Mutua Madrileña—, que puso a disposición de las niñas y los niños tabletas para que pudieran realizar estas sesiones que promueven el conocimiento de los derechos infantiles desde su casa. "Aprenden sobre cuáles son sus derechos, qué métodos existen para que estén mejor a nivel psicosocial y emocional o qué cosas son nocivas para las niñas, como el matrimonio infantil o el trabajo forzado", indica Torroba.
También promueven actividades como clubes de arte, deporte o teatro. El objetivo, explica la técnica, es crear espacios donde las niñas y los niños puedan jugar y desahogarse, donde se fomenta la sensación de pertenencia, de equipo y de protección fuera de sus casas. "Muchos sufren violencia intrafamiliar y estos espacios sirven para que estén fuera de sus casas y puedan desarrollar su infancia de la forma más digna posible", lamenta Torroba.
Además de todo ello, también se realiza un importante trabajo con los padres en diferentes cuestiones como la igualdad de género, una cuestión fundamental para los técnicos de la oenegé. "La importancia de implementar la educación sobre igualdad de género en un campo de refugiados no se puede subestimar. Dados los diversos orígenes de los beneficiarios, la igualdad de género es a menudo un concepto extraño para ellos", señala Haneen Abu Halaweh, oficial de violencia basada en género de Plan Internacional Jordania.
Para la experta en cuestiones de género, "es crucial crear conciencia sobre la importancia y los beneficios de adoptar este enfoque dentro del ambiente del campamento”. Porque al hacerlo, indica, "podemos fomentar cambios positivos y crear una comunidad más armoniosa e inclusiva".
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Un trabajo basado en voluntarios
Una de las características de este proyecto es que involucra a los propios refugiados y, en muchas ocasiones, son los propios voluntarios —previamente formados por el equipo de Plan Internacional— los que llevan a cabo las actividades.
“Nuestra motivación para ser voluntario surge de nuestra profunda pasión por ser parte del proceso de transformación”, explica H. Al Sh. —solo nos ha facilitado sus siglas para proteger su identidad—, uno de los voluntarios que está al cargo de entrenar a los jóvenes en las habilidades para desenvolverse en la vida. “Nuestro objetivo es crear conciencia, mejorar la capacidad y abordar las diferentes formas de violencia, especialmente la violencia de género, como los matrimonios precoces y forzados y el acoso sexual”.
Y es que como reconoce otro voluntario, N.Q. —en su caso, al cargo de la capacidad para cuidar de los hijos—, la violencia de género existe dentro del campamento, con casos de violencia física, emocional y sexual. Pero también con matrimonio infantil o con la negación de recursos para la educación. “Reconocemos la necesidad de desafiar los estereotipos tradicionales que rodean los roles de las mujeres y empoderarlas dentro de la comunidad”, afirma.
La tarea no es nada simple, quizás pueda ser titánica, pero para los voluntarios este trabajo merece la pena. Han visto cómo poco a poco han conseguido cambiar la mentalidad, fomentando esa transformación. “Hemos sido testigos de varios cambios positivos, particularmente entre las niñas y mujeres jóvenes que antes enfrentaban barreras para acceder a la educación o eran obligadas a casarse”, señala con orgullo R. N., voluntaria también en las habilidades para desenvolverse en la vida.