“Un ruido infernal” o “una discoteca”. Así es como describen María (14 años) y Asier (10 años), en tono jocoso, las melodías que resuenan a las nueve de la mañana en el campamento de verano de Menudos Corazones. Y es que, confiesan, no son los más madrugadores, por eso les cuesta un poco despegarse de las sábanas. Ellos son 2 de los 56 niños y niñas que participan en este campamento de integración para menores con enfermedades cardíacas.
El pasado 24 de julio, la entidad social que presta servicio a personas con cardiopatías, abrió las puertas de la Granja Escuela Albitana, próxima al humilde municipio madrileño de Brunete, a un equipo de EL ESPAÑOL para conocer de primera mano las actividades que allí se realizan.
Momentos antes de entrar al recinto, se oye un bullicio muy especial que nos traslada, en espíritu, a la infancia. Y tras una cordial presentación y una pormenorizada visita por las instalaciones, María Gutiérrez, responsable de Ocio y Tiempo Libre de la Fundación Menudos Corazones, explica que les "pillamos" en la primera sesión de la mañana: “Ahora se iban a meter al taller para fabricar cestas”, señala.
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El campamento para niños y niñas de entre 7 y 14 años con cardiopatías es una iniciativa de la Fundación Menudos Corazones que se desarrolla gracias a la convocatoria anual de ayudas a entidades sociales de la Fundación Mutua Madrileña y al apoyo y colaboración de otras entidades, transporta a los niños a un entorno rural donde apenas tienen distracciones: “Lo importante es que, a través de las actividades, puedan conocer cómo sería una vida alejada de las distracciones”.
Así, durante esa semana, “los niños están en un entorno natural”, aduce Gutiérrez. Y para garantizar esta experiencia inmersiva, los responsables de la actividad limitan el contacto de los niños con su entorno familiar: “La única manera de comunicarse es a través de un diario que nosotros enviamos a los padres”, añade. En estas actualizaciones, “les mandamos fotos y les contamos qué van haciendo los niños durante toda la semana”.
Más autonomía
Lo que buscan con esto, aclara Gutiérrez, es dar más autonomía a los niños. “Desde muy pequeños, los niños tienden a estar sobreprotegidos”, señala Gutiérrez. Y, esto, sentencia, es “completamente lógico”. Muchos de ellos atraviesan largos procesos de hospitalización por la cardiopatía que les afecta. Por eso, las familias están más pendientes de ellos.
“Queremos enseñarles que son capaces de estar lejos de sus padres y de poder hacer casi todo solos: una vida lo más normal posible y sociabilizar con su entorno”, explica Gutiérrez. Integrar y facilitar esos contactos de familias en situaciones similares es uno de los objetivos de la entidad.
Para aquellos que se sienten un poco inseguros o simplemente quieren estar acompañados de una cara conocida, pueden acudir con sus hermanos o primos. "Incluso para los acompañantes, es una experiencia muy enriquecedora, ya que conocen a otros que están su misma situación", asegura Gutiérrez.
"La misma cicatriz"
"Al estar en un entorno natural, con niños con patologías similares, se va tejiendo una red de amigos que se extiende por todo el territorio español", señala Gutiérrez. Al conversar con cualquiera de los niños que participan en el campamento, uno puede entender lo que explica Gutiérrez. "Son amistades muy duraderas", añade la responsable de Ocio y Tiempo Libre de Menudos Corazones.
Y lo ejemplifica con una anécdota que escuchó el día anterior. "Una niña me dijo: 'Es que nunca había visto otro niño que tuviera la misma cicatriz que yo'". Eso, dice Gutiérrez, demuestra que nos son los únicos que se están sobreponiendo a la enfermedad.
Asier Sierra es un niño de 10 años que acude al campamento de Menudos Corazones. Durante la visita de EL ESPAÑOL, explica que han bautizado su habitación, que comparte con otros dos niños, como 'Los madridistas'. Y es que cada cuarto tiene su propio nombre. "Al principio la íbamos a llamar a la habitación 'madrileños'", cuenta. Pero el espíritu madridista se apoderó de ellos, a pesar de que, explica, "uno de los compañeros de habitación sea del Atlético de Madrid".
"No es la primera vez que vengo al campamento, es mi segundo año", señala Asier. "Cuando llegas, no conoces a nadie y es un poco raro, te vas acostumbrando y al final llegas a un punto en el que te sientes a gusto", añade. Asier ha podido conocer a personas maravillosas durante su breve estancia en el campamento, entre ellas, su mejor amigo Aday.
Otra de las niñas que acumula ya dos años yendo al campamento de verano es María Llorens (14 años). La joven se ha integrado tanto que, antes de hablar con ella, los monitores y el personal nos advierten de que era muy probable que no nos dejara articular palabra.
"Vas a conocer a la persona más popular del campamento", dicen. Y si existe fama, y encima es buena, conviene abrazarla. "Soy literalmente la persona más famosa aquí", responde tras preguntarle si lo era realmente. Y como Asier, explica que en el campamento ha podido conocer a mucha gente.
Este año, María no ha ido sola al campamento, sino con sus dos hermanos pequeños. En conversación con EL ESPAÑOL, su madre, Pilar, declara que "le interesaba que ellos vieran otras realidades, porque en casa es María la que parece que pone la nota discordante". Gracias al campamento, los hermanos de María han comprobado que no son los únicos que tienen un familiar con cardiopatías. Y a uno de ellos le ha encantado tanto la experiencia que aspira a ser monitor de la asociación.
Actividades adaptadas
"Es igual que cualquier otro campamento", asegura Gutiérrez, pero "con adaptaciones". Porque, explica, no dejan de ser niños con una condición cardíaca que les impide hacer muchas cosas.
Al jugar al fútbol, por ejemplo, utilizan balones más blandos para evitar los golpes. Y en otras actividades psicomotrices, como el baile, se intenta reducir la intensidad de los movimientos.
"Dentro de una línea, pueden hacer la mayoría de las actividades y juegos sin adaptación alguna, pero cuando existe un alto riesgo de golpes, intentamos que sea un poco más relajado", explica Lucas, monitor del campamento. La clave en estos casos es la prevención. Y en Menudos Corazones lo saben bien.
Prácticamente desde que comenzaron a organizar los campamentos en 2003, cuentan con dos personas que monitorizan la salud de los participantes: una médica y una enfermera. Son ellas las encargadas de salvaguardar y suministrar las medicaciones a los niños y participan en todas las actividades organizadas por los monitores.
"Me considero una privilegiada al poder trabajar con estos niños", explica Isabel, doctora en el campamento. Y tanto es así que, confiesa, "se ha cogido vacaciones para poder estar allí". Ella lleva ya diez años en los campamentos de Menudos Corazones, y cuenta que nunca han tenido ningún problema relacionado con las cardiopatías. "Normalmente son problemas de garganta u otros problemas que pueden darse en el día a día en cualquier campamento", explica.
En el caso de que algún niño o niña se encuentre mal, "se le sube a la enfermería". Y allí es donde ella se encarga de echarle un ojo para ver cuál es la dolencia. A la postre, suelen ser problemas banales. Como profesional, explica, es un gusto. "No dejan de ser niños acostumbrados a la enfermedad". Conocer su propia condición médica hace que no sean pacientes complicados. Por ejemplo, explica, "no se quejan cuando tienes que darles un jarabe".
Tanto Lucas como Isabel coinciden en que los niños y niñas cardiópatas que acuden al campamento son personas que, en palabras del primero, "tienen algo especial dentro de ellas". El monitor ha trabajado en numerosas actividades de ocio y tiempo libre a lo largo de su vida, pero en el campamento de Menudos Corazones, asegura, es donde se ha sentido más "enganchado emocionalmente".
Estos niños no son como los que te puedes encontrar en otros campamentos. "Tienen unos valores diferentes: son más maduros y más conscientes de lo que hay", explica. Pero, además, "se divierten muchísimo", celebra Isabel.
20 años de historia
El primer campamento que organizó la fundación fue en 2003, coincidiendo con el año en que se constituyó jurídicamente. Por aquel entonces, explica Gutiérrez, y durante los tres primeros años, hacían un solo campamento para niños y adolescentes. "A partir del año 2007 lo separamos en dos tramos de edad porque las necesidades de ocio varían mucho", aclara Gutiérrez.
La entidad organiza un campamento de integración para niños y niñas de entre 7 y 14 años en la Granja Escuela Albitana, a finales de julio. Y otro, que se está celebrando esta misma semana, dirigido a adolescentes de 14 a 17 años. Normalmente, este último tiene lugar en una zona costera. Este año, como el año pasado, el lugar escogido es Hondarribia, Guipúzcoa.
Otro de los proyectos de la organización es el Camino de Santiago para jóvenes con cardiopatía, que suele llevarse a cabo el mes de septiembre. "Es un proceso más laborioso que los campamentos", explica Gutiérrez.
Durante los meses previos a la caminata, prepara a los participantes. "A todos los participantes se les asigna un plan de entrenamiento que deben seguir", detalla. Y después, se les junta en una convivencia para "crear equipo" y "conocer qué ritmo tienen". El año pasado, 18 jóvenes con cardiopatías congénitas fueron los que llegaron a completar cinco etapas y casi 90 kilómetros. Y documentaron su caminata en las redes sociales de Menudos Corazones.
En definitiva, actividades como las que oferta la Fundación Menudos Corazones, y sobre todo los campamentos, son muy importantes, ya que, en palabras de Gutiérrez, "los niños que generalmente no pueden optar a los campamentos convencionales tienen un espacio donde divertirse". Y, los padres, por otro lado, sienten que sus hijos "están en buenas manos". Es un alivio para ambos.