Imagina llegar a un país que no es el tuyo, sin conocer a nadie y sin un céntimo en el bolsillo. Esta fue la situación a la que se tuvo que enfrentar Yasine —nombre ficticio— cuando llegó a Málaga. Con apenas 17 años y sin el beneplácito de sus parientes, llegó a España y la primera de sus preocupaciones fue contar con un techo bajo el que refugiarse del frío y la lluvia. Este joven cazador de sueños cuenta que ha recorrido cientos de kilómetros con una ilusión: la de continuar sus estudios y labrarse una vida en la cocina.
"Yo quiero cambiar mi vida, quiero un futuro", declara convencido este joven de Rabat (Marruecos). Y lo hace, tímidamente, ante el equipo de EL ESPAÑOL, que se ha desplazado al barrio donde reside, situado en el madrileño barrio de Rosas, para conocer su historia. Yasine estuvo viviendo en un piso tutelado por el programa Proyectos de vida para jóvenes extutelados/as en entorno rural de la Asociación Horuelo.
Esta iniciativa, que se desarrolla gracias a la convocatoria anual de ayudas a entidades sociales de la Fundación Mutua Madrileña, facilita el acceso a un empleo y acompaña en la integración en comunidades rurales a los jóvenes que abandonan los centros de acogida a los 18 años.
Esta es una de las actividades que se enmarcan dentro del programa experimental IMEX (Itinerarios de Emancipación de Éxito) de la FEPA (Federación de entidades con proyectos y pisos asistidos), persigue el objetivo de que "las personas extuteladas, abandonadas a su suerte una vez cumplen los 18 años de edad, puedan continuar su vida con una fuente de ingresos estable y un techo bajo el que dormir cada noche".
La historia de Yasine es solo una de las muchas que ilustran el problema del sistema de acogida de menores extranjeros no tutelados en España. Pero no tantas llegan a relatarse por la barrera cultural o de idioma. Al principio de la conversación con EL ESPAÑOL, el joven se siente acongojado por lo que se le podría llegar a preguntar y por que su cara apareciera en un medio de comunicación —se ha evitado mostrarla intencionadamente—, ya que está a la espera de que se regularice su situación en el país. "Mi vida tiene contraseña", llega a decir. Pero al poco tiempo coge confianza y atiende, midiendo sus palabras, las preguntas que se le lanzaron.
Una vez escogido el lugar para realizar la entrevista —el banco de un descampado cercano a donde residía temporalmente—, y todavía comedido en sus palabras, empieza a contar las razones que le han llevado hasta donde está. "Cuando estaba a punto de entrar en la etapa de bachillerato, decidí no continuar y empecé a trabajar en la cocina", explica en un español perfecto. "No me gustaba estudiar". Esta situación sobrevenida, explica, es quizás de la que más se arrepiente.
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Tan pronto como se dio cuenta, Yasine se propuso retomar sus estudios, pero no en su ciudad, ni tampoco en su país, sino en España. El idilio de cruzar el charco hacia tierras españolas es una idea que ronda la cabeza de muchos jóvenes norteafricanos. Para evadirse de la monotonía de la gran capital, Yasine y sus amigos decidieron viajar a Oued ElKannar, un valle de rocas y cascadas cercano a la localidad de Chefchaouen. Allí es donde surgió la idea de asentarse en España.
13 de noviembre
Con el objetivo definido —llegar a España—, Yasine se apresuró a ganar el dinero justo para lograrlo. "Trabajé durante tres meses en Tánger para ahorrar lo suficiente", cuenta. Y al poco tiempo, a finales del pasado año, llegó a Málaga sin un céntimo en el bolsillo.
El joven magrebí recuerda que cuando llegó, no encontró forma de contactar con su familia. "Pasaron cuatro días hasta que pude volver a escuchar la voz de mi madre", expresa, emocionado. "Pensaban que estaba muerto". La oportunidad para hablar con su familia llegó donde menos se lo esperaba: en una peluquería regentada por un paisano suyo. "El peluquero me dejó su teléfono y pude hablar con mis padres y mis cuatro hermanos". Esto, cuenta, fue todo un alivio para ambas partes.
Pero la alegría de este reencuentro telefónico no duró mucho. "En ese momento tenía muchas cosas que hacer", explica Yasine. Y, relata, desde que llegó a España hasta que dejó el centro de menores, "estaba muy nervioso". Al encontrarse en situación irregular y ser menor de edad, "no podía buscar trabajo".
Después de llegar a Málaga, se desplazó a la capital. "En las calles de Madrid, me encontré con otra persona de mi ciudad y me dijo que debía ir a Toledo, porque allí las cosas estaban mejor que en Málaga o Almería", declara. Así que, "eso hice".
Yasine, tras pasar por la Comisaría de Toledo, estuvo durante unas semanas en la Asociación para la Integración de Menores Paideia de Toledo. Y, cuando quedaban tan solo tres meses para su salida, fue contactado por la Asociación Horuelo para participar en el programa. Esta entidad social, para ofrecer una solución al gran escollo de los centros de acogida, ofrece sesiones informativas a los menores que están a punto de alcanzar la mayoría de edad.
Un acercamiento progresivo
"Cuando hablas con ellos por primera vez no te terminas de fiar", confiesa Yasine. Esa es la sensación general de los jóvenes, que confían en su capacidad para salir adelante por sí solos o con ayuda de sus paisanos. Pero, recapacitan y recurren a su ayuda. "No podía salir del centro sin tener un techo bajo el que dormir". Yasine, que se siente más manchego que madrileño, está a la espera de que le trasladen a una vivienda en la provincia de Toledo. "Durante estos pasados meses Sofía y Manuel —los dos técnicos de la asociación— me han ayudado a construir mi vida", señala.
Sofía Rodríguez, la referente de emancipación de Yasine y técnica de Inserción Sociolaboral, detalla el proceso de acercamiento a los jóvenes tutelados. Primero, señala, "tenemos una entrevista informal en la que les explicamos en qué consiste el proyecto y las ventajas de vivir en una comunidad rural". También, continúa diciendo, "les preguntamos sobre sus perspectivas de futuro y les damos detalles para que valoren la propuesta". Y pasado un tiempo —unos dos o tres días— para que lo consideren con tranquilidad, "volvemos a contactar con ellos directamente para saber si han deciden participar".
Tras esta fase inicial, la asociación trata de ofrecer la mayor cantidad de información posible sobre el proyecto para que los participantes estén convencidos de que quieren seguir adelante. En la segunda fase, "tenemos una segunda entrevista más formal en la que recogemos todos los datos". Entre esta información se incluye la situación familiar y las expectativas de futuro que tiene el joven tutelado. "A partir de ahí empezamos a trabajar, marcándonos objetivos realistas y a corto plazo para conseguir ese otro gran objetivo que es al final poder emanciparse y poder vivir de manera independiente como cualquier otra persona", señala Rodríguez.
"Fomentar la autonomía"
"Me han dado un techo y me están ayudando a buscar trabajo y llevar una rutina", explica Yasine. El joven de origen magrebí cuenta cómo se desarrolla su día a día. "Me levanto, me ducho, desayuno y me pongo a hacer tareas de la casa", destaca. Esto se ha convertido en su rutina diaria. Después, inicia su búsqueda de trabajo mirando ofertas en portales web y asistiendo a entrevistas. En este proceso, cuenta con el asesoramiento de Manuel, el técnico de la Asociación Horuelo.
Para cubrir los gastos derivados del alojamiento, alimentación y otros gastos, la asociación le proporciona una ayuda de 260 euros al mes. Con esta cantidad incluso le sobra para ahorrar. Yasine, que ha pasado alrededor de un mes en el piso de Madrid, dice que no ha hecho mucha vida en la capital. En su anterior hogar, en el municipio manchego de Olías del Rey, su rutina era similar, pero tenía a sus amigos para pasar los ratos libres. El joven cuenta que echa de menos a un amigo suyo, de Guinea-Bissau, con el que conectó en seguida. "Espero reencontrarme con él pronto", confiesa.
"Con Yasine estamos trabajando para fomentar su autonomía", explica Sofía, la técnica de la Asociación Horuelo. Y añade que el joven "está empezando a ser independiente y muchas empresas se han interesado por su perfil". Por eso, "confían en que no pase demasiado tiempo hasta que el joven encuentre un empleo y complete el proceso de emancipación". Cuando el equipo de EL ESPAÑOL conversó con él y con la representante de la entidad social, estaban a la espera de la regularización de la situación del joven.