El reto de estudiar (y trabajar) con una discapacidad: cómo alcanzar la igualdad de oportunidades

La creciente sensibilización sobre las necesidades de las personas con discapacidad está cambiando un ecosistema que es cada vez más consciente de la diversidad humana

En el mundo laboral -e incluso en el académico-, no siempre se le ha prestado la atención que se merece a las necesidades específicas de quienes tienen algún tipo de discapacidad para facilitar su plena inclusión y ejercicio de sus derechos, lo que ha generado grandes dificultades para formarse adecuadamente o aspirar a un puesto de trabajo de calidad. No obstante, en los últimos años ha ido creciendo en la sociedad la concienciación en torno a esta situación, haciendo que el acceso a un empleo o a unos estudios universitarios sea ya una constante y no una excepción o moda pasajera.

En este sentido, Banco Santander es una de las entidades más comprometidas con favorecer entornos educativos y laborales que respeten la diversidad y en concreto la realidad de las personas con discapacidad, con el objetivo de que estas puedan desarrollar sus capacidades al máximo sin límites, y les permita centrarse en desarrollar sus competencias de cara a su futura etapa profesional. Estas iniciativas llegan en gran medida a través de la Fundación Universia, con una trayectoria y constancia por impulsar la diversidad, la equidad y la inclusión a través de programas de becas, formaciones digitales, programas de mentoring, empleo y prácticas para facilitar la entrada en el mercado laboral de los y las estudiantes con discapacidad.

Desde su puesta en marcha, Fundación Universia ha concedido más de 3.000 becas a estudiantes universitarios con discapacidad y ha apoyado de otras maneras a más de 100.000 personas. Además, enarbola una importante labor de concienciación que incluye, entre otras medidas, la activación de acciones de sensibilización como es su iniciativa “Abre tus sentidos”, en la que han participado más de 5.000 profesionales de toda España, o el desarrollo de informes sobre la evolución de la realidad de la discapacidad en las universidades españolas.

de los alumnos con discapacidad afirma haberse sentido discriminado alguna vez durante su formación en la universidad.

Este es el estudio ‘Universidad y Discapacidad’, entre cuyas conclusiones destacaba en su última revisión de 2021 que hasta el 21% de los alumnos con discapacidad afirmaba haberse sentido discriminado alguna vez durante su formación en la universidad. Solo el 2,3% de los encuestados opinaba que la situación “había mejorado mucho” respecto a años anteriores.

La adaptación de recursos y medios para estudiar en casa, la accesibilidad a la universidad y la docencia adaptada son algunos de los aspectos con mayor margen de mejora. Por otro lado, están aquellas universidades que sí han mejorado como los recursos y tecnologías digitales, las adaptaciones y mejoras de accesibilidad y la atención de sus necesidades por parte del profesorado. Son parcelas con historias de personas detrás, como la de Paula del Campo, una ingeniera de Telecomunicaciones de 25 años que ya conoce la experiencia de afrontar el reto de cursar una carrera universitaria y dar el salto al mercado laboral teniendo una discapacidad. En su caso, una afección ocular congénita que le impide enfocar correctamente, lo que le dificulta mucho percibir textos o gráficos en una pizarra, por ejemplo: “Bueno, si no puedo reconocer una cara de lejos por la calle, como mucho me puede hacer quedar como antipática por no saludar, pero la dificultad para mí viene dada porque no veo carteles y letras, sobre todo”, cuenta con humor.

En España hay 1.929.400 personas en edad laboral con algún tipo de discapacidad, un segmento con una tasa de empleo un 39,4% menor que las personas sin discapacidad

Paula trabaja en Banco Santander. Es su primera gran experiencia en el mercado laboral si bien, reconoce, “mi vida profesional es muy cortita y prácticamente ha discurrido toda con ellos”. “Cuando estaba acabando la carrera hice las prácticas a través de Fundación Universia en el programa Santander Start de Banco Santander. Unas prácticas de formación que no es que te lo pongan más fácil, sino que valoran lo que has estudiado, comprenden tu discapacidad y ven dónde puedes encajar mejor dentro del banco”, explica.

Eso ocurrió justo después de la pandemia y, pese a la incertidumbre que había, Paula asegura que fue la empresa la que tomó la iniciativa desde el primer momento para ofrecerle alternativas en cuanto a los puestos que prefería ocupar, así como de sus necesidades. “Caí en muy buenas manos”, reconoce. Aunque comenzó su labor en remoto pronto pudo “conocer a otros becarios del programa”, un contacto que también facilitó su convivencia porque “simplemente contar tu problema y que te apoyen te abre muchas puertas”, asegura.

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“Al principio, a lo mejor da miedo hablar de lo que te pasa cuando tienes que asistir a muchas reuniones en las que se comparten por pantalla muchas cosas que yo no podía ver. La primera vez lo tienes que explicar y decir ‘me pasa esto’ pero ya la segunda son ellos los que se preocupan y te preguntan si lo ves, si estás a gusto, etc.”, apunta.

Esa sensibilidad es una característica de la Fundación Universia que, durante todo el periodo de la beca de Santander Start iban llamando para ver si todo estaba bien y si necesitaba algo más, “como una pantalla de ordenador más grande o incluso reducción de jornada; siempre han estado muy pendientes y por eso ellos han hecho que mi incorporación al mundo laboral haya sido muy sencilla”.

Pero ¿es extrapolable la vivencia profesional de Paula al resto de personas que tienen una discapacidad? El asunto es muy importante porque, según datos del Ministerio de Trabajo y Economía Social, en España hay 1.929.400 personas en edad laboral con algún tipo de discapacidad (2022), un importante segmento de la población que, de hecho, mantiene tasas de paro superiores al resto (7,8%) y una tasa de empleo 39,4% menor que la de las personas sin discapacidad. Son datos que retratan la dificultad de inserción laboral de este colectivo, especialmente en quienes tienen menos de 25 años, una edad próxima a la de Paula. Por eso, su ejemplo es esclarecedor. Por una parte, está su formación y, por otra, su actitud enérgica y optimista, una forma de ser “de no callarme las cosas” que ha vencido todos los obstáculos que se le han ido planteando.

Creo que las brechas que afectan a las mujeres se han roto bastante antes que las que afectan a la discapacidad

Un paradigma más igualitario e inclusivo también comienza a ser algo más común en la universidad. Paula opina que donde se marca la diferencia es en el profesorado: “He tenido una experiencia muy buena, pero también cosas menos buenas, aunque siempre me he adaptado muy bien”. Dada su dificultad para ver la pizarra, “pedía apuntes a mis compañeras o lo cogía todo de oído como había hecho siempre y completaba la información posteriormente en casa”, explica Paula. Pero al margen de este esfuerzo, en las dos universidades en las que ha estudiado, ha contado con el apoyo de departamentos específicos para facilitar su inclusión. Son equipos que atienden caso por caso para determinar las necesidades que tienen y establecer, de igual manera, una mediación con los profesores para adaptar las clases en la medida de lo posible como dar los apuntes con antelación, proyectar diapositivas más legibles o dejarle más tiempo para hacer los exámenes: “Hacerme las cosas más fáciles no perjudica al resto”, concluye.

“Te suelen poner un tutor personal que te va haciendo seguimiento de lo que necesitas porque esta persona forma parte del profesorado y tiene relación directa con ellos, así que es más fácil dirigirse a esta figura”, describe esta ingeniera de Telecomunicaciones. Y es que, como apunta, “la falta de comunicación” es uno de los problemas más comunes. En todo caso, Paula afirma sentir que “el apoyo ha sido increíble. El estudio es el estudio, no te van a regalar nada, pero sí te facilitan el tener las mismas oportunidades que tus compañeros”.

Son formas de derribar esas barreras de las que tanto se habla, pero que aún tienen por delante mucho margen de mejora. Y es que Paula también está en condiciones de valorar si a las complicaciones derivadas de su discapacidad se le suman las de ser mujer: “En la universidad te preocupa porque ves cuatro mujeres de 80 alumnos y te dices ‘aquí pasa algo’. Pero en el ámbito profesional, y supongo que es porque Santander tiene una red muy amplia y con mucha potencia femenina, creo que eso está cambiando muy rápido”.