Vivir una guerra es algo que ningún niño debería experimentar. Si a esa experiencia traumática le unimos un diagnóstico de cáncer, el resultado puede ser catastrófico. Eso es lo que les ocurrió, en febrero de 2022, a los menores que se encontraban ingresados en hospitales de Ucrania.
Pero pronto una "cadena extensa de colaboraciones" se puso en marcha con un solo propósito: "Sacar a los niños gravemente enfermos de debajo de las bombas, y llevarlos a un lugar seguro, en el que poder reanudar los tratamientos médicos". Así explican desde la Fundación de Oncología Infantil Enriqueta Villavecchia el motivo por el que un mes después de la invasión rusa, 16 niños y niñas con cáncer fueron reubicados, junto a sus familias, en España.
Gracias al dispositivo desplegado por la fundación, todos ellos han podido, como explican desde la entidad, tener “la mejor calidad de vida posible mientras han seguido su tratamiento” en los hospitales de Sant Pau, Sant Joan de Déu y Vall d’Hebrón en Barcelona.
“Gracias a una ayuda de la Fundación Mutua Madrileña, desde la Fundación Villavecchia hemos podido sufragar los gastos del tramo final del dispositivo especial de acogida de 16 niños ucranianos con cáncer, como el alojamiento de las familias o el sueldo de la traductora ucraniana que los ha acompañado en todo momento, Leila”, explica a EL ESPAÑOL Òscar Marín, responsable de Comunicación de la entidad. El dispositivo, además, recibió el Civil Society Prize 2022 en diciembre.
El operativo
El dispositivo, cuenta, terminó este pasado mes de julio, con la vuelta a casa de las últimas familias. Pero, ¿cómo se desarrolló esta iniciativa? La Fundación Villavecchia fue la encargada de coordinar el operativo de acogida y las interlocuciones con las administraciones y organizaciones implicadas.
Para ello, trabajaron codo con codo con la Fundación Josep Carreras contra la Leucemia. Con ellos prepararon recursos y coordinaron un dispositivo complejo y muy delicado. Y es que tuvieron no solo que proporcionar el tratamiento que cada uno de los 16 pequeños necesitaba, sino también el alojamiento en dos pisos de acogida y en una casa, la manutención, la cobertura de necesidades básicas, los desplazamientos y todos los trámites que necesitasen estas familias ucranianas.
Pero no solo eso. Tal y como explican desde la fundación, también se cubrieron “sus necesidades de comunicación con intérpretes” y recibieron “atención y acompañamiento” de voluntarios en temas como la escolarización o su propio ocio.
Más de 50 voluntarios
La iniciativa de la Fundación Villavecchia no hubiese sido posible, cuentan desde la propia entidad, sin la participación de cincuenta personas voluntarias que les han apoyado en todo su camino. Especialmente, ponen el foco en los intérpretes que han trabajado en este dispositivo mientras ha estado en marcha.
Las personas que han participado en el voluntariado asegura, además, que la experiencia trabajando con estos niños y niñas les ha cambiado la vida para siempre.
Sin el personal voluntario, la coordinación no hubiese sido posible. Y esta ha sido "fundamental para dar a las familias las herramientas necesarias para seguir su camino”, explican desde la fundación. Y añaden que, desgraciadamente, “la guerra continúa, pero nos queda la satisfacción de haber ayudado y acompañado a estos niños y niñas en el peor momento de sus vidas”. Porque, zanjan, “nunca los olvidaremos, contentos de haber hecho todo lo posible por verlos sonreír”.