Poner varias alarmas para despertarnos o posponer la única que tenemos "solo unos minutos" suele ser una práctica muy habitual. La pereza por levantarnos cada mañana o el 'placer' de disfrutar unos minutos más en la cama, antes de afrontar un intenso día de trabajo, invita a retrasar el momento de comenzar con la rutina.
En cualquier caso, lo que se podría considerar un hábito negativo e incluso perjudicial, podría ser todo lo contrario. Es la conclusión a la que llega un estudio de la Universidad de Estocolmo (Suecia), publicado el pasado martes en la revista científica Journal of Sleep Research.
Según los investigadores que han desarrollado el estudio, pasar 30 minutos más bajo el edredón pone a la persona más en alerta por las mañanas. Tal y como señala el artículo, las personas que descansaron media hora más obtuvieron mejores resultados en las pruebas que realizaron al despertarse que las que se levantaron de forma precipitada.
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"Los hallazgos indican que no hay razón para dejar de dormitar por la mañana si lo disfrutas", asegura la doctora Tina Sundelin, de la Universidad de Estocolmo. "De hecho, puede incluso ayudar a aquellos con somnolencia por la mañana a estar un poco más despiertos una vez que se levantan", añade.
El hecho de no despertar de forma repentina de la fase de sueño REM, fase del sueño profundo en el que se producen la mayoría de sueños, aumenta el rendimiento de la persona.
Mejora en el rendimiento
El equipo de investigadores realizó dos experimentos. En el primero, se realizaron pruebas con 31 personas que alargaron 30 minutos más el sueño y se llegó a la conclusión de que dormir unos minutos más mejoraba o no afectaba al rendimiento en pruebas de memoria, concentración y matemáticas, en comparación con las personas que despertaban de forma repentina.
En un segundo experimento, los investigadores analizaron los hábitos matutinos de 1.732 adultos. Un 69% de ellos aseguró que usaba la función de repetición o establecía alarmas múltiples, al menos "a veces".
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El tiempo que dedicaban estas personas a dormitar cada día variaba de uno a 180 minutos, con un promedio de 22. Estos 'dormilones' tendían a ser "noctámbulos" más jóvenes, que dormían menos en general.
La razón principal que daban estas personas para demorar el momento de levantarse era que se sentían "demasiado cansados para despertarse", seguida de "sentirse bien" y querer "despertarse más despacio/suavemente".
Aunque, en ambos casos, los participantes del estudio se sintieron igual de somnolientos al despertarse, las personas que habían podido dormir 30 minutos adicionales obtuvieron mejores resultados en las pruebas.
Tal y como explicó la doctora Sundelin, "si la primera alarma interrumpe el sueño REM, echarse una 'cabezadita' puede dar la oportunidad de alcanzar una fase de sueño más ligero antes de tener que despertarse del todo". "Esto podría facilitar el despertar y disminuir los efectos somníferos de la inercia del sueño, el periodo de transición del sueño a la vigilia caracterizado por la disminución del rendimiento y la somnolencia", añadió.