“Los niños, en función de la edad que tengan, muestran esa sensación de culpabilidad y de no haber sido capaces de defender a su madre”, explica Rocío Ortega López, técnico superior de integración social de la Oficina Provincial de Cruz Roja Española en Albacete y encargada del programa Creando Ilusiones en la provincia castellanomanchega. Creando Ilusiones es una iniciativa de Cruz Roja y Fundación Mutua Madrileña que se propone la mejora de las relaciones y vínculos maternofiliales entre mujeres víctimas de violencia de género y sus hijas e hijos a través de las actividades de ocio.
Y esa culpabilidad es también la que atormenta a las mujeres: no haber sido capaz de defender a sus hijos. En ambos casos, señala Ortega, “el aislamiento se convierte en un síntoma de la violencia”. Por eso, tanto a las mujeres como a los niños y adolescentes les cuesta mucho salir de esa cárcel que se imponen. “Trabajamos su relación para que esa culpabilidad vaya disminuyendo”, añade.
Lo más común es que estas familias se incorporen a Creando Ilusiones desde otros proyectos de Cruz Roja Española. Es una actividad que forma parte de una labor integral para la recuperación emocional y social de las mujeres y niñas/os en esta situación: “Las mujeres llegan emocionalmente devastadas y los hijos exactamente igual o incluso peor, pero más encubiertos”, asegura Ortega.
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Actualmente, alrededor de 300 niñas y niños de 23 provincias españolas se benefician de actividades de todo tipo, en muchas ocasiones junto a sus madres, como vía para recuperarse emocionalmente tras el sufrimiento vivido y reforzar la relación maternofilial. Acroyoga, limpiezas de playa o tertulias-café son algunas de las acciones que se llevan a cabo dentro del paraguas de Creando Ilusiones.
Lo primero que hacen desde Cruz Roja es hablar con las madres y ofrecerles participar en el proyecto. “Se les ofrece la posibilidad de hacer actividades divertidas con sus hijos a coste cero”, explica Ortega. En la mayoría de los casos, cuenta, “son actividades que, por la situación económica que ellas tienen, no se pueden permitir”. Por eso, suelen estar muy receptivas y aceptar participar.
“El hecho de que estas familias participen de forma activa, no es tan sencillo como, '¡vamos a merendar unas pizzas!, o ¡vamos a hacer una excursión a la playa!'”, confiesa Ortega. El nivel de desgaste emocional y social es notable.
“Están deterioradas emocionalmente, entonces les cuesta muchísimo implicarse en la actividad”, añade. Es en este apartado donde cobran un papel fundamental las propias participantes. “Se apoyan entre ellas, y las que llevan más tiempo hacen que las nuevas se vayan integrando e involucrando de forma activa”, explica Ortega.
Apoyo entre iguales
Sonia (61 años) decidió ponerse el chaleco de voluntaria de Cruz Roja para ayudar a las madres víctimas de violencia de género. Esta mujer cuenta en declaraciones a EL ESPAÑOL que es una de las mejores decisiones que ha tomado.
“Me siento tan feliz cuando veo esos pequeños logros que van alcanzando”, explica. Y añade que ha podido vivir con ellas todos su proceso de recuperación: “Ves en qué situación llegaban y cómo se van transformando a medida que participan en salidas y encuentros con sus hijos; es admirable”.
“Rocío es un pilar fundamental”, reconoce Sonia. La técnica es una referente de aquellas mujeres que pasan por Creando Ilusiones en Albacete. Sonia cuenta que ella promueve que las 15 voluntarias que participan en el programa se vinculen con las madres para que se puedan abrir hacia ellas.
Una de las cosas que más impresiona a Sonia es la capacidad que tienen las madres de sobreponerse a la experiencia de violencia de género que han sufrido. “Lo que a mí me impresiona y me gusta es ver a las madres disfrutar como si fueran niños”, explica. Y lo que contribuye a ese sentimiento es que las actividades son muy variadas.
Visitas al Bioparc, al museo, a la Universidad de Albacete, al río, a las camas elásticas, o algo tan sencillo como ir a comer o cenar a un restaurante ayudan a fortalecer el vínculo entre maternofilial. Los viernes por la mañana, las usuarias y las voluntarias celebran cafés-tertulia, talleres donde se centran en ellas a través de actividades como la meditación, talleres de atrapasueños o ejercicios para reforzar la autoestima como la técnica del espejo.
Cuando se incorporan, “vienen con una autoestima muy baja”, explica Sonia. “Al ir pasando el tiempo, van adquiriendo ellas más fortaleza interna y se valoran más”. Y ese autofortalecimiento hace que “vayan fluyendo más esos vínculos con sus hijos”.
Desnormalizar la violencia
Ortega afirma que a veces es complicado trabajar con los niños porque sus habilidades sociales han sido mermadas casi por completo. “No hay que olvidar que son niños que han estado muy expuestos a situaciones de violencia”, señala. Por eso, “su nivel de agresividad muchas veces es muy alto y relacionan de forma agresiva, juegan a pegarse”, añade. Es algo que “tienen muy normalizado”.
Con actividades grupales se trata de revertir este patrón. “El compañero depende de ti y tú dependes de él”, resume Ortega. De esa forma, ellos mismos encuentran “una forma sana de relacionarse con los demás, sin violencia”, añade Ortega.
Actividades personalizadas
Cada año, desde Creando Ilusiones realizan un seguimiento inicial donde se presentan a las nuevas familias y valoran la evolución de cada una de las que participan del programa. Y, cuando finaliza el año, tiene lugar una valoración final para hacer un balance de las actividades que se han desarrollado.
“Les preguntamos qué les gustaría hacer o qué querrían que tuviéramos en cuenta para el próximo año”, explica Ortega. Con ese feedback, las técnicas de Cruz Roja programan las actividades en función de las preferencias de las participantes. “Basándonos en las demandas, tenemos un listado de actividades que se les proponen y ellas van eligiendo; siempre se tienen en cuenta los intereses de las madres y de los niños”, señala Ortega.
Por esa atención tan personal y la metodología participativa, abierta y reflexiva, donde son ellas mismas son quienes deciden quedarse tras apoyarlas para adquirir herramientas de gestión emocional, recuperar el control de su vida y el vínculo con sus hijos e hijas,
El programa de ocio terapéutico es una puerta de entrada para un trabajo más integral con las familias: “Es como el pegamento que necesitamos para que vean que podemos ayudarlas y trabajar más en profundidad”, concluye Ortega.