Rosa Sánchez de la Vega, se ha citado con Nacho Cardero en las oficinas de la redacción de El Confidencial periódico del que es director porque acaba de publicar Aquello que dábamos por bueno con editorial Espasa.
El libro invita a una lectura a corazón abierto, sin anestesia, sincera, inevitablemente cruda, como lo son todas las emergencias. La vida por fuera de la literatura, la esperanza feroz, primitiva. Son las memorias de alguien que vive muy rápido.
Cardero reflexiona sobre la permacrisis, los problemas sociales, las redes sociales y los medios de comunicación. Asegura que no es un diario personal, ni un ensayo, ni una crónica periodística.
Pregunta.- En un mundo en el que siempre etiquetamos todo, escribes un libro sin etiquetas.
Respuesta.- Lo que pretendía es que cuando tú te enfrentaras a él, no pudieras encasillarlo y te enganchara, porque no es una historia sobre mí, sino una historia sobre nosotros, que la gente se viera reflejada, atrapada por una atmósfera que es la que le da una etiqueta al libro.
Y es un grito de rabia porque el libro tiene un poco de catarsis individual y colectiva. Un golpe sobre la mesa. El de mi generación, que es la de muchos de los que nos escuchan, y que han visto cómo de repente los cimientos sobre los que se sustentaban sus vidas se han derrumbado.
P.-Catarsis individual y colectiva en la que divides a las personas en dos tipos: Las que ostentan el monopolio de virtud y poseen la verdad, volcándola en las redes sociales bajo la sumisión de la razón y la destrucción del individuo.
R.- Básicamente lo sufrimos todos. Vivimos en un mundo polarizado donde nos desenvolvemos en burbujas, donde solamente escuchamos lo que queremos oír, no dialogamos, ni somos capaces de llegar a acuerdos.
Y frente a esa gente que se arroga en el monopolio de la verdad y de la virtud, yo siempre me sitúo en el lado contrario, que es el mundo de la duda. Y me enfrento a opiniones contrarias que me rebatan.
Posiblemente este tipo de personas no tengan tantos seguidores en las redes sociales, pero son personas muy necesarias para que la sociedad avance, porque la duda es lo que hace avanzar las sociedades.
P.- El otro tipo de personas son los que el progreso se encuentra en la discusión. Creo que son los que más avanzan a pesar de ir caminando más despacio.
Totalmente y por fortuna, a pesar de este negativismo que impregna muchos de los medios de comunicación, al final las sociedades siempre van a mejor porque hay una parte de la sociedad que es mayor de lo que nos creemos pero que permanece un poco más silenciosa, que realmente lucha para mejorarla.
A este tipo de personas las llamo escépticos constructivos, que luchan por el triunfo pero son conscientes de que pueden fracasar y nunca se creen en posición de la verdad.
P.- Un parto prematuro en un espacio aparentemente pequeño comparado con lo que es la vida. La vida y la muerte; la de tu padre y al mismo tiempo el nacimiento de tu hija.
R.- Sí, lógicamente cuando enfoco este libro, lo hago desde mi experiencia personal y profesional. El tema de cómo vivimos en este mundo incierto, y cuento la experiencia del fallecimiento de mi padre y también las circunstancias bastante complicadas del nacimiento de mi hija.
Y después este periodo entre el 2020 y el 2023, en el que he tenido dos hijos en una situación muy compleja, en el que hemos perdido todos los referentes de los principios y los valores, la moralidad de nuestros tiempos, en un momento en que hemos matado a la patria y que hemos matado a Dios nos quedan pocos referentes y en este mundo distópico yo he encontrado donde asirme y ha sido en mis hijos.
P.- El desasosiego se abre con la incertidumbre.
R.- Sí, vivimos en la era de la incertidumbre, y para eso hay que abrazarla, hay que saber cómo vivir con ella. El problema no son tanto las crisis que hemos vivido, sino nuestra incapacidad para asimilar dichos cambios y para abrazar la incertidumbre. Eso es lo que nos ha producido el desasosiego, eso es lo que nos ha producido la fragilidad.
En cuanto seamos capaces de saber el contexto en el que nos movemos, creo que podremos caminar mejor y más tranquilos por esta sociedad. Como la inteligencia artificial a pesar del miedo que trae consigo el que pueda destruir nuestros puestos de trabajo, nuestra forma de entender la vida debemos entenderla como algo positivo.
P.- El mal uso de la infodemia.
R.- Hay mucha información, hay mucho ruido y muy poca señal. Lo malo es que se confunde la información de calidad con otro tipo de contenidos que tienen otros intereses más espurios.
Ahora mismo nos dejamos llevar más por los tuits de 140 caracteres que por una reflexión profunda de los hechos que están aconteciendo.
P.- El ruido de las bombas y el peso de los muertos, unas guerras que se solapan con otras, ¿hacia dónde vamos?
R.- Es el mundo que tenemos, desgraciadamente Ucrania pasó de los titulares de las portadas a ser un breve en el interior de nuestros periódicos en cuanto llegó otra crisis.
Entonces el problema de este mundo es que todo va tan rápido que nos quedamos en lo superficial, en el titular. Y eso es una desgracia porque al final nos afecta cognitivamente, a la hora de poder reflexionar, analizar y cuestionarnos la realidad.
P.- La verdad, la moral y la convivencia se pierden en la neblina. pero ¿qué verdad? Por ejemplo: la amnistía no estaba en el programa del gobierno. Y ahora se valida para quién cree poseer una verdad tan susceptible.
R.- El libro no puede ser más actual, porque tú coges “Aquello que dábamos por bueno” y dices, no sé si jamás hubiéramos imaginado pactos a los que se han llegado para la gobernabilidad del país, no sé si hubiéramos sido capaces de imaginar las manifestaciones que ha habido en la calle Ferraz, esta polarización, las dos España, que siempre se ha dado, pero el hecho es que ahora se verbaliza y se aplaude.
Se han derrumbado todas nuestras columnas y ya no sabes qué es la verdad y qué es la mentira, y cuando empiezas a dudar es lo que yo llamo el relativismo imperante.
El verdadero problema es que la verdad ha muerto.
P.- Para terminar tiramos de refranero español. “Detrás vendrá quién a mi bueno me hará” ¿crees que se ajusta a la vida de ahora?
R.- Yo creo que sí, fíjate, tenemos que ser optimistas en el largo plazo y creo que la sociedad será mejor. Con lo cual no podemos juzgar con los criterios actuales lo que va a venir en el futuro, porque será distinto.
Lo juzgamos por unas generaciones que no empatizan con lo que están viendo. Ese es nuestro principal fracaso. Por eso como hay un “gap", hay un desequilibrio generacional entre los dos, yo quiero creer que lo que viene va a ser mucho mejor.
P.- El mundo del futuro será un mundo mejor pero antes habrá que luchar por él y la inacción siempre conducirá al desastre.
R.- ¿Sabes lo que pasa? Que uno puede tener distintas ideas y situar su ideología, pero hay cosas que son comunes a todos. Los derechos fundamentales son comunes a todos, como el derecho a la vida.