La foca robot que ayuda a personas con alteraciones neurológicas en las residencias de mayores
Un estudio científico busca evidencias de mejora en la calidad de vida de las personas usuarias de centros de mayores, mediante la terapia con un robot en forma de foca que, incluso, se valora como alternativa a algunos tratamientos farmacológicos.
De apariencia encantadora y dotada de inteligencia artificial, la foca Paro es un robot social —un dispositivo autónomo capaz de interactuar y comunicarse con los humanos— que se emplea como terapia para aliviar la sintomatología de personas con demencia, determinadas discapacidades u otros trastornos.
En nuestro país este adorable robot se ha registrado con el nombre comercial de Nuka, y es una residente más en algunos centros de mayores donde se utiliza para llevar a cabo lo que se conoce como roboterapia.
Tras comprobar los beneficios de las terapias con animales en las personas mayores, la comunidad científica se preguntó si el uso de robots tendría los mismos efectos terapéuticos. Y la evidencia actual parece afirmar que así es. Autómatas como Nuka, que simulan los movimientos y sonidos de un animal, parecen generar una respuesta tranquilizadora y positiva en las personas con deterioro cognitivo.
Paro (Nuka en España), fue creada en 1993 por el ingerniero japonés Takanori Shibata.
Uno de los primeros centros en España en recibirla fue el CREA (Centro de Referencia Estatal de Atención de Personas con Enfermedad de Alzheimer), situado en Salamanca. Se trata de un centro público dependiente del Imserso, especializado en la investigación y atención a las personas con enfermedad de Alzheimer y otras demencias. Aquí llegó Nuka en 2009.
Este centro salmantino ha liderado en nuestro país un estudio para constatar la eficacia del robot en personas mayores con demencia. En los últimos diez años, se han realizado investigaciones similares en países como Canadá, Australia o Noruega. “Que se haya comprobado que puede ser efectivo en otros entornos culturales no justifica que tenga que serlo en el nuestro. Es una de las cuestiones que queríamos comprobar”, explica Enrique Pérez, responsable de investigación del CREA.
Sobre los resultados, que se publicarán a lo largo de este año, Pérez avanza que son positivos: “Hay cierta efectividad de la terapia robótica. Hemos comprobado que los participantes que han recibido la terapia han mostrado una mejoría significativa en la calidad de vida y también hemos demostrado una reducción de los síntomas depresivos y de la agitación”.
Un usuario de la residencia CleceVitam San Francisco (Palencia), interactúa con la foca robot.
“Se muestran más alegres cuando interactúan con Nuka”
El estudio se llevó a cabo durante seis meses en 14 residencias españolas, tanto públicas como privadas, 8 de las cuales son gestionadas por Clece o alguna de sus filiales, pues ya contaban con una amplia experiencia en el uso de Nuka. La compañía tuvo su primer robot en 2019 y desde entonces ha extendido su uso a casi todos sus centros.
“Se ha comprobado que tiene efectos similares a los que sentimos cuando interactuamos con animales de verdad porque presenta características parecidas: tiene un pelaje suave que puedes acariciar y responde de una forma muy amigable. También se ha visto un efecto social. Las personas tienden a hablar con Nuka igual que nos pasa cuando estamos en presencia de un animal y es muy importante porque se genera una interacción social”, explica Pérez.
Las emociones que se generan con esta interrelación tienen un gran impacto positivo en la calidad de vida de las personas con demencia y grave deterioro cognitivo. “Se muestran más alegres cuando interactúan con Nuka. Se ríen más, tienen expresiones faciales más animadas. Eso como poco ya nos parece valioso. Creemos que para personas que tienen unas capacidades limitadas, poder experimentar disfrute, socializar y poder participar en actividades normalizadas es muy importante”, continúa el investigador.
Los efectos positivos que se buscan en la terapia con Nuka tienen mucho que ver con la posibilidad de sustituir o reducir los potentes tratamientos farmacológicos en las personas con demencia. El tratamiento de esta enfermedad es muy complejo y requiere tanto de medicamentos como de intervenciones no farmacológicas (como son la actividad física y las terapias psicosociales). “El problema es que los fármacos pueden tener efectos secundarios, son caros y no siempre controlan los síntomas”, advierte Pérez. Por eso, comprobar si se puede rebajar el consumo de psicofármacos es otro de los principales objetivos del estudio de este centro, aunque este es uno de los aspectos que los investigadores continúan analizando.
Las sesiones de terapia con la foca robot están destinadas a conocer el animal y trabajar aspectos como la psicomotricidad, la memoria o las emociones y, a largo plazo, es cuando se podrían valorar cambios en el tratamiento. En otros países se ha comprobado que la terapia sí es efectiva para ello, aunque tenemos un ejemplo aún más cercano en el estudio interno que Clece realizó hace dos años, en seis de sus centros CleceVitam.
“Según nuestra experiencia, lo que se comprobó es que no hubo un aumento de medicación en las personas, incluso en uno de los casos, llegamos a retirarle el ansiolítico que estaba tomando”, cuenta Cristina Rodríguez, directora de CleceVitam.
Socializar es muy importante para mantener y mejorar la salud cognitiva de las personas mayores.
Los beneficios observados entonces en estas residencias coinciden con los efectos alcanzados ahora en el estudio del CREA, según los resultados preliminares. El más evidente, explica Rodríguez, es que la terapia con Nuka “reduce cualquier episodio de agitación leve”. “Tiene efectos positivos sobre todos los síntomas neuropsiquiátricos, es decir, la agitación, la ansiedad, la depresión y, por ende, lógicamente, repercute en su calidad de vida. La persona está más tranquila, más receptiva. Conseguimos nuevos estímulos que con otras intervenciones terapéuticas no se consiguen”, añade.
¿Por qué una foca?
La foca no es un animal con el que estemos acostumbrados a interactuar. Y esa es precisamente la razón por la que Nuka ha adoptado la forma de este encantador mamífero. Creada por el ingeniero japonés Takanori Shibata en 1993 (aunque no se presentaría al público hasta 2001), hace ya más de una década que llegó a España. Shibata quería evitar que las personas pudieran mostrar rechazo ante el robot, por lo que escogió un animal del que desconocemos su comportamiento. Si nos presentaran un robot que imita los movimientos de un perro o un gato, con los que tenemos mucha más experiencia, sería más fácil de detectar que no se trata realmente del animal, según explica el investigador del CREA.
La llegada del robot a las residencias resulta de lo más novedoso y genera mucha curiosidad entre los mayores. Está dotado de múltiples sensores que le permiten reaccionar de diferentes maneras según interactúen con ella. “Es capaz de dirigir su mirada hacia las personas que están hablando e incluso puede aprender su nombre o comportamientos por reforzamiento”, describe Pérez. Reacciona cuando la acaricias, si le tocas los bigotes puede que aparte la cara o, si le rascas el cuello, emite un sonido cercano al ronroneo. Hasta ahora, asegura el investigador, no ha habido nadie que se haya resistido a los encantos de Nuka.
Takanori Shibata, creador de la foca robot durante la presentación del ensayo clínico en el CREA en Salamanca. (Imagen cedida por el CREA)