El hotel Bahía Príncipe Grand Samaná es el centro de operaciones desde el cual EL ESPAÑOL realiza su segundo viaje este año de la mano de Soltour a aguas del Mar Caribe. Si bien los temazcales, cenotes y pirámides centenarias de México nos conquistaron gracias a esa miscelánea de mitos y leyendas imbricadas en la historia precolombina, República Dominicana se erige como un destino muy distinto. Sus ciudades y virtudes naturales están igualmente llenas de anécdotas y recuerdos de otra era; sin embargo, es su ritmo slow de puestas crepusculares y turismo de sol y playa lo que la hace brillar con una luz propia muy distinta.
Samaná, concretamente, se ha convertido en uno de los destinos turísticos favoritos de los visitantes que acuden a tierras dominicanas, hasta el punto de que, cada vez más, rivaliza con Punta Cana. Cada año, la península samanense, situada al norte del país, recibe a cientos de miles de visitantes de todo el planeta. Si bien las estadísticas oscilan año a año, alrededor de 200.000 personas toman tierra anualmente en este enclave del litoral caribeño. Y España, cada vez más, se está convirtiendo en uno de los principales mercados a los que va destinada su oferta hotelera.
El español Grupo Piñero, sabedor del activo que supone República Dominicana para el mercado turístico internacional, ha potenciado en el país la presencia e imagen de varios hoteles distribuidos en algunos de sus puntos calientes –Punta Cana, La Romana, Cayo Levantado, Samaná–, y ofrece una variedad de opciones de alojamiento que oscilan desde resorts todo incluido hasta hoteles de lujo absoluto, lo que cubre a diferentes tipos de viajeros y presupuestos. Precisamente, a través de la turoperadora independiente más grande de España, Soltour, organizar un viaje de estas características es más accesible que nunca.
Bahía Príncipe Grand Samaná se encuentra a caballo entre ambos mundos: por un lado, ofrece todos los equipamientos propios de un hotel all included de lujo. Sin embargo, al ser mucho más pequeño que otros de su línea, sumado a su filosofía adults only, sólo para adultos, se muestra como un perfecto hotel boutique. Cuenta con alrededor de 18.000 metros cuadrados de terreno y su propia playa, Chinguela Los Cacao.
Orientado hacia el Atlántico, desde sus habitaciones ofrece unas vistas deslumbrantes del océano, de la isla de Cayo Levantado –situada a una media hora de distancia, sólo accesible en lancha desde el puerto– y permite la observación de unas privilegiadas puestas de sol que se reflejan sobre el mar. Envueltos en las paredes y columnas coloniales de colores blancos y rosas que presiden el escenario del hotel, la primera tentación del viajero consiste en visitar dos enclaves turísticos de primer nivel: Cayo Levantado y Los Haitises.
El espectáculo natural taíno
Los Haitises es uno de los parques nacionales más importantes de República Dominicana; un pulmón verde que acoge una envidiable biodiversidad que incluye aves como el gavilán de La Española, los alcatraces, las tijeretas, las cotorras y las lechuzas orejitas; también a curiosos visitantes de las profundidades, como los manatíes, las estrellas de mar que saltean el dorado fondo de aguas cristalinas donde desemboca el río Yuna, el más largo del país, que mezcla su agua dulce con la salada; y, en temporada, las gigantescas ballenas jorobadas provenientes del Atlántico, principal atractivo turístico de la región.
A bordo de una embarcación techada que gestiona otra de las compañías de referencia en República Dominicana, Coming2, empresa de gestión de destinos, descubrimos muchas de las especies endémicas que se esconden entre sus mogotes, las características formaciones kársticas de piedra caliza salteadas de flora autóctona que se levantan, como erizos de piedra verdes, en mitad del agua, y que confeccionan un paisaje de película.
La lancha rodea el espectáculo natural de Los Haitises y se introduce, poco a poco, en algunos de los 290 kilómetros de manglares y ciénagas, donde los inquietos mosquitos aguardan a apuñalar las pieles de los turistas desprevenidos que aún no se han rociado de repelente. En tierra, los ancestrales senderos de Los Haitises conducen hacia las cuevas con petroglifos y pictografías centenarias elaboradas por los taínos, los ascendentes precolombinos emparentados con los arawak, principales habitantes de las Antillas y las Bahamas. Caminar por sus paisajes se siente como una experiencia mística; una suerte de viaje espaciotemporal hacia lo primigenio.
Durante esta pericia telúrica resulta imprescindible visitar la Cueva de la Arena o la Cueva de San Gabriel, que contienen muchos de estos importantes exponentes del arte rupestre taíno. Sus pictografías evocan a un significado religioso, ritual y social y rinden pleitesía a los zemíes, los dioses y antiguos espíritus a los que les rezaban sus habitantes. En las piedras que reciben a los visitantes en las fachadas de las cuevas no es raro encontrarse rostros ancestrales tallados a mano.
La siguiente parada organizada por Coming2 es la isla de Cayo Levantado, uno de los epicentros turísticos de lujo de Samaná. Situado en su bahía, y conocida con el sobrenombre de 'isla Bacardí', destaca gracias a sus níveas playas de arena blanca y aguas cristalinas y color turquesa. Allí no es raro encontrarse con visitantes que practican kayak, paddleboarding y esnórquel, muchos de ellos clientes de un auténtico oasis hotelero, el Cayo Levantado Resort, joya de la corona de Grupo Piñero
Ya de vuelta en tierra y sentados a la mesa con vistas al mar del Grand Samaná, no falta en el menú del hotel una selección de productos locales de primer nivel, como el mero o la dorada; tampoco el pescado cocinado con coco, mezcla irresistible de dulce y salado; el sancocho samanense, guiso de carne y tubérculos –yuca, plátano, yautía– que incluye pollo, res y cerdo; o el locrio de pescado, cuyo primo hermano español sería una paella de arroz bien surtida, sólo que la versión dominicana queda sazonada con hierbas y especias locales. Todo ello, regado con algunos de los jugos típicos del país, como el de chinola (maracuyá) o el de tamarindo, y los excelentes cócteles –dos imprescindibles, la piña colada y el coco loco– que estimulan los sentidos y la magia de la vida en las noches estrelladas.
Llevados por la agenda de Soltour, también hemos podido caminar por las serenas playas de la bahía de Samaná, recogido cocos mecidos por el agua límpida, llevado en nuestras manos zumos de piña en sus respectivas frutas frescas y caminado largas horas por una de las mejores reservas naturales del mundo mientras nuestras pieles se tostaban al sol. La anaranjada despedida del sol se deshace ante los atentos ojos de los inquilinos del Grand Samaná, que sueñan con ver uno de esos rayos verdes que enamoran a las parejas y seducen los recuerdos.