La llegada masiva de turistas a nuestras playas va camino de suponer un grave problema para nuestro país. Por eso, ya se estudian diferentes medidas legales para intentar contener estas masificaciones que terminan provocando aglomeraciones y destrozos en muchos de nuestros entornos naturales. 

Un país que vive una situación bastante similar es Italia. Uno de nuestros países hermanos, con el que compartimos clima y cultura, también vive una época complicada para muchos de sus lugares que se han convertido en reclamos turísticos. Cada vez es más complicado pasar unas vacaciones de ensueño, las cuales se terminan convirtiendo en una pesadilla. 

Una de las tradiciones más repetidas son las vacaciones romanas, un viaje que se suele realizar a partir de mediados de agosto y que suele movilizar a unos 13 millones de personas por todo el territorio nacional. Con estos viajes celebran Ferragosto, una antigua festividad instituida por el fundador del Imperio Romano Augusto para dar un respiro a los trabajadores, y la fiesta católica de la Asunción de María.

Sin embargo, estas cifras hablan solo del turismo nacional, a lo que habría que añadir los millones y millones de visitantes que llegan al país en la segunda quincena de agosto. Números que terminan provocando un caos de malos comportamientos y accidentes que acaban por triturar la tranquilidad los espacios más bonitos de Italia. 

Por esta cuestión en el país transalpino han puesto en marcha una serie de normas y restricciones para intentar controlar, y en algunos casos acabar, con los excesos que ha provocado el turismo en zonas como Cerdeña, Puglia o muchas de sus majestuosas ciudades. Ir a la playa es cada vez más complicado y países como España ya toman nota de estas prohibiciones. 

Ni toallas ni sillas

Italia se ha puesto seria con el control del turismo y está sentando las bases que muchos países quieren seguir. Por ello, ha tomado varias decisiones importantes que marcarán un antes y un después en lo que a las playas se refieren. Prohibiciones que se están haciendo profundamente virales. 

Una de las más innovadoras es la crear aplicaciones para reservar una zona de la playa por un tiempo limitado. Algo parecido a lo que sucedía durante la época de la Covid-19, cuando las playas estaban divididas en porciones de terreno. Ahora, antes de ir, tendrás que hacer tu reserva. 

Vista aérea de una playa llena de gente. iStock

Sin embargo, otras tienen que ver directamente con la contaminación o con los destrozos que se llevan a cabo en estas zonas. Por ejemplo, en algunas playas se ha prohibido meter plásticos o incluso fumar para evitar los restos de colillas

Pero estas prohibiciones van mucho más allá e incluso se llegan a prohibir las toallas, las sillas y las sombrillas. Esta última prohibición es especialmente estricta en zonas de rocas, para evitar su deterioro. El fin de estas medidas es hacer más incómoda la estancia de los turistas y que vayan menos, reduciendo las aglomeraciones. Durante ciertas jornadas se prohibirá poner todo este tipo de cosas en playas bajo riesgo de multas de hasta 500 euros.

Prohibido nadar por la noche

En zonas como Cerdeña se han prohibido los baños por la noche. Así lo ha anunciado el alcalde de la localidad de Olbia. Tampoco se permiten las acampadas en la playa, las fogatas e incluso el uso de sillas y toallas durante la noche para intentar limitar las juergas nocturnas. También hay límites para poner música por la noche, aunque en este caso son mucho más generosos y se permite 'armar escándalo' hasta las 5 de la mañana. 

Regiones como Sassari tienen una reglamentación más estricta, ya que la música debe parar a las 02:00 horas. Y en puntos turísticos de la isla como Platamona, Porto Ferro y Argentiera, la hora límite es las 3 a. m.

Otra de las medidas más curiosas que se han puesto de moda en Italia para controlar los problemas derivados del turismo son los semáforos para selfies. En ciudades como Roma, Florencia o Venecia, se han instalado semáforos provisionales como medida de control de grandes masas de gente en zonas de gran afluencia peatonal para impedir que la gente se pare a hacerse selfies y bloquee la circulación.

Además, en la Costa Amalfitana, uno de los puntos de mayor belleza del país, las autoridades regulan el número de vehículos que colapsan las pintorescas y estrechas carreteras de la zona. Para ello, han limitado alternativamente la entrada de matrículas pares e impares en determinadas durante las horas de mayor afluencia.

Por si esto fuera poco, cada vez más ciudades y regiones se han sumado al barco de Venecia, que introdujo una tasa de entrada turística. Es el ejemplo de la isla de Capri, donde cobrarán el doble de la tasa de aterrizaje habitual. Y por ejemplo, en regiones de montaña como el Trentino, se están utilizando monitores para controlar el flujo de excursionistas llegando a cerrar los senderos que estén demasiado concurridos.

Italia ha puesto en marcha ya algunas de estas medidas y otros países de Europa que tienen problemas con la masificación del turismo se encuentran estudiando su impacto y sus efectos de cerca.