Bidi Bidi en un campamento de refugiados en Uganda que ha llegado a la categoría de ciudad. Si un pueblo se considera urbe cuando tiene más de 10.000 habitantes, este asentamiento estaría entre las 15 poblaciones más habitadas de España con casi 300.000. Aun así, es un campo de refugiados, la mayoría de Sudán del Sur, con todas las carencias que ello conlleva. Las primeras, la médica y educativa.
Idiwaka es una ONG de jóvenes médicos voluntarios que operan en Camerún, Costa de Marfil y Uganda. Ellos trabajan en colaboración con África Directo, una fundación humanitaria que está en África desde 1995, a los que apoyan dando asistencia médica sobre el terreno. El proyecto humanitario ha conseguido el apoyo de la Fundación Mutua Madrileña a través de la XI Convocatoria de Ayudas a Proyectos de Acción Social.
Teresa Alvarado, pediatra colaboradora del programa, cuenta a EL ESPAÑOL que gracias a esa financiación han podido costear material médico, fungibles, fármacos: "Tenemos contactos con las farmacias locales que tienen un precio asequible porque ya llevamos muchos años con ellos". Por eso, un apoyo a la financiación siempre es un balón de oxígeno para una organización que se consigue fondos a través de donaciones y la ayuda del gobierno local.
Idiwaka empezó montando una especie de enfermería. Estos profesionales están tratando una media de 500 personas al mes y el 75% de ellos son menores. Y la mayoría de las patologías son malaria, diarreas, alteraciones dermatológicas o neumonía. Afecciones que también tienen mucho que ver con la higiene básica y el acceso a agua potable. Este año han incluido un programa de educación sanitaria básica.
Tras asentar la 'clínica', la oenegé consiguió adquirir una clínica móvil que les permitía desplazarse y cubrir más terreno. "Está operativa cuatro días por semana, y van un técnico de laboratorio y una enfermera, que son los que reparten la medicación y hacen los kits, junto a un médico en formación, o clinical officer. Les falta un poco de base teórica, pero se apañan", explica la doctora.
Y añade: "Con esta clínica móvil cubrimos ocho pueblos y podemos hacer seguimiento a los que padecen enfermedades crónicas. Como si fuera un centro de atención primaria".
La esperanza de Bidi Bidi
El campamento se creó en 2016 cuando los refugiados de Sudán del Sur huían de la guerra civil. Desde su apertura, empezó a acoger unos 6.000 refugiados cada día. La población creció de tal manera que empezaron a cultivar, establecer escuelas y el asentamiento se hizo perenne.
Hoy, sus habitantes pueden vivir, cultivar la tierra y trabajar libremente. Las cinco zonas del campo, rodeadas de cultivos de maíz, cacahuete o sésamo, se han integrado con las poblaciones locales intercaladas. Y es que Uganda les ofreció la nacionalidad a todas las personas que quisiesen.
Idiwaka busca también formar a los clinical officer para que ellos mismos puedan encargarse del sector sanitario, con todas las dificultades que eso puede suponer.
De esta manera, Bidi Bidi se ha ido asentando como población estable. Empezó de forma caótica, con niveles muy altos de violencia contra los niños y abuso sexual de mujeres y niñas. Había un alarmante índice de adolescentes. Según Europa Press, el 91% de los casos fruto de violaciones.
El año pasado, otro proyecto humanitario abordó el tema de la educación y apoyó a 200 jóvenes. Todos recibieron una titulación aprobada por el Ministerio de Educación de Uganda y recibieron los materiales necesarios para empezar sus negocios en Bidi Bidi. Favour empezó con un taller de costura; Kennedy, con una barbería y Henry se hizo aprendiz de mecánico, porque, según él, el sector de las motos es donde hay más trabajo. Ellos son el futuro de una ciudad que nació de la desesperación.