Así funciona el proyecto Andrómeda para víctimas de violencia de género: "Aún se sienten solas y estigmatizadas"
- La fundación IRES, con la colaboración de Fundación Mutua Madrileña, ha puesto en marcha esta iniciativa que garantiza una atención integral.
- Más información: Mutua Madrileña, la gasolina y Cáritas, el motor: así ayudarán estás organizaciones a los afectados por la DANA
La violencia de género sigue siendo uno de los problemas que más preocupan en la sociedad. Es primordial apoyar a las víctimas desde todos los estamentos y para ello existen iniciativas como la de Fundación IRES, que trabaja para cambiar la situación de familias en riesgo de vulnerabilidad.
Hablamos del Proyecto Andrómeda, que fue beneficiario en la XII Convocatoria Anual de ayudas a Proyectos de Acción Social de la Fundación Mutua Madrileña y que ofrece un importante cambio para las víctimas de esta lacra. La ayuda recibida por la Fundación Mutua Madrileña garantiza la atención integral de las mujeres que han sufrido la violencia machista, mediante el acompañamiento psicológico individual y la atención psicoeducativa grupal para mejorar su bienestar e incrementar su empleabilidad.
Para conocer de cerca este innovador plan hablamos con Raquel Herrezuelo Sáez, coordinadora de formación y prevención de violencias machistas de IRES. El objetivo final es muy claro: "Avanzar hacia la recuperación plena teniendo en cuenta el momento en que se encuentra cada una de ellas y entendiendo que no existe una única fórmula válida para toda víctima o superviviente de violencia machista".
Ver esta publicación en Instagram
¿Cómo funciona la metodología de Andrómeda?
En la intervención se tienen en consideración todos los factores que se relacionan entre sí y que generan situaciones concretas de vulnerabilidad en las mujeres. Principalmente, destacamos tres líneas de actuación: una de atención psicoeducativa a mujeres en exclusión social y residencial; una segunda línea de acompañamiento emocional a mujeres en situación de vulnerabilidad que están en un proceso de inserción laboral complejo; y una tercera línea de colaboración con mujeres supervivientes que actualmente se encuentran en un rol de transformadoras sociales.
El proyecto parte de la coordinación efectiva de toda la red de servicios públicos disponibles, de manera que ninguna mujer que lo necesite quede fuera del circuito de ayuda.
Pese a los esfuerzos legislativos y sociales tanto del Estado como de muchas asociaciones, la violencia machista continúa dejando un reguero insoportable de muertes, ¿qué está fallando?
Las mejoras legislativas facilitan la creación de nuevos recursos para prevenir, detectar, responder y reparar el daño. Pero su inclusión es relativamente reciente y no es suficiente para resolver una problemática tan arraigada. Se requiere un cambio social profundo para empezar a ver resultados más notables.
Los datos hablan por sí solos...
El número de feminicidios en la pareja o expareja desde 2003 en España es superior a 1.271 asesinadas, pero esto es solo la punta del iceberg de la violencia machista. Según la última macroencuesta estatal en 2019, se estima que aproximadamente la mitad de mujeres residentes en nuestro país ha experimentado alguna forma de violencia por el hecho de ser mujer. Aunque las cifras de asesinatos no descienden, las denuncias están aumentando y eso nos indica que se están detectando más casos y que más víctimas están recibiendo la ayuda que necesitan, evitando que se cronifique su situación.
Las mujeres que llegan a vuestra fundación, ¿en qué estado se encuentran?
En las víctimas que atendemos nos encontramos un alto deterioro de la calidad de vida. Gran parte de ellas, además de haber padecido alguna forma de violencia de género, se encuentran en situación de sinhogarismo o muy expuestas a la violencia machista. Por ello, ofrecemos una atención específica centrada en sus variables circunstancias de especial vulnerabilidad.
Estamos ante un problema social multicausal, sobre el que debemos incidir desde diferentes sectores sociales, públicos y privados. La educación y la concienciación social son factores clave para su erradicación.
En las relaciones de maltrato en muchas ocasiones hay dependencia emocional por parte de la víctima, el acompañamiento psicológico parece inevitable para superarlo…
Un punto definitorio es que la violencia de género se produce en el marco de una relación de pareja o análoga, donde el vínculo que se establece es muy fuerte y al que nuestra sociedad le da un valor muy importante relacionado con la construcción de la familia tradicional o el ideal de amor romántico.
En las relaciones de violencia machista, la dependencia emocional se intensifica porque la persona que maltrata busca intencionadamente generarla en su víctima, con el fin de retenerla y tener el control. Por eso utiliza múltiples manipulaciones, ya sea primero desde el afecto y después a partir del miedo, las amenazas o cualquier forma de violencia.
Y entonces se producen en la víctima múltiples daños relacionados con su salud mental...
Se producen en las víctimas consecuencias psicológicas como: baja autoestima, estrés, depresión, ansiedad, miedo y otras. A lo que también se suma el aislamiento social, a través del cual la persona agresora busca que su pareja reciba menor apoyo alejándola del entorno familiar, social y laboral, aumentando así su dependencia. El tratamiento psicológico es fundamental para reparar las secuelas psicológicas y potenciar en ellas toda una serie de estrategias que permitan salir del círculo de la violencia.
¿Hay que trabajar también con los hombres?
Andrómeda está centrada en las mujeres víctimas, como principales afectadas de la violencia machista. Pero desde Fundación IRES apostamos también por trabajar con los hombres que maltratan, en la deconstrucción del machismo y el establecimiento de relaciones más sanas con sus parejas.
¿La atención integral pasa también por involucrar a las familias de las víctimas para que entiendan el problema y colaboren?
En efecto, la familia o el entorno próximo requieren de información y herramientas para poder acompañar en el proceso. Todavía sucede que las víctimas de violencia se ven solas después de denunciar, rechazadas, estigmatizadas, a veces culpabilizadas injustamente. Es importante que entendamos que el machismo es un problema social, generado y perpetuado por la propia comunidad. Todos deberíamos reaccionar activamente en su prevención, detección y erradicación, rompiendo los roles y mandatos de género que perpetúan la violencia de género en todas sus formas.
Desde el ámbito de la prevención, también se detecta una creciente preocupación. La educación informada, la comunicación sana, la creación de espacios seguros, la identificación de señales de alarma y el conocimiento de la red de recursos de ayuda es esencial para reaccionar bien y a tiempo.
La empleabilidad está en vuestros objetivos. ¿Hay que fomentar la independencia económica de la mujer como herramienta para no quedar atrapada en una situación de maltrato?
La empleabilidad y la economía no sólo es esencial para el pleno desarrollo y empoderamiento de las mujeres, sino también para poder ejercer una vida plena, en paz y autónoma.
En algunas ocasiones la violencia de género también está marcada precisamente por la dependencia económica, lo que puede ser una barrera para la ruptura o un motivo de permanencia en la situación de maltrato. Entre muchos otros casos, también nos encontramos con situaciones en que el maltratador se niega a asumir los gastos que le tocan del cuidado de los hijos en común, lo que crea una condición de vulnerabilidad económica en ellas y las personas a su cargo y que constituye una forma de violencia de género, la violencia económica.
Los hijos son las grandes víctimas de la violencia machista, ¿desde qué perspectiva hay que trabajar con ellos?
Desde 2013, se estima que hay 454 menores huérfanos por violencia de género y 62 menores víctimas mortales. Tanto si son víctimas directas de la violencia, como si son observadores de la misma, están padeciendo las consecuencias. Las secuelas para su desarrollo físico y psicológico, a corto y largo plazo pueden ser múltiples: tristeza, depresión, baja autoestima, ansiedad, retraso en el desarrollo, miedo, estrés, etc. Se pueden presentar en mayor grado o prevalencia según factores como la edad o la frecuencia e intensidad de la violencia experimentada.
Es muy importante evitar su exposición a la violencia. En caso de que la vivan, la ayuda que reciban debe ser en diferentes líneas, desde la protección, la reparación de secuelas, la recuperación del vínculo materno filial y la educación preventiva, que les permita desarrollar un sistema de valores y creencias ajeno al machismo, de manera que puedan establecer relaciones sanas libres de violencia consigo mismos y con las demás personas.
La violencia vicaria es otra lacra, pero también se está viendo algún caso de madres que matan a sus hijos para hacer daño a la pareja… Lo que parece claro es que los menores están desprotegidos.
La violencia puede ser ejercida por ambos progenitores, con independencia de su sexo, pero solo será considerada violencia de género cuando se trate de una acción contra la madre en el marco de una relación afectiva o análoga, es decir, que se utilice al hijo instrumentalmente para ampliar el daño que ya se genera a la madre. Es en este grupo donde aparecen mayor número de varones como autores del crimen, a diferencia de otros tipos de filicidios producidos por otras causas no relacionadas con la violencia machista.
Vemos que el momento de mayor peligrosidad en los casos de violencia vicaria es cuando se produce la separación entre víctima y agresor, pero en realidad estamos ante un fenómeno muy complejo y multicausal, que requiere de mayor investigación y comprensión para diseñar estrategias eficaces.
En la violencia vicaria, tanto si el desenlace es mortal como si no, los hijos e hijas son siempre víctimas, que pueden padecer graves consecuencias físicas y psicológicas, incluso como observadores de la violencia. Necesitamos garantizar que se protejan todos y cada uno de sus derechos.
¿Hay esperanza para acabar con la violencia machista
La esperanza es la educación y la corresponsabilidad social en la construcción de comunidades más igualitarias. La violencia machista no ha existido siempre, sino que se ha ido construyendo culturalmente. Eso significa que también puede deconstruirse, o desaprenderse. El machismo se interioriza por el proceso de integración social en el que mujeres y hombres aprendemos a ser y relacionarnos en base a los mandatos de género diferenciales según el sexo o género. Todo ello se transmite a través de la familia, la escuela, la cultura, las tradiciones…