Duralex prometió, durante mucho tiempo, aguantar para siempre, fabricar platos y tazas irrompibles y baratas. De hecho, las casas de los españoles –donde todavía se conservan en muchos casos– se llenaron con estas vajillas de vidrio transparentes, verdes y color ámbar durante los sesenta. Sin embargo, todo tiene un fin, aunque sea amargo y en plena crisis del coronavirus: la cadena francesa ha entrado en quiebra tras 75 años de tragos y comidas compartidas en medio planeta.
Aunque la empresa busca comprador, es probable que, tras una década luchando por sobrevivir, Duralex, definitivamente, diga adiós. Quedara en el recuerdo como un resquicio del pasado, como la marca emblemática que fue y que, todavía hoy, está presente –por la importancia de su diseño– en el Museo de Artes Decorativas de París e, incluso, en la tienda online del MoMA de Nueva York, donde se puede comprar una vajilla similar a la que utilizó Daniel Craig para beber whisky en Skyfall, la película de James Bond.
Pero, además de su presencia en esos museos, los productos de Duralex todavía se pueden comprar, al menos, en Amazon. No se sabe por cuánto tiempo, pero aún están disponibles en múltiples formatos: vasos, vajillas, platos…
Por ejemplo, hay dos vajillas que todavía se pueden adquirir: una de color azul, que sale por apenas 36 euros; o la marrón, por 69,99€. Ni rastro de la de color ámbar, de la que sí hay una imitación china. Con Prime, todas ellas tardarían un día en llegar a cualquier casa de España.
Pero la marca no sólo ha vivido de las vajillas, sino también de productos aparte. Los vasos, por ejemplo, todavía se pueden adquirir en múltiples formatos: los de vidrio transparente salen como máximo a 20 euros las seis unidades, y los de ámbar, a 14,36 las cuatro unidades. Todos, en peligro de extinción en muy pocos días.
Como pasará, también, con los platos. El más tradicional se puede adquirir por apenas 1,12 euros la unidad, pero los hay por 23,47 de color marrón y en seis unidades, y por 15,21 los especiales para postres.
Historia de la marca
Su historia, sin duda, forma parte de la de todos: Duralex la fundó Saint-Gobain en 1939, pero no fabricando vajillas, sino lunas para automóviles. Él desarrolló una técnica de vidrio templado a 700 grados y enfriado súbitamente que permitía a los productos ser más resistentes. De ahí que, cuando un plato o una taza se rompía, lo hacía en pequeñitos pedazos y no en grandes porciones.
Una resistencia que utilizó, en 1945, para producir vajillas, que hasta entonces eran de loza o cerámica, más frágiles. Por eso, en tiempos de posguerra, con los precios adecuados al poder adquisitivo de la población, las vajillas Duralex se empezaron a popularizar en Francia.
El primer boom fue de las vajillas de cristal transparente, con platos llanos en forma de margarita y los tradicional vasos barrigones. Después, en 1954, nació el modelo picardía, más estrecho –y hoy, todavía, disponible a través de Amazon–.
Tras esta incursión en el mercado, Duralex introdujo en el mercado las vajillas color ámbar –las más populares en los sesenta– y verde. “Lo puede utilizar como martillo, dejarlo caer, golpearlo, hacerlo pasar del hielo al agua hirviendo”, anunciaba la marca a través de televisión. Y, sin duda, eso hizo que sus productos empezaran a estar presentes en muchos puntos del mundo. Entre ellos, España.
Fábrica en España
La marca, que llegó a tener 1.500 empleados en su mejor época, quiso introducirse en España y montó una fábrica en Azuqueca de Henares (Guadalajara) en 1963. Su filial era Vidriera de Castilla. En total, 500 personas encontraron trabajo gracias a la empresa francesa, mientras sus productos, a mediados de los 60, ascendían a 133 millones en todo el mundo.
Entonces, en aquella España de la época, en plena posguerra, la marca francesa encontró un hueco donde crecer en virtud de las circunstancias: el pueblo quería productos baratos y, a ser posible, resistentes. Entonces, no importaba el plato, sino la comida. Y lo cierto es que Duralex consiguió convencer a los españoles.
Pero aquella época dorada dejó de serlo cuando en 1997, cuando Saint-Gobain, su propietario, vendió la compañía a los italianos Bormioli Rocco & Figlio. Estos la llevarían a números rojos y la traspasarían a manos del turco Sinan Solmaz. Pero, justo en su peor momento, en 2008, con la crisis y sus precios bajos, empezó a remontar de la mano de André y Antoine Ionnaides.
Desde entonces, ha resistido hasta que el coronavirus le ha dado su última estocada 75 años después. Ahora, la empresa busca comprador después de que su facturación, en los últimos meses, se haya hundido un 60%.
Esto se produce después de un grave incidente que sufrió la empresa en 2017, cuando uno de sus hornos se dañó durante su reparación y provocó que la producción pasara a 20 toneladas de vidrio por día, en lugar de las 160 toneladas por jornada habituales.
Debido a todo esto, la facturación todavía no ha recuperado los niveles de 2016. Además, la tasa de servicio de los nuevos pedidos que recibe Duralex se encuentra en torno al 70%, en lugar del 95% que era habitual. Su adiós, esta vez, parece definitivo.