Los bares, desde que comenzó la pandemia, se han tenido que ir adaptando para sobrevivir. Primero, haciéndose con geles hidroalcohólicos y separando las mesas; después, ajustando los horarios; y, ahora, comprando calefactores para las terrazas. Es la única opción que les queda ante la reducción de aforos y el miedo de muchos clientes a sentarse a comer en el interior de los locales. “Se han triplicado o cuadruplicado las ventas con respecto a años anteriores. No nos esperábamos que fuera para tanto”, comenta, sorprendido, Javier Feito, director de la ferretería Ferrokey de Móstoles.
El boom viene provocado por la decisión del Ayuntamiento de Madrid de permitir a los bares y restaurantes instalar estufas o calefactores en sus terrazas sin tener que modificar sus autorizaciones. “Lo podrán hacer con un mero comunicado a la Junta de Distrito”, anunciaba, esta semana, la vicealcaldesa de Madrid, Begoña Villacís.
El consistorio sólo exige a los dueños de los bares y restaurantes que reúnan las condiciones técnicas para hacerlo. Es decir, que cuenten con una instalación previa si las estufas son eléctricas o que dispongan del espacio necesario para encajarlas y respetar la distancia de seguridad entre mesas y el paso de peatones.
De esta forma, los hosteleros, que tienen permitido extender la temporada de terrazas hasta final de año con la supresión de las tasas por ocupación de la vía pública, pueden seguir sirviendo al aire libre para seguir manteniendo a flote sus negocios. Por eso, muchos se han lanzado a comprar estas estufas de cara a minimizar las consecuencias del coronavirus y las restricciones derivadas del estado de alarma en Madrid –la última de ellas, cerrar a las 23:00 horas–.
Pero el negocio de las estufas para terrazas no se circunscribe a Madrid. “Se han duplicado las ventas con respecto al año pasado en toda España. Nosotros, en 2019, a 31 de diciembre, tuvimos 37 pedidos. En este 2020, en octubre, ya hemos atendido a 60 clientes. ¡Y tenemos propuestas paradas porque no hay stock!”, explica Cristina, de Hosteleria10, página web especializada en productos para bares y restaurantes.
Inimaginable para Javier
Javier lleva años vendiendo este tipo de estufas. “Y nunca había visto algo similar. Siempre nos compraban dos o tres cada año. Y en este septiembre ya llevamos entre 20 y 30. Hemos triplicado o cuadruplicado las ventas”, explica a EL ESPAÑOL desde su ferretería en Móstoles. “Nos esperábamos que pasara, pero no a este nivel”, añade.
El cliente es el esperado: “Un hostelero que no tenía terraza, que la ha puesto este verano y que la va a conservar durante invierno. Hay algún particular, pero muchos menos”. El objetivo, sin duda, es sobrevivir ante la adversidad. “El coronavirus nos ha sorprendido en todos los sentidos: en verano vendimos piscinas como churros y ahora, aunque no lo estemos haciendo al mismo nivel, sí que estamos aumentando más de lo esperado las ventas de estufas”.
La más vendida, hasta el momento, es la que Javier define como una seta, por su forma. “Es la más barata y básica. Cuesta 139 euros la más simple y algo más de 170 la de acero inoxidable. Las otras, las que tienen forma de pirámide salen a más de 300 euros. Pero de esas no hemos vendido mucho. Aportan más o menos lo mismo unas que otras”, explica.
Cataluña, el único imprevisto
La previsión de todos los vendedores es que la demanda crezca de aquí a Navidades. “La campaña acaba de empezar y creemos que vamos a vender el doble que el año pasado”, reconode Alfredo Díaz, director general de COMAFE (Cooperativa Madrileña de Ferreteros). “Nosotros hemos vendido 900 estufas y estamos solo en octubre. A un precio medio de 200 euros cada una, imagínate”, prosiguen. El negocio, por tanto, está asegurado.
Sólo puede detenerlo la expansión del coronavirus. El cierre de los bares y restaurantes en Cataluña ha cortado de raíz esa progresión a Hosteleria10. “Nosotros teníamos muchos bares interesados allí, pero...”. La clausura ha hecho que las ventas se dispersen por el resto de España.
“La progresión en los últimos años ha sido enorme”, reconoce Cristina, de Hosteleria 10. Hace cuatro años apenas si contaban con unas pocas en su catalogo. Actualmente, una gran parte de su tiempo la ocupan vendiendo estufas. “La mayoría de las llamadas que recibimos son para preguntar cuánto cuestan, cómo llegan… No nos imaginábamos que fuera para tanto. Pero, al mantenerse las terrazas en invierno, muchos son los bares que han decidido instalarlas”, cuenta.
Tanto es así que los proveedores de Hostelería10 se han quedado sin stock. “Hemos tenido que contactar con otros proveedores para que nos sirvan”, explica Cristina. “Durante las últimas semanas se ha ralentizado todo por el cierre en Cataluña. Pero esperamos que nos lleguen pedidos de otras partes de España”, sentencia.
Todo sea por salvar a la hostelería. Desde verano, se han instalado en la capital 1.938 nuevas terrazas y por cada concesión del ayuntamiento de Madrid se ha logrado salvar del ERTE a tres personas. O lo que es lo mismo, casi 6.000 puestos de trabajo. Todos ellos, mantenidos, posiblemente, durante este invierno. Gracias, cómo no, a las estufas.