“En 10 o 15 años podríamos ver el fin de los cigarrillos en muchos países”
Jorge Soler, director de Asuntos Médicos y Científicos de Philip Morris Spain, anticipa el final de los cigarrillos y reflexiona sobre el papel que las alternativas sin humo podrían tener en la sociedad del siglo XXI.
La OMS estima en 1.300 millones los fumadores que existen hoy en día y, según sus pronósticos, no se espera que esta cifra disminuya de manera significativa en los próximos años. Ante este escenario poco halagüeño en el que las actuales políticas de prevención y cesación han demostrado no ser suficientes cabe preguntarse ¿qué más se puede hacer? Ahí es donde entran las políticas de reducción del daño como una vía complementaria aplicada al tabaquismo, ya que tradicionalmente se viene utilizando en otras áreas con resultados alentadores.
Se trata, en definitiva, de minimizar al máximo posible el impacto negativo que entraña el hábito de fumar. Las alternativas libres de combustión vienen a jugar un papel importante en la medida que, sin ser inocuas, reducen significativamente la exposición a las sustancias tóxicas presentes en el humo del cigarrillo y que son la principal causa de las enfermedades relacionadas con el tabaquismo.
“Nuestra idea es avanzar para que todos esos fumadores adultos que siguen con el hábito puedan tener una alternativa que, aunque no esté exenta de riesgo, sea una mejor opción que seguir fumando”, declara Jorge Soler, director de Asuntos Médicos y Científicos de Philip Morris Spain. Desde el año 2008, Philip Morris ha invertido más de 9.000 millones de dólares en su transformación para hacer realidad un mundo libre de humo. Una parte importante de esta inversión se ha destinado a la investigación en “El Cubo”, su centro de innovación localizado en Suiza, donde se investigan y desarrollan estas alternativas, con los más altos estándares científicos, basados en la industria farmacéutica. El objetivo de la compañía tabaquera, que lidera esta transformación en su sector es que, para el año 2025 estos productos sin humo representen al menos la mitad de sus ingresos totales.
A lo largo de este proceso de transformación, la compañía ha ido incorporando multitud de perfiles médicos y científicos que le permiten seguir evolucionando hacia un futuro libre de humo, como ha sido el caso de Jorge Soler, médico de familia durante casi 20 años.
Su perfil profesional quizá llame la atención en esta empresa, ¿cómo acaba un médico trabajando en una tabaquera?
Ciertamente, cuando Philip Morris contacta conmigo, inicialmente me produjo un poco de sorpresa, pero conocer de cerca y entender en primera persona toda esa transformación que está llevando a cabo la compañía, me llevó a decir que sí a un proyecto que me entusiasma, precisamente para conseguir cambiar el mundo de todas esas personas que actualmente son fumadoras.
¿Por qué es importante contar con este tipo de perfiles científicos en un sector como el del tabaco?
Es muy importante porque Philip Morris está viviendo un proceso de transformación basado en la ciencia. En ese proceso lleva invertidos más de 9.000 millones de dólares en investigación y con ello lleva contratados casi 1.000 científicos de todos los ámbitos: epidemiología, bioquímicos, etc, para desarrollar productos alternativos sin combustión, que, sin ser inocuos, son sustancialmente mejores a los cigarrillos.
¿Qué le aporta su experiencia como facultativo a su actual puesto?
Como médico de familia tengo experiencia atendiendo a muchísimos pacientes fumadores, intentando conseguir que lo dejen y, por tanto, conozco de cerca la dificultad que ello conlleva desde el punto de vista sanitario. He dedicado muchos años a intentar que los fumadores dejen el hábito, pero es cierto que muchos de ellos no lo hacen a pesar de saber los daños que causa en la salud. Para aquellos que no van a dejar de fumar, es importante que seamos capaces entre todos de darles alternativas mejores, alternativas basadas en ciencia.
¿Pueden realmente los dispositivos sin combustión acabar con el cigarrillo convencional?
Nosotros creemos que en 10 o 15 años podremos acabar con los cigarrillos en muchos países, pero lógicamente no es algo que vayamos a conseguir solos. También es necesaria una regulación diferenciada que tenga en cuenta el potencial de reducción del daño de estos productos y los diferencie en base a su perfil de riesgo. De igual manera, es clave que los fumadores adultos tengan acceso a información veraz sobre la ciencia que avala estas alternativas, como una mejor opción a seguir fumando para acelerar el cambio.
En Philip Morris comenzaron esa transformación hacia los dispositivos sin humo hace casi una década, ¿qué retos tiene todavía por delante la compañía y cómo los afrontará?
Ahora tenemos un reto muy apasionante que es el de dar a conocer toda la ciencia que hay detrás de estas alternativas y participar en el debate público sobre la oportunidad que representan. Todos los ciudadanos que todavía fuman saben que lo mejor es dejarlo, pero si no lo dejan, deben saber que cuentan con mejores alternativas con respaldo científico, si bien con su uso se inhala nicotina y no son inocuas. Es importante que los fumadores tengan acceso a información rigurosa y clara sobre estas alternativas del siglo XXI que les debería alentar a cambiar. También es necesario que la comunidad médico-científica conozca bien la ciencia que hay detrás y animarla a participar en los debates de la reducción del daño del tabaquismo para poder seguir elaborando evidencia adicional.
La mejor opción sigue siendo dejar el tabaco y la nicotina por completo, porque las alternativas sin humo no tienen riesgo cero, pero ¿cuáles son los riesgos de los productos sin combustión?
Con el uso de estos productos se inhala nicotina, una sustancia que genera adicción pero que no es la principal causa de enfermedades. De manera especial, deberían evitar la nicotina los pacientes con riesgo cardiovascular, las embarazadas, los diabéticos… Los productos sin humo en ningún caso deben ser utilizados por estos perfiles, ni por menores o no fumadores.
Pero estos productos, al no quemar el tabaco, evitan la combustión, que sí es la causante de la mayor parte de enfermedades relacionadas con fumar. Al quemar el tabaco, se liberan en el humo aproximadamente 6.000 sustancias, de las que unas 100 son tóxicas o potencialmente tóxicas. La evidencia sugiere que, al cambiar totalmente a productos sin humo, se reduce considerablemente la exposición a estas sustancias en comparación con seguir fumando cigarrillos. Lógicamente, esto debe ser analizado caso por caso en base a la evidencia científica disponible para cada producto concreto.
Hoy en día no existen demasiados estudios a largo plazo que demuestren que estos productos son menos dañinos, ¿qué se sabe acerca de los efectos sobre la salud de las alternativas sin humo?
Lo cierto es que el estudio de las enfermedades relacionadas con el hábito de fumar requiere de una gran cantidad de años, pero lo que sí sabemos en la actualidad es que estas alternativas son mejores que los cigarrillos, al liberar menos sustancias tóxicas y nocivas para el organismo. Además, las estrategias de reducción del daño aplicadas al tabaquismo ya se están implementando con éxito en varios países, como Reino Unido, Estados Unidos, Suecia, Nueva Zelanda…, y ya se empiezan a ver resultados alentadores de manera complementaria a las políticas de prevención y cesación en la lucha contra el tabaquismo.
En España hay en la actualidad 8,6 millones de fumadores y no se espera que esta cifra disminuya significativamente en los próximos años. ¿Por qué cree que aún un gran número de fumadores no se cambian a estas alternativas?
Creo que hay una falta de información importante; contamos con una encuesta hecha en diferentes países, entre ellos España, que nos indica que 8 de cada 10 fumadores adultos estarían dispuestos a cambiarse a productos sin combustión si tuviesen más información acerca de estas alternativas y la ciencia que hay detrás. Por tanto, es evidente que para alcanzar cuanto antes ese futuro libre de humo de los cigarrillos, la desinformación entre los fumadores es uno de los principales retos que debemos afrontar.
Con carácter general, la evidencia científica y la transparencia son las mejores herramientas para facultar a la gente a tomar decisiones informadas.