Hace un mes, la imaginación no daba, ni en su lucidez extrema, para anticipar un final de curso como el actual: telemático, sin juegos, sin recreo y sin exámenes. Era impensable. Sin embargo, la llegada del coronavirus puso –y sigue poniendo– en jaque a todo el sistema educativo nacional. En última instancia, decretando el aprobado general de los alumnos –salvo excepciones– desde el Ministerio de Educación y Formación Profesional, y anunciando, entre otras cosas, la reapertura –siempre que Sanidad lo permita– de los centros en julio para atender a los alumnos con ciertas necesidades educativas.
Ante este panorama, tan inusual como novedoso, y adaptado por cada Comunidad Autónoma, cuál es el mejor camino. Pablo Jesús Díaz (1988), experto educativo y coordinador de Primaria de CEU Alicante, atiende a EL ESPAÑOL para hablar sobre cómo están encarando los alumnos este tránsito hacia el verano y cómo pueden influir las decisiones tomadas en un futuro. Escritor de Aprendizaje cooperativo y Hacia una nueva escuela, afronta el escenario actual con preocupación, pero también como un reto: sabe que el cambio de paradigma actual puede desembocar en una nueva forma de educar.
— ¿Qué supuso, de primeras, para ustedes, en su centro, esta situación?
Esto llegó sin avisar y lo ha cambiado todo. Ha detenido todo lo que se venía haciendo en las aulas y, de repente, nos hemos tenido que adaptar a un nuevo entorno. Los alumnos y los profesores hemos salido de nuestra zona y estamos aprendiendo de esta nueva circunstancia.
— En su caso particular, ¿cómo se han adaptado?
Nosotros tuvimos la suerte de no ser la primera comunidad en cerrar. Vimos que estaba pasando en otras regiones y tuvimos una semana de margen para actuar. No para cerrar los colegios, como se ha dicho, sino para cambiar las clases presenciales por las telemáticas. Nosotros lo hemos articulado todo a través de una plataforma: Office 365. Preparamos primero a los de Secundaria y Bachillerato, y con ellos empezamos a trabajar desde el lunes posterior a que se nos mandara a todos a casa. Después, tuvimos que adaptar el sistema para los de Infantil y Primaria, que fue algo más difícil porque tuvimos menos margen.
— ¿Esta formación telemática ha acrecentado, de alguna manera, la brecha digital entre familias con recursos y sin ellos?
Si miramos los datos del INE (Instituto Nacional de Estadística), en el 91% de los hogares cuentan con banda ancha y acceso a Internet. En este sentido, lo que se ha echado en falta por parte de las administraciones públicas es que detectaran a los alumnos más vulnerables y los dotaran de las herramientas pertinentes de trabajo. Y, por otro lado, llevar a cabo un plan para que eso no hubiese sucedido. Así, todos los alumnos tendrían el mismo acceso. Fíjate que nosotros, en el currículo, por obligación, tenemos que conducir a los alumnos hacia una alfabetización digital.
— El ministerio ha decretado que la premisa, este curso, sea el aprobado general –salvo excepciones. ¿Puede esto hacer que determinados alumnos se acomoden de aquí a final de curso?
Sí, pueden acomodarse. El famoso aprobado general no es ni justo ni equitativo. Hay alumnos que han trabajado, que se han esforzado… y ese esfuerzo no va a ser reconocido por este mal llamado aprobado general. Y, por otro lado, hay alumnos que se podrían relajar al pensar que lo que hagan de aquí a final de curso no va a influir en su nota. Eso no soluciona el problema. Además, la repetición de curso ya debería ser una excepción, porque supondría que se han agotado todas las vías educativas ordinarias y extraordinarias para que continúe, y se tendría que recurrir a la repetición como lo más beneficioso.
Pero bueno, es un debate muy mediático que resta importancia a lo que, para mí, debería ser el verdadero debate, el metodológico. En estas circunstancias, tenemos que intentar que los alumnos sigan aprendiendo. Eso es lo importante. Y después, que tengan un 6,5 o un 6,8 importa bien poco. Por eso, en lo que hay que centrarse es en que los alumnos sigan aprendiendo en estas circunstancias.
— ¿Y cómo hacemos para que sigan aprendiendo, en estas circunstancias, hasta junio?
Lo que se suspendió fue la enseñanza presencial, pero se sigue enseñando de forma telemática. Los alumnos, estos días, están aprendiendo cosas más importantes que las que muchas veces se dan en la escuela. Están aprendiendo a convivir, a disfrutar, a leer, a disfrutar del tiempo solos… Llevábamos mucho tiempo diciendo que era necesario tirar los muros del colegio y esta circunstancia nos ha ayudado a eso.
Cuando hablamos de los contenidos tras la suspensión de las clases presenciales, sabíamos que no podíamos trasladar lo que veníamos haciendo en el aula al ordenador. Entonces, nos estaríamos equivocando, como en muchas otras ocasiones. Lo que tenemos que hacer es enseñar a nuestros alumnos a vivir en un mundo que cambia constantemente. Si enseñamos a nuestros alumnos a aprender un contenido para reproducir en un examen, estamos perdiendo el tiempo. Pero si les enseñamos a aprender a aprender, en estas circunstancias, van a tener las competencias para seguir aprendiendo. Tenemos que seguir desarrollando competencias y no tanto contenidos, porque a estas alturas del curso…
En cuanto a cómo hacerlo. Podemos hacer que nuestros alumnos desarrollen estrategias de búsqueda de información, enseñarles a interpretar lo que sale en los medios, que sepan aprender de situaciones complicadas (educación emocional)… Aunque sean unas circunstancias desgraciadas, se puede sacar algo bueno de esto… Estoy esperanzado.
— Que no se puedan dar determinados contenidos en este curso, ¿cómo puede influir de cara al próximo?
Esto ha supuesto un cambio de paradigma para todos. De repente, los profesores han tenido que pararse y preguntarse: ‘¿Y ahora, cómo enseño a mis alumnos?’. Si mantememos esa pregunta el próximo curso, será beneficioso. Obviamente, habrá alumnos que llegarán con más y menos contenidos, pero eso se soluciona empezando un poco antes. Vivimos en un estado de excepción pedagógica que algunos vemos como una oportunidad para volver al corazón de la educación. Para mirar a nuestros alumnos y preguntarnos qué es realmente lo importante el curso que viene.
— ¿Qué efectos puede tener para los niños y los colegios ir en julio?
No sé si podría ser negativo que los niños fueran en julio al colegio. Los niños, al igual que los adultos, estamos viviendo una situación que provoca una gran ansiedad al no saber qué va a pasar… Por eso, creo que lo realmente importante y necesario es que los alumnos puedan salir de casa, pero no volver al colegio, sino que vayan al parque… Y luego, quiénes irían (el ministerio ha insistido en que son alumnos con necesidades educativas, pero no ha concretado quiénes serían). Hay padres que podrían ver esto como un sitio donde dejar a sus hijos. No sé.
Es cierto que hay alumnos que, por cuestiones sociológicas, porque no tienen acceso a la tecnología, tienen más dificultades en esta época. Pero yo me pregunto: ¿qué es más importante: que un niño aprenda dos ríos más o que aprenda recursos para convivir en familia? Lo verdaderamente importante es que en esta época desarrollen competencias para la vida real.
— Hablando del verano, ¿sería partidario de que fuera el verano con más deberes de la historia, por aquello de que los niños no lleguen retrasados en septiembre?
Los deberes que hagan nuestros alumnos, este verano, deben estar más pensados que nunca. Hay familias muy variopintas, algunas que no pueden hacerse cargo de sus hijos, o que por cuestiones de organización familiar no pueden atenderles como es debido… Por eso, hay que ofrecerles actividades para ocupar su tiempo. De hecho, ahora mismo hay familias que demandan que les demos más deberes. Pero no mandaría deberes como si fuera un temario, eso sería una barbaridad. El trabajo que mandemos, en una situación excepcional, tiene que ser excepcional. No podemos seguir con la programación que teníamos y el verano tiene que ser para que los alumnos salgan, vean a sus familiares y abuelos, para que se aburran…
— Pero, ¿mandaría deberes?
No, no mandaría deberes en verano, sino opciones para que los alumnos pudieran realizar actividades. Les podría mandar, por ejemplo, que hicieran un reportaje gráfico… O cualquier otra cosa, pero no deberes al uso. Hay que tener mucha cautela.
— ¿Se tendría que reducir el contenido el próximo curso?
No lo creo. El currículo es demasiado extenso y nos permite adaptarnos. Tenemos que tener en cuenta los conocimientos previos con los que llega el alumno –y eso siempre lo hacemos– y a partir de ahí trabajar.
Es fácil saber dónde se han quedado los alumnos y arrancar por ahí. No creo que sea tan excepcional. Sólo queda un mes y medio de curso. No es un curso perdido. Y el aprendizaje de los alumnos, en las circunstancias actuales, es más importante que los contenidos que quedaban por aprender.
— Más problemas van a tener los de Selectividad…
Es la decisión más complicada que tienen que tomar las administraciones públicas. Hay alumnos que, se haga de una u otra forma, se van a ver perjudicados. Hay países donde se han mantenido estas pruebas y se van a hacer con condiciones de seguridad: alumnos separados, llevando máscaras y guantes… No sé cuál sería la mejor opción para los nuestros. Yo, lo que vería inconcebible, sería suspenderla porque muchos alumnos perderían un año de su vida.
Hay que adaptarse a este cambio y hacer una prueba excepcional, telemática, o por videoconferencia. El problema es que a estos alumnos no se les ha preparado para este tipo de exámenes. Las reuniones sectoriales han llegado demasiado tarde. Hace tiempo que se tenía que haber previsto algo por si llegábamos a este extremo.
— ¿Se podría llegar a suspender y que contaran las notas de Bachillerato, no?
De la misma forma sería injusto porque el alumno no lo sabía y habría algunos que saldrían perjudicados. Cualquier decisión que se tome en este caso va a perjudicar.
— En realidad, ¿la situación más fácil, parece, es para las universidades?
Sí, a los alumnos universitarios se les pueden exigir otras cosas y hay menos problemas. Pero, aún así, hay profesores que, en el sentido tecnológico, necesitan formación.