El sistema educativo siempre ha jugado dos papeles fundamentales. El primero es enseñar, informar, y, en definitiva, compartir el conocimiento; el segundo, transmitir los valores dominantes y las formas de poder. Es una de las tesis que defiende el ministro de Universidades, Manuel Castells, y no está dispuesto a cambiarlas. Ni las tesis, ni las formas de poder.
La educación, como suele ocurrir con las veletas y los vaivenes electorales, está siempre en manos de los mismos: de los que ganan. Las ocurrencias de unos y otros van y vienen, se hacen y deshacen y dependen, a fin de cuentas, del Gobierno de turno que decida dejar su impronta en la historia. La última de Castells -y casi la primera, tras más de un año al frente de la cartera de Universidades- ha sido tocar las carreras de tres años. Concretamente, eliminándolas por completo antes de 2025.
El plan del ministerio, según ha podido confirmar este diario, es que todas las carreras universitarias duren cuatro años, salvo un par de excepciones como varios títulos sanitarios y técnicos. Cuatro. Ni más ni menos. Para ello, la cartera dirigida por Castells ya está trabajando en el borrador de un nuevo decreto de Ordenación de las Enseñanzas Oficiales en el Sistema Universitario Español, uno que pondría punto y final a una veintena de titulaciones que, a día de hoy, siguen vigentes con todas las de la ley. El futuro, en este caso, se ha convertido en un drama tanto para los centros como para los estudiantes que verán devaluados sus títulos.
Sobre el papel, la reforma implica que estos grados tendrán que adaptarse para ofrecer una formación de cuatro cursos y, según la idea del ministro, frenar los llamados “grados cortos”, cuya única intención es incorporar a los estudiantes al mercado laboral. Ese no es el espíritu que defiende el ministerio, más por la línea de que las carreras proporcionen conocimientos generalistas que, en el largo plazo, puedan materializarse en un máster. El resumen: adaptarse a Castells o morir en el intento.
El vaivén niversitario
La universidad española está irreconocible para el que la viviera hace diez años. En este tiempo, los gobiernos de turno hicieron desaparecer las diplomaturas de tres años -como Enfermería o Magisterio-, rebautizaron las licenciaturas de cinco años en grados, de cuatro, y aumentaron la oferta de los másteres. En 2015, el ministro José Ignacio Wert implantó la opción de grados de tres años para que los jóvenes pudiesen entrar antes en el mercado laboral. Tardó hasta 2018 en implantarse. Ahora vuelve el torbellino, y vuelven a desaparecer.
La justificación que da el actual Ministerio de Universidades es que los másteres son mucho más caros que los grados, por lo que resultaría más económico hacer una carrera de cuatro años y un posgrado de uno (el conocido como 4+1) que una de tres con un posgrado de dos (el 3+2 que impera en Europa). Al final, el vaivén es el mismo: una educación al servicio del gobierno de turno.
Históricamente, la vida universitaria era muy sencilla de entender: estudiabas tu licenciatura y fuera. Así fue durante años hasta la implantación del Plan Bolonia, que permitía a los centros diseñar sus propias titulaciones y, como se ha visto en la última década, ofertar a los alumnos títulos más específicos centrados en sus intereses concretos. Nacieron los grados en Videojuegos, Protocolo, Cinematografía o Criminología, entre otros, muchos de los cuales supieron adaptarse a la formación en tres años. España pasó de 116 licenciaturas a 365 grados, cada uno bien distinto del anterior.
Los grandes perjudicados serán, por tanto, los centros que invirtieron en estos cursos cortos y novedosos y, sobre todo, los alumnos que optaron por ellos en este lapso de tiempo. Es el caso, por ejemplo, del grado de Bioinformática de la Universidad Pompeu Fabra (Barcelona), nacido en 2016 para formar a profesionales en investigación, desarrollo e innovación de biomedicina y datos. Sus 40 alumnos matriculados este año lo terminarán con normalidad, seguirán con su plan de estudios y se graduarán. Pero en 2025 serán poseedores de un grado que no existe.
24 grados afectados
En España existen, a día de hoy, 24 grados cortos, la inmensa mayoría enfocados a las nuevas tecnologías y el diseño digital. Tendrán que alargarlos o suprimirlos de su oferta, que será lo más probable. Este diario ha podido encontrar 22 de estas titulaciones, la mayoría de ellas impartidos en universidades privadas catalanas.
La mayor perjudicada será Universidad Ramón Llull y su escuela La Salle, el centro español que programa más grados de tres años de duración. Antes de 2025, la escuela, que optó por ofertar multitud de títulos específicos centrados en innovación y tecnología, podría quedarse con cinco cursos menos: el grado en Técnicas de Aplicaciones de Software, el de Técnicas de Interacción Digital y de Computación, el grado en Artes Digitales, el de Diseño e Innovación de Negocios Digitales y el de Innovación y Diseño de Experiencias en Turismo y Hospitalidad.
Lo mismo en la Universidad de Barcelona, donde de aquí a cuatro años podrían desaparecer los grados de Investigación Privada (propio), de Cinematografía, de Producción de Música y Sonido para la Industria del Entretenimiento y, por último, el de Creación Artística para Videojuegos y Juegos Aplicados, dependiente de la escuela ENTI. La Universidad Autónoma, de la misma ciudad, se quedaría sin el grado de Estudios Socioculturales y de Género y el de Gestión de Ciudades Inteligentes y Sostenibles.
La lista sigue, sobre todo en Barcelona, con una retahíla de titulaciones que, si todo sigue su curso, dejarán de existir antes de 2025. Es el caso de Diseño y Creación Digital (Universidad Oberta), Bioinformática y Estudios Globales (Pompeu Fabra) y Diseño, Animación y Arte Digital (Politécnica).
Fuera de la capital catalana, otras afectadas serán la Gestión Deportiva (Universidad de Girona), Bioprocesos Alimentarios, Desarrollo de Aplicaciones Web y Móviles (Universidad Rovira i Virgili), Diseño Digital y Tecnologías Creativas y Técnicas de Interacción Digital y de Computación (Universidad de Lleida). En Madrid, el golpe lo recibirá la Universidad Camilo José Cela con dos títulos, el de Estudios Globales y el de Artes Digitales.
“Cambios disruptivos”
El borrador del decreto también apunta a que las clases magistrales convivan con otras nuevas metodologías, impulsando "la innovación docente" y tratando de promover la movilidad internacional. Una innovación y movilidad que, por definición, aleja a España de Europa tanto por la longitud de las carreras -el continente priman los tres años- como por su adaptabilidad.
"La sociedad debe estar segura de que todos los títulos oficiales de grado, máster y doctorado en España son de calidad contrastable. En segundo lugar, se pretende robustecer las capacidades de empleabilidad que confiere la formación recibida en diferentes títulos, a partir de las competencias y conocimientos", expone el borrador.
En este caso, el mismo argumento de Universidades para eliminar los grados cortos, ese de que las carreras no tienen por qué centrarse en la salida inmediata al mercado laboral, es el que también utiliza el ministerio para el decreto. Según convenga, Castells asegura que el sistema debería adaptarse a los "cambios disruptivos sociales" que se han producido en la última década, esos mismos que pidieron nuevas carreras cortas que ahora quiere eliminar.