Agapito Martín Guerra / Trabajador del campo
21/06/1927, ValladolidValladolid, 15/05/2020
Transitando la memoria te hallo conmigo, presente en el largo sendero que paso a paso anduvimos juntos. Compañero en ocasiones, guía en las más veces, como te correspondía por mayor experiencia y por generosa disposición de quien habiendo adelantado el trecho hace un alto y vuelve sobre sus pasos, para advertir prudentemente al que le sigue.
Todas las citas señaladas tienen tu firma, todos los momentos que merecen recuerdo no lo son sin tu presencia. Esa presencia sigilosa, discreta e inadvertida, pero palpable, que despierta rutilante en las sencillas imágenes de las viejas fotografías, y que se filtra en las punzantes emociones que, como lejanos ecos, llegan diáfanas desde los secretos rincones del espacio que habitamos: las entristecidas estancias que acogen tu ausencia, la silenciada música que animaba tu espíritu, la melancólica brisa de las tardes de paseo, las calles y plazas, la iglesia y el castillo, Canela y Sevilla. Y tu animoso caminar por los campos, tu labor en los humanos oficios, tu placentero descanso y el despertar temprano, tu serena y reflexiva mirada, tu socarrona sonrisa de pícaro niño.
Compartimos el viaje, compartimos la vida, y sin temor a equivocarme puedo asegurarte que, ahora que te has ido y el camino se endurece, daré los pasos más firmes; porque dejaste la senda marcada, porque se hacen más visibles tus lágrimas, aquellas que empapaban de ternura los reencuentros tras las largas ausencias.
Tu cálida presencia me ha acompañado en todo el trayecto, amable y cariñosa, salpicando huellas de amor paternal en gestos, en miradas, en palabras. Sol de día, estrella de noche; luz que alumbraba una espera.
El azaroso camino nos ha llevado de caprichosa manera, en perfecto equilibrio de fatigas y placeres. No hay motivos para la queja, pues el destino tuvo a bien regalarme el cariño de tu abrazo y el lazo de tu preciosa compañía; solamente el justo y amargo reproche de que habiendo sido honrado con tan maravilloso tesoro, el camino compartido nunca fue lo suficientemente largo.
Llegaste en mayo al recodo final, la meta del descanso. A tu encuentro habrán salido jubilosas las almas de quienes te precedieron. Anhelantes y felices del reencuentro. Juntas, de nuevo reunidas. Recorre con ellas las extensas praderas de la eternidad y visita los manantiales del eterno gozo. Más allá del tiempo y del universo. Seguirás brillando en mi memoria. Hasta que nos volvamos a ver.
Por Virgilio Maraña, yerno de Agapito.
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