Alberto Gallego Rodríguez / Funcionario
27/10/1961, MadridMadrid, 31/03/2020
Hacía 28 años que había dejado de fumar, cuando nació su hijo mayor. No tenía ningún factor de riesgo previo, ni hipertensión o diabetes; estaba espléndido. Hacía dos meses se había comprado una Honda nueva de 500cc: se sentía mas joven que nunca.
Se licenció en Derecho por la Universidad Complutense, y era funcionario del Ayuntamiento de Madrid, en la Agencia Tributaria de la calle Sacramento, donde se le apreciaba y se le quería, y así nos lo han trasmitido todos su compañeros, quienes le hicieron un vídeo muy emotivo.
El viernes 13 de marzo ya se encontraba mal, y sabía lo que era porque otros compañeros suyos ya habían tenido los mismos síntomas días antes. El miércoles 18 ingresa en las urgencias del Hospital Beata María Ana al encontrarse muy mal, y el jueves a las 18:31 tiene que apagar el móvil porque le bajan a la UCI: un minuto antes me manda un WhatsApp diciéndome que estaba luchando por su vida, y que ayudara a su mujer y a sus tres hijos, dándome las claves de sus cuentas online. Fue su último mensaje, y me dejó destrozado. En la UCI le sedaron, intubaron y así murió 12 días después, inconsciente y sin enterarse de nada.
El sábado 4 de abril fui con sus dos hijos mayores al crematorio de la Almudena, y allí en la calle, con el féretro dentro del coche, con mascarillas y separados 2 metros, nos hartamos de llorar los escasos 5 minutos que tardó un sacerdote con prisa en despacharlo para dentro. Una pegatina escrita a mano con su nombre es lo más cercano a la certeza que tenemos de que era su cuerpo el que fue incinerado.
Nunca he conocido una familia más unida que la que él formó, que se quisieran tanto. Los mensajes del día del padre, de Reyes, de cumpleaños... eran toda una declaración de cariño eterno. En el Buen Consejo, el colegio de sus hijos, las madres que iban a buscar a sus hijos o a actividades extraescolares le llamaban "El Padre": nunca vieron otro más dedicado y siempre presente.
Tampoco he conocido nunca un funcionario tan escrupuloso y profesional: tanto en la AEAT, como en hacienda de la Comunidad de Madrid o luego en el TEAMM o en la ATM, ya en el Ayuntamiento. Para él, los contribuyentes que tenía que atender no eran escaqueadores o presuntos defraudadores, sino sus clientes, y así había que atenderles, siempre presuponiendo la sinceridad de sus planteamientos, y siempre con el respeto a la ley. Aunque a veces no fuera justa. Cuando le comentaba las putadas que me hacía la administración, se echaba las manos a la cabeza, y no entendía cómo podían pasarme ciertas cosas. Siempre me ayudó en mis recursos, pliegos de descargo, escritos de alegaciones, etcétera... algunos de ellos verdaderas obras maestras de la burocracia. ¡Lo que nos hemos reído preparándolas!
El sindicato mayoritario en la Agencia Tributaria ha solicitado específicamente que se reconozca su fallecimiento como asimilado a accidente laboral, al haberse contagiado en su puesto de trabajo, pero la dirección se niega a pesar de que en el RD 13/2020 el Gobierno regula que contraer el coronavirus en el trabajo es accidente laboral a todos los efectos. Tampoco la concejal del Área de Hacienda o el alcalde han mostrado sus condolencias a la viuda o a los hijos, como hace Isabel Díaz Ayuso con los sanitarios de la Comunidad de Madrid que están cayendo. En fin, ellos sabrán.
Yo tampoco salgo a aplaudir a las 8 de la tarde: no tengo nada que celebrar y me parece que estén aplaudiendo la labor del Gobierno. Y por ahí no paso.
Alberto, puedes estar muy orgulloso de la familia que formaste. Te recordaremos siempre. DEP.
Por Miguel Gallego Rodríguez, hermano de Alberto.
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