Antonia Carmen García Pérez / Jubilada y ama de casa
13/06/1931, MadridMadrid, 23/03/2020
Querida abuela,
Nos has dejado sin poder despedirnos de ti, sin una palabra de aliento en tus últimos momentos. Fuiste una gran mujer, bondadosa, afable, con un grandioso corazón donde cabía toda tu familia.
Tu infancia fue terrible: creciste sin una madre y sin padre, algo que te marcó toda la vida. Pasaste por una guerra y una posguerra marcada por el hambre, te casaste, tuviste tres hijos y perdiste a uno de ellos a los pocos meses de nacer. Fuiste inmigrante en Alemania como otros muchos españoles, levantando un país que no era el tuyo, con el corazón roto por estar lejos de vuestra tierra y de vuestra familia.
Volvisteis años después a vuestro país y seguisteis trabajando duro, luchando por comer día tras día, y con el sudor de vuestra frente conseguisteis tener una pequeña vivienda donde criasteis a una gran familia y unas vacaciones una vez al año a la playa. Esos eran vuestros lujos después de tantos años trabajados.
Hace cuatro años perdimos al abuelo, y ahora te perdemos a ti, abuela, sin un adiós, sin una mirada, sin una palabra de aliento. Nada, sin siquiera una despedida. No merecías ese final, no merecías lo que has pasado, y eso nos hace más grande el dolor que sentimos. Aún sigo buscándote y espero tu llamada como siempre, pero ya no será así. Cuando veo tus cosas tengo la tentación de abrazarme a ellas por ver si vuelves, aunque sea por segundos.
Te queremos, abuela; y si, hablo en presente porque aunque ya no estés aquí físicamente te seguimos sintiendo muy cerca de nosotros. Te queremos, abuela. Tu nieta y tu biznieto no te olvidan nunca.
Por Beatriz Piñero Fernández, nieta de Antonia Carmen.
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