Carmen Lamas Calzada / Ama de casa
2/09/1938, SegoviaMadrid, 14/04/2020
Carmen Lamas Calzada vino al mundo después de la cosecha del cereal y las fiestas, un 2 de septiembre acompañada de una hermana melliza. Vio los primeros rayos de sol en Sacramenia, un pueblo de Segovia, un año antes de terminar la guerra fraticida. En un entorno agrario el trabajo no distingue la mano de mujer de otra masculina para realizar las tareas del campo y las suyas no dejaron de hacerlo.
Es una mujer más que cumplió con lo que creía que era su deber, protegerse la cabeza del sol con un pañuelo, sentir el picor del tamo y colaborar con su esfuerzo en la economía familiar. Se casó enamorada de su Julio y cambió de residencia y oficio. Infatigable, tuvo que aprender las múltiples tareas de una tienda de ultramarinos de un pueblo que abastece de carne, pescado y el resto de productos, en Cuevas de Provanco.
La vida siempre es agridulce y el mismo año que fallecía su madre nacía su hija, la más pequeña. Su objetivo era cuidar de la prole, darles una vida mejor, cuidar de los abuelos, aunque “tuviera que quitárselo de su propia boca”. Sacó a sus cuatro hijos adelante. Nuevamente esto condujo a la familia a Madrid en la década de los setenta buscando una mejor vida. Se asentó como tantos otros emigrantes de interior en Vicálvaro haciendo crecer Madrid en todos los sentidos. En la capital enviudó, este dolor le acompañó siempre.
Le gustaba regresar al pueblo y apuraba todos los días que podía disfrutando de la casa, de la fresca, de sus paisanos y del cariño de sus nietos. No sé si llego a ser consciente que lo que la gente iba a recordar de ella era su sonrisa abierta dibujada en su piel blanca y su alegre conversación. No le faltaban palabras, siempre tenía algo que decir a cualquiera con quien se encontrara. Madrid es de todos. Ella, que cuidó de abuelos, nunca quiso ser una carga para sus hijos ni sus nietos.
Un maldito virus segó su vida sin esperarlo, en primavera, sin terminar abril siquiera.
Por M. Carmen, hija de Carmen.
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