Concha Novo González

Concha Novo González / Ama de casa

15/08/1930, MadridMadrid, 27/03/2020

NUNCA MORIREMOS SI NOS RECUERDAN

El Covid-19 se llevó por delante a nuestra madre, sin ninguna piedad. Si, es verdad, ella ha sido una más de las muchas víctimas del virus; además era mayor y su vida estaba hecha, pero era nuestra madre.

El vacío es inmenso y no hay consuelo, porque nada suple a una madre. Y si una madre se te va en un hospital sin poder cogerle la mano y llenarla de besos en su último aliento, sin poder velarla después, ni compartir con una abrazo de los tuyos ese dolor que sientes, el vacío se vuelve aún más insoportable.

Reconforta, sin embargo, el calor recibido por ella y por nosotros en sus últimos momentos por parte del personal de la Fundación Jiménez Díaz de Madrid. Todavía no podemos creernos como, con el volumen de enfermos que tenían en aquellos días, podían rebosar tanta humanidad por los cuatro costados.

Nuestra madre, como tantos otros mayores, pertenecía a esa generación curtida por la Guerra Civil y una durísima posguerra que les hizo ser valientes en la vida como nadie y tener un organismo duro y resistente como el que más (ella llegó a superar un melanoma maligno en 2001). Pero este virus les ha cogido a traición, por la espalda, con una edad ya avanzada y ha podido con ellos...

Vivieron años muy duros... Ella, con sólo 10 años, tuvo que ejercer de cabeza de familia ocupándose de sus hermanos cuando a su padre le metieron preso acusado por sus ideas políticas, y su madre contrajo el tifus. Su padre, por cierto, paradojas de la vida, perdió a toda su familia por otra pandemia, la gripe de 1918. De su padre, ella heredó su gran conciencia social, fijando un espíritu propio elevado, sensible y generoso. Dígannos a cuántas personas conocen ustedes que en un día gélido de invierno en la Cuesta de la Vega de Madrid se hayan quitado sus propios guantes de cuero para regalárselos a un inmigrante que tiritaba de frio.

Pues sí, esa era nuestra madre, intercediendo siempre por los más desfavorecidos. Haciéndoles compañía, dándoles de comer, consolándoles, y siempre bajo su firme creencia en el ser humano como tal y en la necesidad de llegar a una justicia social auténtica. Y es que el haber sido una mujer moderna en su época, lo supo acompasar a la perfección con la defensa a ultranza de sus ideas, cosa que hizo hasta el fin de sus días con todos los medios que tuvo a su alcance.

A lo largo de su vida, escribió innumerables cartas a medios de comunicación para denunciar situaciones inaceptables o para realizar comentarios que creía pertinentes sobre cualquier cuestión. Sus cartas fueron publicadas en multitud de ocasiones, llegando a través de ellas a mantener correspondencia y contacto directo con personas como Camilo José Cela, Antonio Gala o la Drta Elean Ochoa, entre otros.

Su avidez lectora desde los 9 años, en que tuvo su primer libro (el único en muchos años, por lo que lo leía y releía una y otra vez...) le llevó, sin haber podido ir a la escuela, y con gran mérito, a ser una persona mucho más culta de lo que lo somos muchos de nosotros, que hemos podido estudiar en buenos colegios y universidades e incluso hemos residido en distintos países del mundo.

Además, y como sucede con mucha gente de su generación, a nuestra madre también le fascinaba... ¡ir a votar!, por no haberlo podido hacer en la dictadura... No se imaginan cómo disfrutó en 2019, con tanto ajetreo electoral que tuvimos... ¡Ella estaba encantada!. Por otro lado, todavía recordamos cuando años atrás, al votar por primera vez al PSOE, le escribió a Gaspar Llamazares para disculparse por no haber seguido votando al PCE y explicarle sus razones. Se sentía, por sus profundas convicciones, en la obligación de hacerlo. Esa reflexión y coherencia política y ética, desde nuestra óptica actual, sin duda, llama poderosamente la atención.

Por último, no queremos dejar de agradecer a los medios escritos toda la compañía que le hicieron a nuestra madre durante toda su vida, pues leía a diario el periódico. Desde la primera hasta la última página (a pesar de que empezara por las esquelas...), lo cual le llevaba unas tres horas diarias, que para ella eran, créannos, momentos de plena felicidad. Felicidad que compartía también escribiendo poesía y leyéndola en distintas tertulias poéticas.

Sepan que de su belleza exterior dejaban constancia los piropos que le decían por la calle ("Tu padre tiene que haber sido escultor"), pero de su belleza interior y de su gran bondad, compromiso social y amor incondicional por sus hijos, nietos y resto de familia, puede dar fe todo el que le conoció.

Concluimos con una frase en la que ella creía firmemente y siempre repetía: "Nunca moriremos si nos recuerdan". Pues sirva este pequeño homenaje para todas las personas buenas de todas las edades que nos han dejado en esta terrible pandemia, para que sepan que siempre les recordaremos, y por tanto... NUNCA MORIRAN

Por Graciela, Marta y Luis de Andrés Novo, hijos de Concha.

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