Julia Nieto Olmedilla / Ama de casa
5/08/1936, MadridMadrid, 12/04/2020
Mi madre no tuvo una vida fácil. Nació en Madrid en los inicios de la Guerra Civil, y quedó huérfana de padre con apenas seis años. Mi abuela, con poco más de treinta, quedó viuda con un niño de siete años y con mi madre. Con mucho esfuerzo y tesón los sacó adelante. Mi madre y su hermano durante toda su vida fueron inseparables.
Mis padres estaban muy enamorados, siempre paseaban juntos de la mano como si fueran unos novios adolescentes. Eran totalmente diferentes y totalmente complementarios, y juntos nos educaron a mi hermana y a mí en el respeto y en la honestidad, y crecimos felices.
Era una persona de carácter fuerte y muy directa, a veces en exceso. Llevaba una vida muy ordenada: los lunes recogía a mi hija Mónica de ocho años, los miércoles salía con las amigas, los viernes acudía a visitar a Jesús El Pobre por el que profesaba gran devoción, y todos los días salía a caminar unas dos horas.
Mi madre era una excelente cocinera, sus callos eran míticos, al igual que sus pechugas de pollo Villaroy que tanto gustaban a sus nietas.
Sus nietas eran de lo que más presumía con todo el que se cruzara. A la pequeña la malcriaba con lo que más le gusta, patatas fritas y chorizo, y a la mayor, Natalia, de 20 años, le daba dinero a escondidas pensando que yo no me enteraba de nada.
No te tocaba. Descansa en paz, mamá.
Por Juan Sánchez, hijo de Julia.
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