Procopio es un nombre masculino de raíz griega, que quiere decir 'el que progresa'.
San Procopio nació y vivió durante el siglo IV. Era un varón dotado de la gracia divina. Desde niño se mantuvo en castidad y había practicado todas las virtudes. Vivía solo de pan y agua; y sólo comía cada dos o tres días. A veces prolongaba su ayuno hasta una semana entera.
La meditación de la palabra divina absorbía su atención día y noche, sin la menor fatiga. Únicamente estudiaba la palabra de Dios y apenas tenía algún conocimiento de las ciencias profanas. Nació en Aelia (Jerusalén), pero residía en Escitópolis (Betsán), donde desempeñaba tres cargos eclesiásticos. Leía y podía traducir el sirio, y arrojaba los malos espíritus mediante la imposición de las manos.
Enviado con sus compañeros de Escitópolis a Cesárea, fue arrestado en cuanto entró a la ciudad. Enseguida se encontró ante el juez Flaviano, quien le exhortó a sacrificar a los dioses. Pero él proclamó en voz alta que sólo hay un Dios, creador y autor de todas las cosas. Esta respuesta impresionó al juez.
Los verdugos le decapitaron, y así pasó Procopio a la vida eterna por el camino más corto, al séptimo día del mes de Desius, es decir, el día que los latinos llaman las nonas de julio, el año primero de nuestra persecución. Este fue el martirio que tuvo lugar en Cesárea.
Este y otros santos son celebrados durante el 8 de julio:
Santos monjes abrahamitas
San Colomano de Turingia
San Disibodo de Renania
Santa Gliceria de Heraclea
San Totnano de Turingia
Santa Priscila
San Quiliano de Herbipoli
Santa Rufina
San Adriano III papa
San Áquila
San Auspicio de Toul
San Juan Wu Wenyin
Santa Landrada
San Pancracio de Taormina