De origen hebreo, Miguel es un nombre masculino cuyo significado es '¿Quién como Dios? (refiriéndose a él)'. Actualmente, en España, 237.777 hombres celebran su santo gracias al Beato Miguel Agustín Pro.
Tras el descontento social mexicano causado por la reglamentación de los artículos 27 y 130 de la Constitución política del país en materia de relaciones Estado-Iglesia, se creó la Liga Nacional para la Defensa de la Libertad Religiosa y otras organizaciones de laicos, religiosos y sacerdotes católicos.
Fue en este periodo cuando el padre Pro otorgó sus servicios como consejero espiritual y sacerdote a varias de esas organizaciones. Se hizo rápidamente popular entre los católicos y, por esa misma razón, fue visto como una amenaza por las autoridades que resentían su disposición a rechazar, muchas veces de manera jocosa, las restricciones impuestas por la nueva legislación.
Por ello le acusaron, junto con su hermano Humberto y otros laicos y religiosos como Concepción Acevedo de la Llata —la madre Conchita (no confundir con Concepción Cabrera de Armida, otra religiosa mexicana frecuentemente identificada como este sobrenombre)—, de participar en una vastísima conspiración para oponerse y derrocar a las autoridades del país.
El ministerio público construyó un caso mediocre que ha sido en varias ocasiones muy criticado tanto por el tipo de pruebas usadas como por las acusaciones levantadas en contra de los hermanos Pro y otros más. Fue decretada su muerte por fusilamiento, sin juicio alguno, por orden directa de Plutarco Elías Calles al general Roberto Cruz a pesar de haberse obtenido un amparo a su favor: no fue permitida la entrada al actuario para presentarlo y lograr que se suspendiera la ejecución. El compositor Agustín Lara fue apresado y, según su propio testimonio en un programa de radio, estuvo encerrado en el mismo sitio donde el padre Pro pasó sus últimas horas.
La debilidad de las acusaciones y el carisma de Pro hicieron que muy pronto su caso se convirtiera no sólo en un ejemplo de los excesos cometidos por el gobierno de México en ese entonces, sino también para que se promoviera su causa de beatificación que, finalmente, fue admitida por la Santa Sede, por lo que ahora se le venera con los títulos de mártir y beato.
Su fiesta, como corresponde con los mártires, es el día del aniversario de su muerte, el 23 de noviembre, y fue instituida por Juan Pablo II el 25 de septiembre de 1988, en el contexto de las beatificaciones y canonizaciones de laicos, religiosos y sacerdotes víctimas de la represión durante el conflicto Iglesia-Estado de 1926-1929.
Este y otros santos son celebrados durante el 23 de noviembre:
San Clemente I papa
San Clemente obispo
San Severino recluso
San Columbano
San Anfiloquio de Iconio
Santa Felicidad
San Gregorio obispo
San Sisinio
San Trudón de Sarquinium
Santa Cecilia Yu So-sa
Santa Lucrecia
Santa Mustiola