Una abuela, varios nietos, algunos toxicómanos, la novia de un nieto y un sicario contratado al que dejaron tirado literalmente en la cuneta tras golpear en la cabeza a la novia del abuelo, el exmarido de Dolores H. Además, el arma del posible crimen, que pasó del intento de adquisición de un revólver o pistola, al ácido, para finalmente convertirse en un objeto contundente como la pata de una mesa de madera. Por rocambolesca que pueda parecer la historia, ocurrió en verano de 2020 y ahora se dirimirá en el Juzgado de Primera Instancia e Instrucción número 1 de La Almunia, en Zaragoza.
La mujer, Dolores H., ahora con 71 años, había sido hasta tres años antes la mujer del patriarca de un clan gitano de Zaragoza y había parido a sus once hijos. Por eso, cuando el hombre la dejó por Rocío, de 65, las leyes del clan condenaron a la nueva pareja al destierro. Pese a que cambiaron tres veces de pueblo, Dolores H. no soportaba la situación: consideraba que no habían cumplido con el destierro e ideó, con la complicidad de sus nietos, un plan para acabar con la vida de Rocío que casi culminan.
La agresión se produjo el 6 de agosto de 2020, en La Muela, en Zaragoza, donde la pareja vivía. El sicario, David. P., golpeó por la espalda en la cabeza a Rocío en plena calle y le arrancó el bolso para simular un robo con violencia.
Ante la defensa de los viandantes, la abuela y uno de los nietos, que esperaban en un coche porque David P. no tenía carné, le dejaron tirado allí mismo y emprendieron la huida.
"Una cosa fácil y buena"
El sicario acabaría cantando ante la Guardia Civil. Contaría, una vez iniciadas las pesquisas en las que se tuvo en cuenta las amenazas reiteradas y previas de la abuela Dolores, que efectivamente, había sido contactado inicialmente por otro nieto de Dolores, Ricardo F.H., alias 'El Richard' que estaba en prisión en Montpellier (Francia).
Estar interno en una prisión francesa no le impidió que le encargara "una cosa fácil y buena, un asunto personal" que luego le detallaría su abuela. Según la jueza, un nieto, Bernardo F. H. y la abuela Dolores H. G. fueron las personas que contarían a David P. que la cosa fácil y buena era "matar a Rocío o hacerle el mayor daño posible".
Lo fácil era, en primer lugar, hacerse con un arma de fuego y realizar vigilancias de los movimientos de Rocío. Ante la dificultad de adquirir un arma, optaron por el ácido.
Para ello, otros dos jóvenes, Jesús B. M. y Luis Carlos B. B., según la investigación, realizaron las vigilancias de la víctima. Luis Carlos tenía el encargo, además, de llevar al sicario a comprar los efectos necesarios para llevar a cabo la agresión e incluso conseguir el ácido con el que tenían pensado inicialmente agredir a la mujer.
Pero no consiguieron ácido. A cambio, a David el sicario le entregaron la pata de madera de una mesa para golpearla, bien hasta la muerte o para hacerle el mayor daño posible. Cobraría, además, en función de los daños que le ocasionara.
Al sicario le dieron la pata de la mesa ya a bordo de un vehículo conducido por María Ángeles R., la novia de uno de los nietos de Dolores, que condujo de Zaragoza hasta La Muela. Con el sicario y le novia del nieto iba el cerebro de la trama, la abuela Dolores, Epifanio J. H, nieto y novio de la conductora.
Llegaron al pueblo, el sicario se bajó del coche, abordó a Rocío y le propinó un fortísimo golpe en la cabeza que hizo que perdiera el conocimiento, pero no acabó con su vida.
En el coche le esperaron, pero al ver que los viandantes socorrían a Rocío e inmovilizaban al sicario, huyeron dejándole allí, con la pata de madera, a merced de los vecinos y de la Guardia Civil. La Benemérita inició una investigación al conocer que la mujer agredida y su pareja llevaban desde los inicios de su relación sentimental, tres años atrás, recibiendo amenazas de muerte por parte de la expareja del varón.
El final de la historia está a punto de conocerse, con todos sentados en el banquillo acusados de pertenencia a grupo criminal, conspiración de asesinato, y tentativa de asesinato.