Si le pusiéramos música de intriga, la escena sería semejante a la de la apertura de Tiburón, la famosa película de Steven Spielberg. Pero en este caso, las imágenes son crudas, sin adornos. Y se han propagado en redes como alerta y como ejemplo de final feliz que podría no ser así.

Porque bañarse en altamar acarrea algunos peligros. A la presencia de animales y otros elementos amenazantes se le suma la de corrientes que dificultan el ejercicio. Puede haber barcos, depredadores como tiburones u orcas y existencia de medusas de picadura mortal. Además, las temperaturas del agua no acompañan y la intemperie agrava posibles imprevistos. 

Aún así, son muchas las personas que siguen aceptando el riesgo con la intención de vivir una aventura. Eso es lo que le ocurrió a un nadador en la costa de Nueva Zelanda. Adam Walker, nacido en Nottingham (Inglaterra), este hombre se propuso nadar en el Estrecho de Cook.

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De repente, se ve una aleta en el horizonte. "Por casualidad miré hacia abajo y vi un tiburón a unos metros por debajo de mí", aseguraba en su canal de YouTube. "Intenté no asustarme, ya que tenía el objetivo de seguir nadando", añadía. Para su sorpresa, un grupo de delfines formó un círculo a su alrededor cuando el tiburón se acercó, protegiéndolo de cualquier posible ataque:

"Me gustaría pensar que me estaban protegiendo y guiando a casa", señalaba. "No puedo decir si los delfines vinieron a ayudarme en grupo porque no pueden hablarme, pero sí puedo decir que después de unos minutos el tiburón desapareció y los delfines se quedaron conmigo durante otros 50 minutos, lo que fue una experiencia increíble", manifestó Walker.

Según han explicado en varios medios que recogen la noticia, la forma en la que los delfines se defienden de los tiburones es formando manadas y acosando al depredador hasta alejarlo. Esto mismo es lo que hicieron con Walker y, siendo o no su objetivo, lograron ahuyentar al tiburón. El nadador tuvo suerte de ser escoltado por estos espontáneos amigos. Y también tomó una buena decisión: no perder la calma.

Ataques trágicos

No ocurrió lo mismo hace unos meses en Egipto. Allí, en una playa de Hurghada, en el mar Rojo, se produjo un ataque en las aguas del complejo hotelero Dream Beach Sheraton. Un escualo embistió a un joven de 23 años hasta producirle la muerte. Se trataba de Vladímir Popov, según la agencia rusa Tass. El chico estaba pasando unos días de asueto con su familia en la zona.

El turista fue atacado en varias ocasiones por el tiburón. En una primera tanda, acosa y embiste varias veces al turista que pedía ayuda a su padre, que también estaba en el agua. La segunda es la que acaba siendo mortal.

Tras ser rescatado por uno de los barcos presentes en la zona, el cuerpo del joven ruso fue trasladado al Hospital General de Hurghada donde, según diferentes medios egipcios, se le hizo un “seguimiento de salud urgente”. En dicho centro sanitario se confirmó que las dentelladas del tiburón fueron la causa de la muerte.