El diestro peruano Roca Rey durante la faena a su primero de la tarde.

El diestro peruano Roca Rey durante la faena a su primero de la tarde. Jesús Diges Efe

Toros

Impresión de Roca Rey; importantísimo Perera

El peruano logra su segunda puerta grande consecutiva en Pamplona. El extremeño cuaja su mejor actuación del año sin espada.

13 julio, 2016 22:54
Pamplona

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La tarde estaba planteada como un choque de conceptos. Lanzados desde la misma base se encontraron en Pamplona dos figuras consolidadas y un chaval de 19 años que lo roza con la yema de los dedos. Roca está ya en figura, dos pasos por delante del pelotón de jóvenes que iniciaron la temporada de la renovación juntos. En otro escalón. Este miércoles ha abierto otra vez la puerta grande de Pamplona. Dos tardes, dos salidas a hombros retorciendo los límites del valor: el depósito no ha bajado ni una línea. En Barajas se deben estar tirando de los pelos.

La actuación con el tercero recordó a aquel lejano triunfo en San Isidro. También tuvo que remontar una importantísima faena de Perera al segundo como aquel día de Talavante. Otra vez Cuvillo, Castella también en el cartel. Miguel Ángel Perera cuajó su actuación más importante y sólida en meses y Roca devolvió el golpe con un nuevo impacto. Sin inmutarse ni achantarse. Actitud de mandón.

El del Perú le cortó las dos orejas al tercero con mucha fuerza, lejos de los trofeos salpicados de esta semana. Se abrieron los chiqueros y allí estaba el cuvillo todo pitones. Un engendro de cabeza y cuerpo sin acoplar. La amplitud de cara no cuajaba con las hechuras tan estrechas. Roca lo paró con una combinación de verónicas, gaonera, una solitaria saltillera como arrancada de una caleserina y la revolera de remate. Con toda la facilidad del mundo.

El quite fue por tafalleras. En la distancia larga se arrancó el toro, no sé sabe si a escaparse de la suerte o a coger al torero: se decidió por las dos opciones, elevando al matador con su pala como una rama de naranjo, saliendo despedido. Un susto. Roca se puso igual al incorporarse. Para él no había pasado.

El toro cambiaba de objetivo sin fijeza y el inicio de faena fue en la cuerda floja de esa condición. Los estatuarios los libró al milímetro. El cambiado por la espalda fue como arrojarse al vacío. Después del inicio del embroque, en ese momento en el que toro entra en la jurisdicción y no hay marcha atrás, cambió el viaje. Una milésima más tarde que el resto. La plaza se resintió temblando. Ni el cuvillo sabía qué había ocurrido.

Le puso la muleta muy planchada, qué alarde. Soltaba la cara la fiera mal diseñada. Firmeza y asiento para correr la mano bien. Cierta profundidad. Sentido del temple. Un pitonazo le echó mano sin calar. Salió a la superficie el torero entre las puntas que percutían al aire con una violencia de tifón. En otra ocasión deslizaron el muslo.

Al natural se relajó a pesar de que era el peor pitón del toro, más gañafones aquí. Otra espaldina fue un milagro. Las manoletinas hasta de rodillas. Un muletazo con la derecha así se desprendió templado. Mató entre recibiendo y al encuentro. Llamó parado y luego fueron los dos, animal y hombre, al encuentro de la muerte. La estocada puso en sus manos otra puerta grande. Cinco orejas en dos días. En la barrera se limpiaba la cara como si hubiera terminado de cambiar el aceite al coche.

La actuación de Perera

Antes, Perera había logrado su faena del año. El segundo fue el que más humilló de una corrida que soltó demasiado la cara. Lo hizo en los capotes sin terminar de centrarse. Perera se impuso desde el primer momento. Los doblones le abrieron los caminos, el toro respondía.

Después la muleta citó tersa. Las muñecas se descolgaron. El brazo alargó la embestida. Perera moldeó en definitiva la condición del cuvillo y sacó todo el fondo del armario. "A ver, qué tienes ahí". Al natural igual. La mejor tanda se produjo de nuevo con la derecha. Antes, en un molinete mal trazado el toro se metió por dentro.

Revolcón sin consecuencias del diestro Miguel Angel Perera durante la faena a su primero de la tarde.

Revolcón sin consecuencias del diestro Miguel Angel Perera durante la faena a su primero de la tarde. Jesús Diges Efe

Fortísima la voltereta. Voló Perera, que cayó desarmado al suelo, flexible sobre el cuello y los hombros como un muñeco Dummy. Se recompuso, y algo grogui, montó la ayuda. De nuevo la derecha. Asentado, hubo profundidad. Perera ha conseguido un muletazo en el que no se hace pie. Una fosa abisal empujando al toro, con ritmo, redondo. Una pena la espada. Perdió la puerta grande.

A Roca Rey el sexto no le valió. Imposible con esos gañafones. Qué descomposición. Muy difícil cogerle la velocidad. Casi no hubo limpieza. Perera con el enorme quinto, un agujero negro de pechos y cuartos traseros pintados por Botero, dejó una gran tanda al natural enmarcada por un largo pase de pecho. Después no hubo limpieza. Antes la pereza de los 620 kilos pudo con el toro, pesado en su recta embestida, incapaz de ir un poco más allá.

Castella sí cortó una oreja al cuarto después de la impresión del chaval. Este cuvillo, junto al primero del lote de Perera, fue el más armónico. Protestó en el inicio por arriba. En la segunda raya Castella sacó el desprecio después unos cuantos estatuarios. La mano baja al fin aplacó al toro, que se desenvolvía mejor cuando la muleta volaba por debajo del pitón. Hubo momentos muy buenos. Aún seguía en la plaza la nebulosa de Roca. También la merienda. Una tanda con la derecha dio lugar al toreo de cercanías, circulares y todo lo demás. Castella se había impuesto al toro con su tauromaquia de siempre. Por atrás vienen otros que ya la perfilan. Un pinchazo hondo fue suficiente para poner en su mano el apéndice.

El primero fue un zambombo colorado que se movió tanto como poca clase tuvo. Movilidad sin humillación. Castella estuvo muy templado. Logró lo más complicado: el toro no tocó ni una vez la muleta a pesar de los intentos de arrancarla desde el palillo al galo. La prontitud se transformaba en derrote justo en el embroque. Al natural se lo pensaba más, descubriendo su verdadera cara. Cuando Castella optó de nuevo por el lado bueno, aquella mole estaba ya más que acabada.

NUÑEZ DEL CUVILLO/ Sebastián Castella, Miguel Ángel Perera y Roca Rey.
Plaza de toros de Pamplona. Miércoles, 13 de julio de 2016. Lleno. Novena de feria. Toros de Núñez del Cuvillo, se movió sin clase el 1º, importante el 2º, sin entrega el ofensivo 3º, 4º humilló, mejor por el pitón izquierdo el enorme 5º, un 6º descompuesto.

Sebastián Castella, de grana y oro. Media estocada trasera y caída y un descabello. Aviso (silencio). En el cuarto, pinchazo hondo y trasero. Un descabello (oreja).
Miguel Ángel Perera, de verde hoja y oro. Pinchazo arriba, media estocada trasera. Dos descabellos. Aviso (saludos). En el quinto, pinchazo trasero y estocada entera algo suelta (saludos).
Roca Rey, de catafalco y oro. Buena estocada en la suerte de recibir. Aviso (dos orejas). En el sexto, media estocada trasera. Dos descabellos (silencio).