El paseíllo se detuvo a mitad del ruedo. Apretaba el sol en los medios, con el rastro de sombra cerrado en un tercio. Rivera Ordóñez, David Mora y José Garrido aguardaban bajo este calor seco y rotundo de norte. La plaza se puso en pie: todos entonaron el himno palentino de un modo suave y contundente. Es que era San Antolín, día grande. En estos localismos, había también una peña con su charanga arrinconada en lo más alto de la plaza, como esperando el impulso para propagarse, tiene Chopera, o el que venga, la solución.
Qué bien toreó Garrido al tercero con el capote. La verónica resultó menos abigarrada, en una composición más suelta, fácil y con gusto. El quite por chicuelinas convirtió al capote en un oleaje mecido y enroscado por y para la cintura. Mucho compás. Luego Valdeoro cuajó un gran tercio de banderillas.
Muy afligido tomó la muleta el toro. Se salió con él Garrido sobándolo, muy torero. En la primera serie por la mano derecha tuvo que tirar de él, acurrucándolo en la muleta. Se dormía el toro en el muletazo, humillando pero sin final. Garrido lo toreó despacio, a ese tempo. El pase de pecho fue lo mejor de la siguiente. El toro embestía concentrado. Más ligero por el izquierdo. Ahí dio más sitio Garrido. Llevó al toro sin finales hasta donde le dio la mano. La colocación exacta, el medio pecho. Más metidos en tablas, se lo dejó llegar con circulares, atornillado. La estocada entera, enganchado el matador a los gavilanes, desató a la gente. Le concedieron las dos orejas.
El sexto era alto, negro bragado y axiblanco, el punto anterior a ser burraco. Una montaña se elevaba desde la cruz a la testuz. El toro no tenía inercia. Reponía. Garrido se impuso a él por doblones después de probar las banderas. No se acopló en las dos primeras series por la mano derecha.
El toro se quedaba debajo, embestía con transmisión y soltando la cara. Era complicado acertar en la velocidad. Al natural hubo un cambio de terrenos. Garrido se situó en la diagonal de las rayas. El toro para abajo se iba. Hacia fuera más agarrado. Garrido lanzaba los naturales de uno en uno. Más seguidos otros. Era un tejón el bañuelos. Se enredaron en un bello molinete. La gente respiró en el de pecho. Le faltaba imponerse por el derecho. Volvió. Surgieron muletazos más limpios. Qué lucha. El toro arreaba por dentro. Y se fue a por la espada. Eficaz el espadazo casi entero. La gente pidió la segunda con fuerza. Se conformó con una.
David Mora perdió una oreja por el mal uso de la espada. Luego cortaría dos. Soltó una verónica despacísimo al principio, la única. Fue al segundo. El toro es verdad que no fue muy sometido, pero él cogió la velocidad exacta, al ralentí. Se lo sacó a los medios. Soltaba la cara el bicho pero exhalaba nobleza. Un desprecio lo embistió en tres tiempos. Los tres tramos en los que los dividió el torero. Ni un solo extraño. Luego resultó codicioso. Pena de clase. David Mora logró los mejores momentos con la diestra. Estuvo más asentado al natural, su mejor mano.
Se le coló una vez, al hilo el matador, porque no lo enganchó, desencajado el codo. Algún molinete suelto y el final queriendo cerrar al toro sin lograrlo, lo hizo el subalterno, prologaron los cuatro pinchazos. Saludó una ovación.
Otra vez toreó despacio de inicio. El recibo esta vez fue más redondo. El quite por chicuelinas alado y sencillo, la larga muy templada. Voló Guillermo Barbero en un sensacional segundo par. Brindó David Mora al público. La cadencia de nuevo en la muleta, una sensación extraña. Como si no le diera importancia. Mora se sacó un trincherazo a placer, casi dormido, después de tirarse de rodillas. Este fue el otro mejor toro. Lo que duró. Tuvo fijeza, cierto recorrido. Se llevó el lote. Lo toreó de perfil David Mora, sin redondear ninguna de las dos primeras tandas con la mano derecha.
Al natural algo más, pero con el toro encogido, afligido. Se han venido muchos toros abajo esta semana. Tenía intención de coger la muleta con el hocico. Mora lo administró de uno en uno, logrando algún natural reunido. Se apagó del todo. Aguantó un parón en la tripa y lo vendió muy bien. Agostada la gente, respondió. Estuvo mucho tiempo delante. Sobraron los ayudados con el toro pidiendo auxilio. La diluida faena pareció redondearse con el buen espadazo: desorejar al toro fue excesivo.
Hasta los terrenos de sol se fue Rivera Ordóñez para parar al primero. Muy suelto el toro, se hizo el dueño de la situación. Al relance recibió un puyazo bajo sin rectificar. Intentaron darle otro. Nadie lo metió en el caballo. Desistió finalmente el matador. Ay, el orden.
A la salida de un par, Juan Carlos de Alba trastabilló. Perdido bajo el estribo, se lanzó a su búsqueda el toro. Metió la cara, resonó el golpe. Desde la perspectiva de este cronista parecía que lo había empalado. De la nube de polvo asomó la montera sucia, después el traje azul y azabache. Juan Carlos de Alba emergió intacto. Fallaron las cargas de profundidad. Se libró. Sentado en el estribo abrió la faena Rivera Ordóñez.
Poco compás. Se le ve forzado. Ni mucho menos asentado. La torería de vacaciones. Se rajó el toro. Aculado en tablas. Por aquí, por allá, cero. Ni toro ni torero. Ninguno pudo hacer nada. Fue insólito ver echarse al toro antes de recibir la estocada. Era imposible cuadrarlo con el gazapeo de muerto en vida. Por fin paró. Al encuentro, un pinchazo. Se empeñó en matarlo Fran Rivera cuando lo más eficaz hubiera sido apuntillarlo después del primer fallo. Feísimo el espadazo final.
Muy feo el cuarto. Lo dejó crudo Rivera Ordóñez. Pivotaba sobre las manos, levantados los cuartos traseros por la descomposición. A su aire bien. Cuando le obligó el matador se resentía. Por eso, lo toreó a su aire. La verdad es que se lo pasó lejísimos. Los medios afligieron más al toro, diluido. Alguna embestida tuvo más. A la faena le faltó ritmo. El toro además cargaba con una lesión y apoyaba mal. Se resarció Rivera en una tanda interior jaleadísima. De un pase de pecho se cayó redondo el toro.
Arrancó la música en el peor momento. Un par de pases mirando al tendido bastaron. Un arrimón y otra vez al suelo. Rivera se dirigió al toro diciéndole que se levantara, dándole en el pitón. Luego que si los animalistas. Aquello encantó al tendido más cercano. Bastante tenía el de Bañuelos con lo suyo. Otro toro más en esta feria físicamente derrumbado. Las corridas están saliendo sospechosamente igual: sin fondo y agotadas.
ANTONIO BAÑUELOS/ Rivera Ordóñez, David Mora y José Garrido.
Campos Góticos. Viernes, 2 de septiembre de 2016. Cuarta de feria. Media entrada. Toros de Antonio Bañuelos, 1º rajado, codicioso y sin clase el 2º, 3º sin finales, se dejó un derruido 4º, 5º muy a menos, bravo 6º.
Rivera Ordóñez, de azul pavo y oro. Pinchazo y espadazo caído y trasero (silencio). Dos pinchazos y estocada traserísima baja (silencio).
David Mora, de verde manzana y oro. Pinchazo, pinchazo arriba, pinchazo hondo y estocada trasera (saludos). En el quinto, buena estocada.
José Garrido, de teja y oro. Buena estocada (dos orejas). En el sexto, espadazo casi entero algo caído (una oreja con petición). Salió a hombros junto a David Mora.