Bullía la plaza de toros. Desde la calle Alcalá se descolgaba la gente. La suave bajada volcaba la ciudad sobre Las Ventas. Ambientazo para recuperar la corrida de la Prensa, amordazada por la pereza crónica: un punto para Plaza 1. El viejo rey se volvía a asomar por la meseta de toriles. Lo custodiaban Victoria Prego, presidenta de la Asociación de la Prensa, y Carmen Martínez Castro, Secretaria de Estado de Comunicación. En el callejón, acumuladas las negritas, también Pedro J. Sonó el himno antes del reventón y a las 7 en punto todos los que no estaban en la plaza eran fantasmas, transparentes, no existían.
Dos horas y cuarto después la tarde pisaba el cadalso. Salió el sobrero de Conde de Mayalde para apuntillarla, con las hechuras de llanura, puro Wisconsin. Basto desde la testuz a los pechos, abierto de pitones, enorme. Era el tercer toro que pisaba el ruedo en quinto lugar. Naufragaba la expectación, el primer no hay billetes de la nueva empresa. Talavante volcó la desolación. El antídoto a Buzonero, que apenas guardaba celo. Esa condición sosa le dio un temple de buey para muñecas dormidas. No dudó Talavante a resguardo sobre el tercio, a la altura del 7. Una apuesta suya. De la primera tanda se descolgaron dos naturales: en uno murió la tanda calidamente, con ese son, acogedora, envuelta, tersa. Talavante se hizo agujero negro. Hundido en las profundidades. Todo a su alrededor tenía una velocidad distinta. Torear tan despacio es un veneno. La plaza rugía. La naturalidad, los vuelos, las salidas de la cara.
El metrónomo congelado marcó otra serie por la derecha, como en Wiplash pero al revés; electrizada, la gente la vivió incorporada, guturales los oles. Fluyó un kikirikí. Sólo transcurrieron tres series y el tiempo pesaba más que todo lo anterior, derretidos los relojes: el toreo. Un cambio de mano terminó de romper las gargantas. Aquel natural de bronce mirando al tendido. Antes de matar, a pies juntos, insultante la naturalidad, a años luz del resto. Enterró la espada. Los pañuelos volaron. La oreja tuvo el estatus de Puerta Grande, sin ese jaleo hortera. Qué torero. Tres tardes todavía por delante y la tranquilidad de haberlo hecho ya.
Javier Jiménez salió al sexto en esa espesura. La birria que hizo tercero presionaba, inédito el sevillano. Mucho más difícil aparecer sobre un acontecimiento, andar por las ascuas de lo sublime. El sexto era astifino. Más serio que el resto de titulares. Rebrincado, incapaz. Jiménez, quieto, limpiaba la embestida áspera y afilada. Silbaban las balas. Aguantó un parón y, hundido, el toro le hizo presa. Certerísimo, el pitón se hundió arriba. La mantequilla de la carne se abrió 20 centímetros. Cayó de pie el matador. Latía un túnel en su interior. Ni el torniquete.
Talavante intentó sacar del pozo al cuarto y a Castella se le fue Juguetón el buen sobrero de Buenavista, emocionante, con fijeza, intenso en su recorrido, antes de las pancartas, el cabreo, la falta de trapío, el impresentable de Torrealta. El toreo arrasa con todo.
Ficha del festejo
Monumental de las Ventas. Viernes, 19 de mayo de 2017. Novena de feria. Corrida de la prensa. No hay billetes. Toros de El Puerto de San Lorenzo, deslucido 2º, 3º derrumbado, 4º sin fuerza, 6º rebrincado y dos sobreros, el buen 1º bis de Buenavista y el 5º tris de Conde de Mayalde con fondo.
Sebastián Castella, de lila y oro. Espadazo trasero. Un descabello. Dos avisos (ovación). En el cuarto, buena estocada (silencio). En el sexto, estocada trasera.
Alejandro Talavante, de tabaco y oro. Pinchazo, pinchazo hondo tendido. Tres descabellos (silencio). En el quinto, gran estocada (oreja).
Javier Jiménez, sangre de toro y oro. Espadazo delantero (silencio). No pudo matar al sexto.
Parte médico
Herida por asta de toro en tercio superior de la cara interna del muslo derecho, con dos trayectorias: una hacia arriba de 20 centímetros que produce destrozos en músculos aductores y alcanza el pubis. Otra hacia abajo de 15 que produce destrozos en músculos vasto interno y aductor. Pronóstico grave.