La figura de Manolete está tan desnaturalizada que cien años después de su nacimiento parece un extraterrestre. El boato inyectado en su figura con biografías, poemarios y leyendas ha valido para plastificarlo con terciopelo. De Manolete siempre se ha hablado con cadencia de Nodo. La ciudad lo conserva joven y triste, concentrado para siempre, dentro de sí mismo, dormido, inmortal, en el formol aburridísimo de la solemnidad.
Manolete, sin embargo, lo desmiente. Fue el primero en trazar su perfil montañoso. El pico de la nariz se lo vio antes que nadie y esa caricatura se une a las fotos sonriendo y al golpe flamenco de su voz en una trinidad que sorprende y agita. “Tenía una vis cómica. Lo demuestra saber dibujarse a sí mismo. Un hombre que hace su propia caricatura tiene sentido del humor, más allá de la imagen de seriedad con la que se le recuerda”, explica Fernando González Viñas, autor de un ensayo sobre su vida y la última biografía, responsable de los actos del centenario patrocinados por el Ayuntamiento de Córdoba englobados en la marca Manolete: cien años vivo.
Que él decidiera inaugurar los accidentes de su cara, invertir en las líneas que lo definen en el imaginario colectivo, es la excusa perfecta para la exposición Manolete ríe. “Fue un encargo de la revista Esto. Aparece por primera vez en un libro donde se relata su primer viaje a México”, el mundo que lo fascinó, “publicado en 1946: ahí descubrí la caricatura que, por cierto, tiene un trazo buenísimo”.
Detrás le siguen 37 dibujantes que han acudido a la llamada del mostruo, “de forma desinteresada”, con producciones inéditas que estarán expuestas en Córdoba hasta el 19 de noviembre. Reírse de (con) Manolete no es un atentado -"Es un trazo que se ha convertido en hombre", dice Marián Angulo-. “Queríamos ver si Manolete tiene poder de convocatoria más allá de la ciudad y hemos descubierto que sí”, explica González Viñas, comisario de la muestra junto al viñetista cordobés Pepe Farruco, que también participa. La lista incluye las firmas de Sciammarella, Aina Albi, Jerôme Pradet, Marián Angulo, Kim o Alfonso López, entre otros. “Sólo las obras de Pradet y Alfonso estaban ya hechas. Hay mucho nivel, dos premios nacionales del Cómic y otro de Ilustración".
Esta exposición acerca el final de los actos que celebran el centenario. “Hemos pretendido no quedarnos sólo en la figura taurina”. Algunos de los dibujantes rechazaron la propuesta por razones antis. “¿Qué tendrá que ver Manolete con los toros?”, se pregunta Fernando. El héroe de la posguerra, la secuencia de Islero, la dimensión que dio en las plazas es sólo la superficie de uno de los personajes españoles más influyentes del siglo XX. “Hemos intentado tocar muchos palos. Manolete no es algo rancio. Va mucho más allá. Pasa igual con los toros, que están rodeados de etiquetas. Hay que salir de todo eso. A mí me chirría mucho que se considere que a los toros sólo va gente de derechas. El término fiesta nacional, que aparece en el siglo XIX, no me gusta. La fiesta es internacional y no de una ideología concreta”. A las caricaturas le seguirá el festival de rock Manolete sound&words.
¿Con cuál se queda? “Si pudiera me llevaría casi todas a casa. Son todas buenas, cada una con sus características. Da una idea de la riqueza del hombre los distintos primas con los que se puede ver”. Manolete desencuadernado andando con la mano en el bolsillo. Convertido en un Picassete toreando en la luna. Atrapado por el toro y la actriz. El estudio de sus gestos. La nariz desembocando en barbilla, cuerpo y eje. Tomando el último café. “Levántate y anda”, gritaba Rafael de Paula, señalando al mármol del cementerio. Aunque hay algunos dibujos que lo actualizan, otros ahondan en la literatura construida durante todo este tiempo. Los ojos caídos, el semblante triste, la nostalgia que revolotea a su alrededor. En Santa Marina la estatua está de pie, en los Jardines de Orive se convierte en un caleidoscopio. ¿Es un icono pop? “Sí, ha quedado demostrado”.
La originalidad en la celebración del centenario ha tenido otro efecto: ha vuelto a quedar en evidencia la sequía de ideas que asola a los empresarios taurinos. En el año de Manolete no ha ocurrido nada extraordinario en el Coso de los Califas, explotado tímidamente por la FIT, arrendado por la propiedad, que parece que no quiere mirar. “La diferencia con el cincuenta aniversario es que con muchísimo menos presupuesto hemos hecho el doble ahora. Aquel año el Ayuntamiento organizó una corrida de toros en la que se gastó la mayoría del dinero y creo que eso no le corresponde hacerlo”, indica González. "Debe hacerlo la empresa", cree. Ha habido más de cincuenta actividades. “El éxito se puede calibrar con la del 4 de julio. Un actor vestido como Manolete recorría Córdoba y sólo podían acceder treinta personas con invitación. Por la noche había cien en la Lagunilla, que se habían ido uniendo al paseo. De alguna manera lo veían vivo y lo seguían”.
Manolete dejó sólo una caricatura. “No hemos encontrado nada más. Escribió algo pero no se ha conservado, según me contó Rafalito Lagartijo, uno de sus familiares, en mi primera investigación". El centenario tiene vocación atemporal. “Queremos que la exposición vaya a otras ciudades. La guía de tabernas sirve. Ojalá se mantenga también el festival de música. Para el próximo centenario ya no estaremos. Él seguro que sí".