El Juli ha renacido en Sevilla arrasando con el histórico indulto de Orgullito, número 35 herrado con el hierro de Garcigrande, extraordinario de principio a fin en la muleta, pronto, con transmisión y, sobre todo, con una clase difícil de lograr —la capacidad de embestir entregado y humillado— y que perdurará en el resto de generaciones de la ganadería gracias a la vida regalada de la que disfrutará a partir de ahora esta joya de animal.

La estrecha relación de Juli con la Maestranza —sin llegar a los achuchones adolescentes de las tardes de Manzanares— se cortó en 2013. Del fenomenal domingo de Resurrección a la cornada y el fallido gesto de Miura. A partir de ahí un penar continuo, enfadados los dos. Eso lo hemos visto todos como quien ve First Dates.

La Maestranza se volcó a partir de mitad de faena. Orgullito llevaba un rato regalando embestidas. Sin muchas curvas, tenía el trapío medido en el lomo recto. Redondo de atrás a delante por los pitones acapachados. No era un dije. Acudía con una prontitud dorada, incluso le sorpendió en alguna ocasión a Juli, que improvisaba tandas encauzando la revolución que llevaba dentro el garcigrande, lanzado el toro por fuerzas invisibles, joder, un torazo. Los hilos de la alquimia ganadera funcionando en plenitud.

Orgullito

Juli toreó entonces con la muleta arrastradísima, despacio, estrujándose a un palmo del albero. Aquello galopó por los tendidos y los oles salían de los sótanos de La Maestranza: el rugido de la civilización acompañaba cada final de muletazo. Yo qué sé. Ni se escuchaba la música.

Natural de Juli al extraordinario Orgullito Pagés

En la faena hubo una inercia frenética. El público empujaba. El Juli les brindó el toro con el tam-tam de lo histórico. Llevaba ya dos orejas y el inicio barruntaba la Puerta del Príncipe. Cinco o seis muletazos como pinceladas sencillas, muy buenos, saliéndose con él a los medios. Hubo mucha intensidad. Las notas están confusas. "Natural buenísimo", tengo apuntado. En el recuerdo palpita la sensación de lo irrepetible. En estos casos fluyen muy mal las palabras. Basta con decir que fue extraordinario.

Los circulares provocaron a más pañuelos. Después de dos naturales cadenciosos, empezaron a exigir el perdón del toro. Los tendidos se cerraron de blanco, con las miradas puestas en el presidente, que le hacía gestos al matador para que siguiera toreando. Ni una vez desfalleció Orgullito. El clamor se convirtió en bronca. Miles de personas zarandeaban al palco. El Juli fue a por la espada. Todos se asomaban, gritando, abiertas las chaquetas, volanderas las corbatas, volantes, lunares, camisolas al viento. Un cuadro impresionista a todo color. La fotografía para los siglos. Y saltó el pañuelo naranja.

José Luque saca el pañuelo naranaja del indulto PAGÉS

El indulto de Orgullito en un marco como la Maestranza cierra el círculo de Juli con su ganadería predilecta. Garcigrande es su laboratorio de embestidas. Además, hace unos meses murió Domingo Hernández, fundador del hierro, y en la vuelta al ruedo con Justo hubo esa llovizna fina del recuerdo. La guinda al 20 anivesario de alternativa. Tendría que haber cortado el rabo: cinco Puertas del Príncipe ya.

La faena mantuvo un nivel alto siempre, es verdad, desde la bellísima media con la que lo dejó en el caballo. No fue de salir rodando por el tendido, sin embargo. El poso que queda es el de la perfección, no el arrebato. El toro fue definitivamente a más. Cumplió en el caballo como cumplen los toros de esta generación. Orgullito salvó su vida merecidamente.

Juli toreó a Chumbo mejor con la mano izquierda, que fue el segundo, un toro un poco birria. Qué calidad. Otro gran toro por dentro. Más ligero. Por la derecha, entregado, los muletazos surgen en bloque. Se lanzó Juli a la suerte suprema con la espada de pértiga. Debe tener una foto como Isinvayeba. Las dos orejas se pidieron con intensidad.

Extraordinario natural de Juli Pagés

Después del ñiquiñiqui del entorno del matador por el trato que le dieron en Valencia en favor de Ponce, que se encontraran con una de Garcigrande en Sevilla tenía su morbo. El encuentro quedó arrasado por el indulto. Una cuenta pendiente menos.

En la parte terrenal de la tarde: Ponce le cortó una oreja al cuarto por una faena que tuvo dos momentos. El inicio y el final. Sus favoritos son los toros que se quieren ir. Les tapia las salidas con la ligazón. Hubo algo marchito en toda la secuencia. La noria que rindió Madrid hace un año quedó inconclusa. Le dio aire por la izquierda y apretó por la derecha, pegado al tercio del cuatro. Se sacó al toro después a los medios, marcó la querencia, y hacía allí lo llevó doblándose, consciente del escenario, haciendo malabares con todas sus formas de seducción. Cobró una estocada de ley. Del trance salió quebrado el palillo y Tratante moribundo.

No pudo corregir los defectos del simple primero.

Talavante no se dio coba, ni cuando no quiso, ni cuando quiso un poco. Tan lánguido.

FICHA DEL FESTEJO



Plaza de toros de la Real Maestranza de Sevilla. Lunes, 16 de abril de 2018. Octava de abono. Lleno. Toros de Garcigrande, embistió a tornillazos y sin profundidad el 1º, 3º descastado, mansito con clase el 4º, extraordinario para la muleta el 5º indultado y de Domingo Hernández, 2º con fondo y 6º sin clase.

Se indultó a Orgullito, herrado con el hierro de Garcigrande, número 35.

Enrique Ponce, de tinto y oro. Pinchazo hondo trasero y caído. Cuatro descabellos (silencio). En el cuarto, gran estocada (oreja).

El Juli, de verde sotobosque y oro. Estocada muy trasera (dos orejas). No simula la suerte suprema del indulto (dos orejas simbólicas).

Talavante, de catafalco y azabache. Pinchazo sin soltar, estocada trasera casi entera (silencio). En el sexto, cuatro pinchazos y media estocada (silencio).