La desbandada de la peña taurina Paraíso Balea no se hizo ordenamente anoche. Vieron a uno sujetando un farol palpándose las llaves del coche en la plaza de Chamberí, a parejas agarradas por la cintura bajando Eduardo Dato tambaleándose. La intensidad con la que se desabrochó la tarde del viernes contrastaba con la ceremonia y los caballos y el ambiente relajado del sábado. Los otros cinco rejoneadores arroparon a Joao Telles en su confirmación como en una escena medieval. Pasaban por delante del portugués para abrazarlo uno a uno. El boato eclesiástico de señoritos a caballo. La sensación era extraña por el confirmante, que estaba de espaldas y no se volvía a mirar. Iban a buscarlo.
Prácticamente los seis toros tuvieron el mismo comportamiento. Al sentir el rejonazo un incendio interior los rompía y salían disparados hacia las cabalgaduras. Luego, duraron más o menos, con la entrega siempre en la raya. A Fortes no le dieron una oreja merecida el viernes jugándose los muslos. Martín Burgos cortó la primera de la feria con un bajonazo. A años luz. Los rejones son la segunda división.
Leonardo hizo lo mejor. Bajaba el quinto un punto. Más ofensivo, los pitones romos por delante, largo y ensillado cuando se paraba. Convertido en bala tras Leonardo, rabioso por el puyazo. Lo templó en los medios, girando sutilmente, parando el terremoto animal. Clásico en el embroque. Lo redujo paralelo a tablas. Y lo cambió de terrenos sin perder el son. En corto no lo vio claro, de largo mejor. Sol elevó el nivel de la tarde, torerísimo, dando el pecho, toreó dos veces electrificando la plaza. Lo de más calidad de la tarde. La faena alcanzó el clímax con las cabriolas de Xarope. Tan elástico el rejoneador, surfeándose el morrillo en el violín. Falló con la espada y sólo saludó una ovación en la actaución más importante de la tarde.
La oreja de Andrés Romero hay que buscarla en el efectismo. Cayó el rejón más o menos en el helipuerto sanguinolento y el toro rodó patas arriba. Andrés lo celebró como Ventura, tirándose de los pelos, pegando un brinco. Hubo momentos buenos en su actuación: un embroque muy apretado cerca de toriles. El resto, más ligero. Sentó a un caballo y la gente enloqueció. Al menos tuvo entrega el andaluz.
La de Martín Burgos no se entiende. Con un bajonazo además. Se templó por momentos, lejos de la despaciosidad de Moura o Leonardo, eso sí. Su caballo Añaña tenía el tono en las patas difuminado del bayo al negro, color café en la transicición, hipnótico: me flipa. Martín Burgos se gustó con un violín defectuoso y un par a dos manos logrado. Tenía la oreja, pero el espadazo fue lamentable, había escrito en su momento. En el último momento lanzó el presidente su pañuelo. Paseó el regalo con parsimonia.
Moura estuvo bien con su toro, un cuarto que se dejó, jandillón por las mazorcas, rizados los pelos fuera del morrillo –marejadilla de bestia–. Consciente de los terrenos, rellenando los huecos, capaz en todo momento. Fue la primera vez en la que hallamos el temple, el galope a dos pistas. Cambia la cosa. La pirueta ligada calentó los tendidos y clavó arriba. Se gustó Checmat en la distancia corta, con el toro todavía entero. Hubo noria con las cortas y pum, la plaza en pie. Lo arruinó todo con los aceros.
Morante ya había reaparecido cuando galopaba Rui Fernandés. Abrevió, dicen. Cierto alivio. Qué remate tenía el toro. Muy frío, hubo desencuentro en la salida. Al sentir el rejonazo, trasero y caído, saltó como un toro mecánico. Le faltaba el cowboy encima. Metió la cara en el capote Correlero. Le daban pereza los caballos. Se lo dejó llegar Fernandés, galopaba de un lado a otro, recortó y clavó muy justo. Tocaron al minimalista Eldorado. Lo hizo todo Artista, tan flexible, hasta que se llevó otro pitonazo. Morante tan lejos y un toro de rejones embistiendo tan bien a los capotes. La vida es injusta. Histórico el saludo por su cuenta del portugués.
De vuelta al confirmante: Telles debutó en el 2005. Nunca había visto a un rejoneador calvo. El toro salió manseando desde el primer momento. Sin entregarse en la grupa. Arreaba cuando tililaba el objetivo en la mirilla. Alcanzó el anca de Guardiola –ponerle a un caballo Guardiola es como llamar a un hijo Enzo, la horterada de futbolista en un rejoneador, la barbita recortada de los nombres– en un par de dentro afuera. Soltó un puñetazo mientras Telles buscaba donde clavar la banderilla como quien lanza un balón a canasta desde un séptimo. En ese tiempo fue suyo el caballo. Abiertas las carnes, voluntarioso el portugués, por decir algo. Sólo un par con emoción, soltando el toro la cara hasta la montura en un salto olímpico. Las cortas fueron innecesarias. Para matar pasó un calvario el debutante en Madrid. El mundial del toreo y Moussambani. Sonaron dos avisos
FICHA DEL FESTEJO
Monumental de las Ventas. Sábado, 12 de mayo de 2018. Quinta de feria. 11.623 espectadores. Toros para rejones de Fermín Bojórquez, bravucón el rajado 1º, 2º noble, bueno el 3º, se dejó el 4º, 5º manso y 6º con genio.
Martín Burgos, bajonazo (oreja).
Rui Fernandés, medio rejonazo traserísimo (saludos por su cuenta).
Joao Moura, rejonazo trasero. Cuatro descabellos. Aviso (saludos).
Leandro Hernández, tres pinchazos sin soltar y rejón algo caído (saludos).
Andrés Romero, rejón trasero (oreja).
Joao Telles, en el toro de la confirmación, pinchazo hondo, bajonazo. Cinco descabellos. Dos avisos (silencio).