Me da mucho coraje cuando se refieren a Finito de Córdoba como Fino. Lo atribuyo a la torería cordobesa pastelosa y pelota, a un concepto David de María de la tauromaquia. Hoy llevaban todos la palabra en la boca, con ilusión, y sonaba diferente. Traía el runrún de la nostalgia. El problema de Finito de Córdoba está en el entorno e incluso en sí mismo: no te explicas cómo un matador veterano puede ronear con fotos de estudio toreando de salón. En Córdoba los finitistas son insufribles. Imposible no coger tirria a esa atmósfera. Luego, el muñecazo y el latigazo del capote que parece que nadie ve.
El puñado de verónicas, tres derechazos y un natural casi me hacen olvidar todo eso. El primero no repetía: el toro ideal para él, obediente al toque, entregado cuando iba. No le apretó Finito. Igual por el resbalón del inicio. Como si no quisiera. Ni el toro, en realidad. Lo de la espada pasa la categoría de petardo. Leyenda viva cuarteando la suerte suprema.
Apenas se tenía en pie el ofensivo cuarto. Anduvo por la cara un rato Finito, soltando buenos muletazos, a oscuras sin la chispa del toro. La llegada del nuevo Ferrera ha dado alas a los toreros de clase, que antes abreviaban con este material. En ese lapso, un cambio de mano. Un paisaje en ruinas bellísimo.
El contraste con los otros dos matadores —tan jóvenes— fue tremendo. Román recibió al segundo toro echándose el capote a la espalda, ligando una caleresina y una revolera. Parecido Luis David —laminado el apellido para que no lo tomen por otro Adame—, olvidados los lances clásicos. Otros ritmos.
Sí hubo verónicas para recibir al tercero. Del jabonero era bonito hasta el nombre, Ombú. La cara recogida. El trapío de las hechuras medidas, cuajadas. La expresión de nobleza. Luis David hizo un buen quite por chicuelinas, manos bajas, cierta personalidad, y lo dejó bien en el caballo.
A los estatuarios llegaron lanzados. Vibrante el desprecio. El pase de pecho fue juncal, con la cintura, y abrochó una tanda templada, cogiendo la embestida en la media distancia en el centro del ruedo. A partir de ahí fluyeron las cosas. Inteligente Adame para no tirar demasiado, suave, templado; justo Ombú, con una embestida súper clase. Al natural no se confío Luis David en la primera tanda, se quedaba un poco debajo el toro. Había que llevarlo. Del gateo robó dos o tres. La arrucina elevó de nuevo la faena y ya mantuvo el vuelo hasta la siguiente tanda de naturales, esta vez sí, lo mejor. Se había asentado Ombú, a más, alimentando su embestida extraordinaria. Bernadinas, un redondo despacio y el desplante frente a la masa encrespada en una ovación. Qué toro. Sonaron las alarmas con algunos gritos pidiendo el indulto. La estocada cayó baja. Zarandeó victorioso Luis David, la promesa mexicana de este mundial, la oreja como si fuese un estandarte.
Al sexto no le asomaban los kilos ni de lejos. La tablilla marcaba 631 y debería llevarlos en la altura, destartalado. Un tipo con hipoteca y chiquillos. Las lopecinas motivaron a un público que sesteaba ya. Rematadas con una serpentina, la mejor fue la tercera, medida. Qué inercia tenía la faena. Los habituales —y aburridísimos— vivas accionaron la palanca. El brindis al público con la montera rodando hasta quedar bocarriba fue celebradísimo. Luis David se colocó para el cambiado aupado por el optimismo. El escenario perfecto para arriesgar. Pasó el toro a milímetros, buscando el joven la contraseña del triunfo.
El toro embestía soltando la cara. Había emoción porque se movía aunque sin demasiada clase. Suficiente. Metía las manos en vez de la cara con genio y Luis David lo sostuvo como pudo. Una batalla a la vista de todos por llevar la iniciativa. Al natural era muy complicado. La edad en los gestos: se quedaba debajo. La gente agradeció la sinceridad. Por la suerte contraria se asomó al paraíso. Y pinchó.
Román empezó su primera faena con el cartucho de pescao. Se lanzó el toro. La faena concentró toda la intensidad en ese instante. Rebrincado, no pedía sitio sino un Aquarius. Desfondado y rajado. Román lo intentó pegado a los terrenos del 9 y el 10. Me pareció reconocer un hilo de sombra en la frescura. Quizá urgencia después del terremoto de Hechizo. Seguro que no. Bajaba el quinto un tanto. Estaba comprimido. Y el perfil era propio de la casa. Muy difícil sacar nada de un pozo vacío.
FICHA DEL FESTEJO
Monumental de las Ventas. Jueves, 19 de mayo de 2018. Décima de feria. Media entrada. Toros de Juan Pedro Domecq, obediente y sin fuerza el 1º, 2º rajado, muy bueno el 3º, no se tenía en pie el 4º, sin entrega el pequeño 5º y de Parladé el 6º con genio y orientado.
Finito de Córdoba, de buganvilla y oro. Tres pinchazos, pinchazo cuarteando. Un descabello (silencio). En el cuarto, pinchazo hondo caído (pitos).
Román, de azul cian y oro. Estocada trasera y tendida. Un descabello (silencio). En el quinto, medio espadazo desprendido. Un descabello (silencio).
Luis David, de blanco y plata. Espadazo caído (oreja). En el sexto, pinchazo hondo, tendido y trasero. Un descabello (gran ovación de despedida).