Los rejones son la expresión más antigua de la tauromaquia. Los caballeros feudales mataban toros a caballo y los pobres miraban el espectáculo. Menos mal que a esos hambrientos les dio por bajar a torear con las capas roídas, porque si no vaya aburrimiento hubiera sido llegar hasta aquí pegando caballazos. No estaría hoy en la plaza. Eso seguro. El toreo a pie es una expresión contemporánea, pura ruptura, "de la gente". Una revolución que cambió este país. Por eso Ventura a veces baja del caballo. Como cuando los primeros anfibios salieron del agua.

Todavía sigue vigente ese ambiente: el público aplaude las cucamonas del caballo y jinete con distancia emocional. Todo se hace detrás de un escaparate y las ovaciones tienen ligereza. Además, el toro sale con los pitones afeitados, como un mueble sobre el que bailar, y la importancia pasa a la doma, a la fisonomía bonita del caballo, a la habilidad del rejoneador para participar con el público. Es angustioso reconocer a los caballos por el enjaezado en la distancia siendo miope.

Este sábado se enfrentaban dos de las figuras más importantes de los rejoneadores y no había especial tensión ni competencia. La corrida de San Pelayo no se empleó y fue siempre a más pero en la báscula. De los 569 a los 689 kilos. Igual hubo toros más pesados que los caballos.

Lo peor de los rejones es cuando sale un toro manso. Es difícil para ellos recogerlo, bajarle la mano, taparle la salida. Para eso tienen a los banderilleros, claro. El cuarto saltó al callejón una vez y lo intentó otra. Las personas caían a la arena como fichas de dominó, descolgándose de las tablas. En los tendidos había agitación y cuando se asomaba el toro se despejaban las primeras filas mientras el resto se asomaba. Al quinto amago ya decían "uy".

Leonardo clavó la primera banderilla con Amante, que se llevó un golpe en un galope en el arreón de Canastico. Había incertidumbre, algo difícil en los rejones, donde hay sensibilidad con los caballos por la teoría de que ellos no tienen la culpa. Como si el toro sí. Despacio puso un par a dos manos. Y Leonardo no acertó con el rejón de muerte. Desde arriba es muy difícil matar si no ayuda el toro. Tuvo que descabellar.

Diego Ventura quiso cambiar el sino de la tarde yéndose a porta gayola. Metió a Lambrusco en los toriles y él sujetaba la garrocha. Bondadoso salió apagado y nada. Si los caballos son considerados instrumentos a los que no se puede dañar, es contradictorio reconocerles torería. Esto se hace siempre. Nazarí tiene algo parecido. La elasticidad del cuello, la flexibilidad arqueándose apuntando con la barriga a la testuz, metiéndose en el espacio del toro.

Arriesgó mucho Ventura después de fallar una banderilla. La pirueta elevó a Importante sobre los pitones, pasaron por debajo y cayó justo delante. Se arrimó después jugándose la cabalgadura. Las cortas sobre Remate y el rejonazo caldearon la plaza. Lo había puesto todo el rejoneador. Cayó Ventura del caballo como una centella. Y cortó la oreja que le abría la Puerta Grande número 15. Se llegó a pedir la segunda.

El primero de la tarde salió con los pitones cercenados mirando hacia delante. Poca cosa el toro. Hizo amago de saltar al callejón. Ventura clavó dos rejones de castigo. Tenía este toro un son extraordinario que le duró un suspiro. Vio llegar a Remate veloz y anticipado y volando sobre él a Ventura para clavar las cortas al violín. Ahí estuvo la primera oreja. El rejonazo fue fulminante.

El tercero pesó 642 kilos. Montado, no fue tan obediente. Sin mucha entrega. Por eso Ventura sacó a Bronce, un caballo eléctrico que transmitía mucho. La actuación perdió peso con Importante. Paradojas. Me reí solo con esto. Pinchó Ventura unas cuantas veces.

Desde el toro Beato no se había visto en esta plaza a uno de 700. Al sexto no se le notaban, sin embargo, con menos remate que los dos anteriores. Era alto pero no para ese pesaje. Tuvo una carrera encendida después del rejón de castigo. El caballo Calimocho también tiene cosas. Las banderillas no tuvieron tanto efecto. Sí con Vivaldi, al que se le jalearon los galopes de un lado a otro. Leonardo marró una. Las cortas lograron su efecto. Y había un optimismo Factor X cuando cogió la espada: pinchó. A la segunda no. Se pidió la oreja con ilusión en plan cómo se va a ir uno a hombros y el otro si nada. Algo así.

Leonardo pinchó al segundo, que no le ayudó demasiado. Sobresalieron los dos galopes laterales, pero cuando se metía por dentro el toro no lo perseguía y perdía efecto.



FICHA DEL FESTEJO



Monumental de las Ventas. Domingo, 20 de mayo. Decimotercera de feria. Casi lleno. Toros de San Pelayo, 1º manseó, 2º sin emoción, no se entregó el 3º, manso el 4º, 5º bueno, 6º soso.



Diego Ventura, buen rejonazo (oreja). En el tercero, pinchazo, medio rejonazo suelto, pinchazo y rejón trasero (silencio). En el quinto, buen rejonazo (oreja).

Leonardo Hernández, dos pinchazos y rejón casi entero. En el cuarto, rejonazo casi entero que se cayó, pinchazo, pinchazo hondo, pinchazo y rejonazo entero. Un descabello (silencio). En el sexto, pinchazo y rejón arriba (oreja).