Uno pretende escribir con urgencia para llegar al menos a la segunda parte. Luego se da cuenta de que los novilleros están en Madrid, que la feria sigue y que lo otro es sólo un partido de fútbol. Es un proceso parecido al de madurar: lo normal es retrasar lo máximo posible la lógica y escribir ligero. Quizá esta novillada tenga el récord de duración de la feria. La vida es como los toros: sitio, sitio. La novillada de Fuente Ymbro, sin hechuras exageradas, se movió.
Francisco de Manuel tocó la orilla por la actitud. El tercer utrero tiró al caballo con estrépito. El novillero puso banderillas: ajustado el segundo par, no calculó bien en el tercero, arreglado todo con el último. De Manuel lo esperó en los medios y por las dos manos se tiró el fuenteymbro por la ventana.
Al natural lo prendió, lo zarandeó como un jinete descabalgado, dando con la cabeza en el lomo. Más en corto, tuvo que tragar y había un peligro inminente. La gente lo vivió con intensidad. Tapándolo, logró algún muletazo. El embroque era de pasar fatiga. Reponía el utrero, montado, vivo, fijo y orientado. Guiñaba a las banderillas. Metido en la muleta transmitía un montón. Se anticipó al natural de Manuel. Enterrada la espada, la oreja se concedió cuando las mulillas echaron las manos.
Le esperó en banderillas el último. De dentro a afuera llegó el mejor par. Acertó en las distancias. No tenía clase el novillo embistiendo pero se movía. Quedaron todas las terminales abiertas en una primera tanda informal. La suavidad funcionaba: buen pase de pecho. Le costó más poderle con la izquierda. La fragilidad alcanzaba los tendidos.
Francisco de Manuel fue siempre para adelante, a pesar de todo. El novillo se rajó, acortó la distancia el novillero, y los remates dejaron la Puerta Grande entre abierta. El final fue lo más templado; faltó ebullición. La espada lo iba a decidir todo: con los cascabeles se tiró al morrillo y la espada se enterró caída. Había mayoría clara. El presidente escondió el pañuelo por un centímetro, el que le faltó a la espada. Es decir, se saltó el reglamento. Es decir, prevaricó. De existir, la nevera de este San Isidro estaría como la de Toribio: hasta arriba.
El trofeo del compañero agitó a Marcos Garcigrande —en los carteles sólo Marcos, como Luis David, huyendo de los apellidos— que se lanzó con un farol de rodillas y una larga cambiada. El cuarto tenía una expresión más seria, ensillado, con un perfil hosco. Tiró dos veces al caballo, que se hizo una bola al tocar la arena. Fue difícil levantarlo. Algunos espectadores señalaban el reloj y pedían cuentas a la autoridad muy nerviosos.
El novillo se paró. Había que ir al encuentro. Marcos me recordó a mi amigo Miguelito en la colocación. El toro necesitaba muletazos de uno en uno. Al contrario, Marcos quiso ligar, empezando de cero siempre. Exprimió sus posibilidades. Sonaban pititos impacientes cuando atacó. Se rajó el utrero, que embistió con cierta importancia.
El novillo de la presentación de Marcos era bajo. Con el aire de toro prematuro. Y tenía alegría en la embestida. El inicio doblándose fue limpio. La siguiente tanda también. Pasaba por dentro el fuenteymbro sin mucho estilo ni entrega. Se fue rajando. El desarme al natural arruinó la continuidad de la faena.
Alejandro Gardel se hizo daño en la muñeca izquierda al caer de una voltereta en el quite al primer utrero. El suyo salió encastado. Se llamaba Hechizo. Probó a estirarse, luego intentó doblarse y finalmente se dio la vuelta. El nombre pesaba. Más despegado del suelo. Le pegaron mal en el caballo. Gardel salió a los medios por doblones. En el medio la primera serie fue buena. Se relajó y se descaró con los tendidos en un pase de pecho. Buen estilo al natural también, sin descomponerse. Y armó un final con intención. La petición fue anecdótica.
Cinco minutos antes de la hora —las infalibles menos cuarto— hubo desbandada. La música acompañó al desfile de los afortunados que pudieron compaginar los dos eventos. Quedamos los cronistas, conscientes de que no nos iba a leer nadie, las familias y algún aficionado apabullado por la mujer que no podía volver a casa antes de hora. El quinto novillo se distraía. Estaba despegado del suelo. Embistió con alegría, estirado como un muelle. A Gardel le asoma un hilo de personalidad. No hubo conexión entre él y el fuenteymbro, rebrincado y husmeando por dentro. Ni cuando se rebajó.
FICHA DEL FESTEJO
Monumental de las Ventas. Sábado, 26 de mayo de 2018. Décimo novena de feria. Menos de media entrada. Utreros de Fuente Ymbro, rajadito el 1º, 2º encastado, emocionante el 3º orientado, 4º parado, 5º se apagó y se movió el 6º.
Marcos, de gris marengo y oro. Espadazo que hace guardia y estocada entera (silencio). En el quinto, pinchazo arriba y estocada desprendida. Aviso (silencio).
Alejandro Gardel, de catafalco y oro. Espadazo perpendicular y trasero. Aviso (ovación). En el quinto, espadazo bajo (silencio).
Francisco de Manuel, de nazareno y oro. Espadazo entero algo caído (oreja). En el sexto, espadazo caído (vuelta al ruedo tras fuerte petición).
PARTE MÉDICO
Francisco de Manuel sufre un puntazo corrido en el tercio medio de la cara interna muslo izquierdo. Pronóstico leve.