Los 597 kilos se precipitaron sobre el francés como si cayeran desde un rascacielos. Juglar embistió al pecho de Castella, caído y zarandeado en el aire, colgado de un pitón por el pie cabeza abajo, viendo el mundo como desde un desolladero. La daga arrancó la piel del talón. Se quedó inmóvil sobre la arena. Aguantó la respiración toda la plaza. Brillaba una venda blanca sobre el empeine izquierdo cuando volvió a la cara. Apenas podía pisar. El toro era un mole castaña con buen estilo y Castella cambió el chip.
Brindó el francés al público y se echó de rodillas. Al vértigo se le sumó la fragilidad frente a la arrancada poderosa de Juglar. La expresión de repartir molienda. El cuerpo agitado se apoyaba en un fragmento muy pequeño. Castella tragó las dudas en el embroque, trazó naturales a punto de caerse al vacío y salió vivo del pase de pecho. Con la derecha toreó despacio. Tiró de él al natural, firme. Salía de la cara sonado: levitando fuera del cuerpo, hecho un guiñapo, consumido y a punto de partirse en dos. Veía las cuerdas borrosas. La actitud de un hombre sin red con una épica calmada. Un pase de pecho se elevó larguísimo. Al toro le faltaba ese ímpetu; embestía con clase, a medias entre la calidad y la falta de raza. Castella se arrimó de verdad. Saltó detrás de la espada sin paracaídas. Se presentía una de las orejas más importantes de la feria. El presidente aceptó el órdago de la masa. Las dos fueron exageradas y no borrará la dimensión de figurón del mejor torero de Francia.
Tuvo cuello el tercero. Era un toro redondo, negrísimo, y con los pitones grises. La lidia fue un poco desastre, el toro rondaba a los subalternos y los veía y los quería coger. Sebastián Castella salió apretándose. Construyó un inicio relampagueante, rodilla en tierra un puñado, que no despertó pasiones. Para mí que fueron rápidos. Dio sitio al toro. Fue largo y en el primer muletazo se intuyó lo que era: Castella se amontonaba después y protestaba el toro en esa distancia corta. Le molestaba la muleta. Más de inercias pero con chispa. Soltaba la cara. A la faena le faltó intensidad. Se iba Castella otra vez largo, volvía el toro, limpiaba el primero y luego puros tornillazos. Hubo más muletazos limpios al principio. Me dio la impresión de que el francés estaba atenazado. El toro se movió sin más y ambos se hundieron en una espiral gris confirmada por el sartenazo con el que acabó con el asunto.
Billetero fue un toro zambo. Las manos y las patas las echaba frenético, como si volviera de Corea con el mal de San Vito.
Salió uno de Valdefresno arrugado como un acordeón. La cara acodada, un pelín alto. El bloque del cuerpo parecía un bidón sobre cuatro anclajes. Ponce fue a buscarlo a chiqueros. El primer encuentro fue frío, frenaba el toro —Opaco en el recuerdo— Cigarro no quiso ni oler el capote. En el medio hubo choque, el valdefresno era un escaparate de botellas de oxígeno, la que les hacía falta. Los delantales acomodaron a la embestida suave. Muy torera la larga cordobesa para soltarlo en el caballo.
La ráfaga de Juli y Talavante la recogió Ponce en los mismos terrenos. Los doblones fueron largos, dejando al toro venirse desde su espalda. No hubo incendio esta vez. No le exigió nada con la muleta en la derecha, y la faena tuvo eso, dos derechazos muy relajado en la noria. Embestía con suavidad y lo toreó despacio Ponce: estaba tan el límite que ni siquiera le sirvió a él, experto en el muletazo UVI. Cerró al toro en dos partes y ahí se terminó de gastar, en el largo éxodo de una punta a otra. El crujido del palillo al natural fue el pestillazo de la faena.
Le resbaló el puyazo a Manuel Quinta hasta el número. El cuarto era feo, montado, cuajado de hechuras, abierto de pitones y pobre de perfil. Atento a todos los movimientos sin obedecer a nada, midiendo, a punto de entregarse pero no. La lidia no ayudó. Tiró al caballo como si tumbara un castillo de naipes. Empujó por derecho. Ponce intentó poderle en el inicio. La exigencia de la embestida rompió en malaje. Venía el toro por dentro, soltando la cara. Silbaron los pitones por el pecho, la barriga. Se metió con él Ponce en un macheteo bellísimo, yéndose al rabo, y eso hubiera bastado. La gente se insultaba cuando se perfilaba. El pinchazo alimentó el ambiente cainita. Y la ovación ahogó a los disidentes.
Me flipa el apellido Colombo. Me recuerda a los sábados pegado a La 2. Un comisario maldito es casi mejor que un escritor maldito. El sexto se arrancó encendido en el caballo. Atracó bajo el estribo levantando un oleaje de barco fantasmal. Un tantarantán terrible. A mí me encanta que meuvan el rabo después, relamiéndose la herida. Esto a lo mejor no es toro-toro —depende, claro—. Se iba un poco suelto.
Es muy atlético Colombo. Tuvo que tomar el olivo en banderillas con una facilidad olímpica. Al galope se encontraron de rodillas. El toro lo desarmó dos veces en el mismo trance. Otra tercera. Se quería ir el garcigrande. Amarrado a la muleta embestía más o menos. Los borrachos patrióticos punteaban el ambiente. Qué pesadilla de feria. La peor consecuencia del procés quedará en las plazas con esta reacción ebria. Un cuarto desarme los enfrió. Colombo no logró remontar/se.
Al primer garcigrande había que verlo de lejos para tomar perspectiva. Qué toro para confirmar en Madrid. Por fuera, tremendo. Por dentro, vacío. Su última carrera fue acortando en banderillas. Colombo rebuscó en el armario empotrado vacío.
FICHA DEL FESTEJO
Monumental de las Ventas. Miércoles, 30 de mayo de 2018. Vigésima tercera de feria. No hay billetes. Toros de Garcigrande, 1º vacío, embistió por dentro el 4º, 5º con clase y sin fuerza, 6º rajado, y de Domingo Hernández el 3º con genio y de Valdefresno el 2º bis sin fuerza.
Enrique Ponce, de corinto y oro. Espadazo muy trasero y caído. Aviso (saludos). En el cuarto, pinchazo y bajonazo (saludos).
Sebastián Castella, de azul marino y oro. Pinchazo, sartenazo, pinchazo sin soltar y medio espadazo trasero. Dos descabellos. Dos avisos (silencio). En el quinto, gran estocada (dos orejas).
José Enrique Colombo, de azul cobalto y oro. En el de la confirmación, pinchazo y estocada arriba (silencio). En el sexto, estocada algo caída (silencio).
PARTE MÉDICO
Sebastián Castella sufre una herida por asta de toro en la cara lateral posterior del pie izquierdo, además de contusiones y erosiones múltiples.