El de este viernes era un gran evento porque lo perseguían las fake news. Por los mensajes de WhatsApp corrió que Manzanares no venía y se retiraba directamente; también se dijo de Castella, herido. Los dos estaban sobre el ruedo a la hora indicada y esas leyendas alimentan el llenazo, alejando el gatillazo de Simón Casas de las seis naciones. Un petardo universal, riau riau. En la primera corrida con un nuevo presidente socialista, la ovación al francés no cuajó, que saludó tímidamente desde el callejón. El pie apuñalado latía dentro de la zapatilla.
Fue el día de Cayetano igual que el de Pedro Sánchez. La conexión de los guapos de la carrera de San Jerónimo a Alcalá. España se derrite, como Las Ventas con el matador de dinastía, que vio cerca la Puerta Grande.
El matador se quedó inmóvil frente al alguacil que le ofrecía la oreja del tercero. Entre los dos la cal y alrededor una bronca monumental partiendo en dos la plaza. Cayetano miraba a los lados esperando que se decantara el pulso. El abucheo perdió frente a la facción faldicorta y el matador paseó el trofeo tranquilo como si aquel gesto lo legitimara de alguna manera. La oreja era justita, no su personalidad, a punto de desbordarse como el día de la confirmación. A este toro le sobresalía el morrillo de cebú sobre los cabos finos. No lo protestaron demasiado porque tenía trapío, la verdad.
Cayetano brindó al público. Los andares de todo menos de torero. De un tipo viajado, eso sí. El inicio sí lo fue: sentado en el estribo, ligó varios ayudados. Había calma, casi temple, y de pie la trincherilla voló. Se salió a la segunda raya con el pase de pecho, tan despacio. Muy bueno. Los derechazos encerrados en tablas mantuvieron esa virtud. Cayetano toreaba despacio, sin mucho oficio y por eso era vibrante. La faena bajó porque el toro se desentendía por la izquierda, parado por el otro lado. Se olvidó del cuerpo, torería a su modo. Tanto, que con el espadazo salió de la suerte como si Maleado fuese virtual: de espaldas, paseando por Jorge Juan, salvó el arreón no se sabe cómo. La voltereta hubiera sido ridícula. La petición fue absurda, la concesión todavía más. El día que venga Morante y pegue tres se lleva hasta al torilero. A Fortes le deben todas estas orejitas que salpican la feria.
Frente a chiqueros, Cayetano da una imagen total. La vida arreglada y allí, sin colchón, tan pobre, con la existencia sujeta en una oscuridad terrible y amarga. Libró la larga cambiada limpiamente. Soleares pasó cerca temblando de excitación. Salía un poco suelto. Era el más toro de la corrida, enseñando las palas y cuajado. Caducaba en septiembre. El galleo fue acogido con desenfreno. Con un farol se echó el capote a la espalda. El ole tenía un componente femenino, como en los conciertos; luego las gaoneras, bueno, con intención. Lo maquilló como pudo. Bien, a ver, sí. El toro se desentendía y apenas lo picaron.
La edad se le reflejaba en las querencias. Era difícil sacarlo, marcaba territorio. Cuando llevaron al toro al burladero la pulsera fitbit le echaba humo con las millas recorridas. Bajo el 7 le dio el pecho al toro de rodillas. Los flashes recorrían la piedra. No sujetó al toro. Soltaba la cara al natural. Se quedaba el muletazo cojo. El matador miró a los entendidos. Joselito Rus le hizo un favor sacándole al toro de las rayas. En la otra punta toreó con las dos manos sin evitar la decadencia. Voló para matarlo, apoyándose en la espada.
Cerraba la cara el quinto. No me gustó mucho, aunque tuviera cuello y buena expresión. Despegado del suelo y con un kilómetro entre la punta y la última hebra de rabo. Sí me gustó su actitud frente a lo que le proponían —ya cala lo cursi del socialismo—. La cuadrilla de Manzanares es un reloj. Pocas veces hay desorden. Si el toro se pierde como un marido solitario en Ponzano siempre lo encuentran a tiempo, los capotazos son justos y los banderilleros solventes. A Rafa Rosa hay que reconocerle que anda genial. Esta vez tuvieron que ir por Cayetano cuando después del segundo par cogió el camino a las tablas. ¿En qué pensaría? ¿En quién? ¿Qué pasa por la cabeza de un hombre así?
El toro tuvo una buena embestida en la lidia. Protestaba debajo de los flecos. Las primeras series de Manzanares parecen el prólogo coñazo del amigo del autor. Aprovechó esa movilidad del victoriano para armar muletazos que no transmitían. El toro sí en mitad del viaje, no al final. Con Ábalos me pasa lo mismo. El mejor piropo que escucha Manzanares son las protestas durante sus faenas. A Quintano no hay que decirle que sus columnas no se entienden, al revés. No aguantó el victoriano por la izquierda nada. Cómo lo mató.
El segundo toro abría la cara sin estridencias. Negro, a punto de cumplir los seis años, y simple. Manzanares bajó la mano en los medios lidiándolo con solvencia. El toro quería escapar y metía la cara, como cuando aprobé Lengua y suspendí Educación Física. En los silencios crujía Madrid por las pipas. El victoriano tenía algo de chispa. Manzanares encontró la clave en la segunda serie. Los oles fueron preventivos. Cogieron altura en el tercer muletazo. Huyó el marrajo cuando sintió que allí tenía que participar también. Voló hasta Bélgica y detrás se fue Manzanares. Con veneno se hundió media espada contraria.
A Castella le tocó el castañazo alto y montado. La cara estaba a la altura de los hombres. 574 kilos por los zancos. El matador francés se descalzó. Preparó su inicio archiconocido. El toro se lanzó hirviendo. En la perspectiva, ambos medían lo mismo. Se lo pensó y cambio de opción Castella. La tanda por la derecha fluyó más o menos. De la siguiente serie fue mejor el cambio de mano. Castella toreaba desenfadado —elevada la mano libre— y sin ajuste. Al natural igual pero los muletazos tuvieron más enjundia. Manutebol se dejaba. Tenía fijeza. Humillaba a su manera desde el ático de sus pitones. Castella no le cogió la velocidad. ¿Los enganchones o el fondo? Con más fuerza, el toro hubiera protestado vehemente la escasa distancia de todo. Castella se despertó en el segundo aviso.
Cogieron bien al primer toro en el caballo. Castella había saludado con intención y luego hizo un quite por chicuelinas sencillo, una cata de las ganas del torero por agradar. Dobló las manos el toro, hincando las rodillas en un desprecio. El inicio por doblones estuvo hipotecado por la nula fuerza del victoriano. Castella lo intentó por compromiso. Eso se veía en los tirones. Un trance inútil. La gente protestó la resistencia a la muerte del desfondado Epicentro. Insólito.
FICHA DEL FESTEJO
Monumental de las Ventas. Viernes, 1 de junio de 2018. Vigésimoquinta de feria. No hay billetes. Toros de Victoriano del Río, 1º desfondado, rajado el 2º, desentendido el 3º de Toros de Cortés, se dejó el buen 4º, mejor pitón derecho del 5º, manso el 6º.
Sebastián Castella, de grana y oro. Bajonazo que se soltó, bajonazo sin soltar y medio estocada caída. Aviso (silencio). En el cuarto, pinchazo caído. Dos avisos (ovación).
José María Manzanares, de corinto y oro. Espadazo contrario (silencio). En el quinto, gran estocada (silencio).
Cayetano, de carmelita y oro. Buena estocada (oreja protestada). En el sexto, estocada algo trasera y caída (ovación).