La llegada de las corridas toristas es divertidísima. Tengo la sospecha de que los sorteos se masifican para perfeccionar el engaño: los aficionados son la nutrida nube de humo para dar apariencia de normalidad. Se me ocurren varias chanzas pero me da pereza escribirlas. Al final es siempre lo mismo y esto está muy claro: la corrida de Miura fue impresentable. Lo de los hierros, las comerciales, la exigencia, Madrí es Madrí... Bah.
Los toros no se entregaron y fue difícil verlos metidos en la muleta. El peligro no llegaba a los tendidos y todo ocurrió en una mareante espesura.
Pepe Moral se templó con el segundo que abría la cara y se escurría, también alto y cárdeno. El perfil miureño y con cuello, las estampas dibujadas con la dehesa detrás, así dejado caer en las manos. El miura del imaginario colectivo. Le cogió el aire con soltura. El último doblón fue templadísimo, sin ningún tirón, la muleta suave. Se movía el toro sin entrega, con un temple como punta del iceberg de su condición límite. Me quedo con las dos primeras tandas. Colocada la muleta para torear al natural, Moral lo pulseó. El acuerdo llegó justo al final, ganando un paso, apretando: cerca de desbordarse. Moral consintió demasiado, y la faena quedó ahí, en tierra de nadie. Andar bien sin romper. A la segunda se tiró recto y un gañafón marcó el cuello de lado a lado, otro pitonazo alcanzó el brazo. Con la espada en la yema, Laneto dio una vuelta al ruedo.
Cuando se estiró el quinto toro se le vieron todos los huesos y una flexibilidad de top model. Cerca de la anorexia. Era casi transparente. Un ser prematuro, no se le podía llamar toro. El movimiento lo reducía más, y se perdía por la inmensidad del ruedo. Tahonero desde atrás tenía más orejas que mazorca. El listón castaño acababa en las caderas marcadas. Apoyaba las manos, se defendía. Le quitó la muleta a Pepe Moral con un click del cuello, chasqueando las dos puntas. No tenía ni uno.
La estrategia con la que planteó Román este San Isidro le ha salido del revés. El día de Hechizo algo se marchitó, hipotecando lo que venía. Despertar de repente y estar anunciado con la de Miura en Madrid. ¡Como salvavidas! Muy duro. Sujetaba el matador valenciano una bomba con un tic-tac frenético. Se puede decir que la desactivó a tiempo con el exigente sexto.
Animó la tarde Taponero. Un golpe de suerte el vuelo controlado sobre la barrera del 7 porque entusiasmó a la gente, que había medido a Román en el toro anterior. Le abrieron la puerta rápidamente y salió al ruedo tirando cornadas. Por el rabillo del ojo vio a un tipo colgando del aro. A punto estuvo de coger el rebote. Se movió y el saludo tuvo inercia hasta que quiso. No regaló ninguna embestida. Cuando iba era con importancia. Raúl Martí lo lidió bien. La tercera tanda levantó una faena en la que se dibujaron los golpes al inicio. Le molestaba todo a Taponero por arriba. Román bajó la mano y transmitió mucho la composición. Tragó, hizo un esfuerzo aguantando algún parón como única evidencia de la guerra fría y al natural quedó sólo el intento. Aseguró la estocada.
No como con el tercero, al que se hartó de pincharlo. También buscó a los hombres por las troneras Tiznaolla. Qué pinta de chuleta de esquina. Sin ninguna curva. Muy simple. Los puyazos lo rebajaron. Analizaba todo: esperó a los banderilleros y fue un trago para ponerle la muleta. A Román se le vio algo inseguro con el capote. El toro no saldría del muletazo. Había que esperarlo regalándole medio recorrido pero venía sin entrega y a media altura. Un embroque infernal. Protestaba si se le exigía un tramo completo. El ambiente pesaba, con la gente asomada a los visillos, vigilando al intruso rubio. Luego, desconectó el matador y la faena rozó peligrosamente el hundimiento por la espada.
Berrugo no gustó nada. Era un toro atlético, al que se le veían todos los músculos. Tampoco a Rafaelillo. El miura saltaba por allí y por aquí, y le dieron en el caballo cuatro collejones de acero. Poco pudo hacer Rafaelillo. ¿Iba echándole los vuelos? Esto es muy difícil. De la estocada salió prendido, tapiada la salida. La voltereta fue sorda. Qué poca cosa fue el cuarto. Anovillado desde la conformación de los pitones. En el lomo tan estrecho no podía bailar una peonza. Rafaelillo tiene todos esos movimientos de jugón de las toristas. Le metió media espada con habilidad.
FICHA DEL FESTEJO
Monumental de las Ventas. Domingo, 3 de junio de 2018. Vigésimo séptima de feria. Casi lleno. Toros de Miura, 1º sin fuerza, 2º templado y sin entrega, 3º orientado como el 4º, 5º se defendió, 6º exigente.
Rafaelillo, de azul pavo y oro. Espadazo que hizo guardia. Once descabellos (silencio). En el cuarto, medio espadazo caído. Dos descabellos (silencio).
Pepe Moral, de catafalco y plata. Pinchazo caído y espadazo arriba. Cinco descabellos (ovación). En el quinto, pinchazo y espadazo bajo (silencio).
Román, de grana y oro. Pinchazo caído, pinchazo trasero y caído y dos pinchazos. Dos descabellos. Aviso (silencio). En el sexto, espadazo caído. Un descabello (silencio).
PARTE MÉDICO
Rafaelillo sufre un puntazo corrido en la región inguinal izquierda y región cervical lateral derecha. Pronóstico leve.