Infame Saltillo, la vergüenza de Joaquín Moreno Silva
La corrida fue un fracaso desde la concesión de la vuelta al ruedo al primero en el arrastre. Enormes Chacón y Ritter, que volvió a nacer.
4 junio, 2018 22:57La pobre ganadería de Saltillo tiene un problema: el ganadero. El mítico hierro está asentado sobre una mala concepción del torismo. La falta de raza es evidente. La ristra de toros mansos, sin fondo, incapaces de perseguir los trastos y orientados que ha venido a San Isidro es una vergüenza para refundar la ganadería. El torismo es otra cosa. A todos los ganaderos hay que exigirles lo mismo. La cría de toros emocionantes —con más o menos nobleza— va por otro camino. Joaquín Moreno Silva debería hacer un favor a la historia de la divisa, pedir perdón a las víctimas y abandonar una tarea para la que es evidente que no está preparado. Espero que en este caso no se cumpla el tópico de que los toros acaban pareciéndose al ganadero. ¿Terrorismo a distancia? Ojalá no. La peor entrada de toda la feria: el resultado de su trabajo no interesa a nadie.
La tarde comenzó del revés: Asturdero recibió una vuelta al ruedo insólita. El palco de Las Ventas está enloquecido. La culpa la tuvo Octavio Chacón, capaz de potenciar las virtudes del saltillo. La gente pedía la oreja y el presidente sacó el pañuelo azul; acojonante. Ni las mulillas supieron dar la vuelta en condiciones. Octavio Chacón estuvo firme desde el minuto uno. Concentrado, metido en la lidia. El frenazo en el capote no le importó: se dio la vuelta y lo sacó hasta el centro. Qué buena la media. Fue tres veces al caballo desde muy lejos. El toro huyó al sentir el último golpe. Asturdero era proporcionado, un toro bajo y bien hecho, y siempre atracaba por dentro. El banderillero Vicente Ruiz se lo tuvo que quitar del corbatín. Con la muleta le cogió Chacón el aire perfecto por el pitón derecho. Embestía templado el toro, luego se desentendía. No duró. Por el izquierdo ni uno. La espada cayó trasera y tendida —¡sin efecto!— y la gente aplaudió que no muriera. Quiso coger al puntillero. Eso como virtud. En fin.
Consejote tenía una hondura de triceratops. Encerró a Chacón en tablas, que se escabulló por el último resquicio. Un pitonazo partió el capote por la mitad como un folio. Alguna llamada primitiva había en todos los movimientos. En la huida también, sin casta, a topetazos con todo. El lidiador tuvo que tomar el olivo, achicharrado. Alrededor de Consejote no quedaba nada en pie. Chacón se puso sobre las cenizas. A cada bocanada del toro perdía alamares. Una llamarada le rozó el flequillo. Imposible ponerse delante, ni meterse con él, ni nada. Sólo sobrevivir. Chacón se tiró recto. Un tío para contar con él en todas la ferias. A Consejote lo parió el infierno. Joaquín Moreno es Saruman.
Sebastián Ritter también dio la cara. Los pitones no tapaban al tercero, tan poca cosa. No quiso pelea: pegó coces al caballo, buscó la esquina del peto para doblar la vara. Carrero hizo dos quites muy buenos a los compañeros. Ritter fue a recogerlo a la querencia con un puñadito de doblones templados. En la raya el toro apuntó al torero. Ritter aguantó un parón escalofriante. Siempre en el segundo muletazo iba directo al pecho. Al natural el toro buscaba la finca, le llegaban los ecos de su dueño. Le quedaba lejos aquel torreón de toros jurásicos. Ritter se desplantó a dos o tres metros por encima del toro, tan podrido.
Y con el sexto volvió a nacer. Era tan grande como apagado, sólo en el peto y en los capotes, porque a los hombres descubiertos se los quiso comer. El tercio de banderillas fue terrorífico. Se lo guardaba todo este charolais diabólico. Detrás de él lo único que se veía era la incapacidad de seleccionar del ganadero. Hay que ser muy malo. ¿Si a Madrid ha traído esto, que dejará en casa?
Cuando salió el segundo, en la plaza había una calma extasiada; la vuelta al ruedo cumplió una de las poluciones nocturnas de muchos. Flácidos, goteando, aplaudieron a Vibillo, que era largo y chato, muy serio. Viendo la primera embestida, las órdenes de Esaú Fernández fueron claras. El picador apretó. A Juan Manuel Arjona le salvaron la vida. Meterle mano a Vibillo era tarea para superhéroes. Las personas normales hacen lo que Esaú: irse a por la espada.
La lidia de Cazarrata transcurrió con todas las precauciones posibles. Un perímetro de seguridad rodeaba al nombre. A Esaú le daba la pereza. El toro no tuvo una buena arrancada; hizo lo posible por evitar el caballo. Hablaban sin mover la boca. El matador se lanzó a torear huyendo a alguna parte y descubrió un pitón izquierdo que se dejaba sin humillar. La cara por el palillo, no había decisión en el sevillano. Sin fondo ninguno. Esaú revolvía al toro como los niños las espinacas. Mareando, mareando acabaron en tablas y ya pues surgió lo de coger la espada. El toro no valía ni para estar atado pero un torero debe tener decisión. Si no quería torear la de Saltillo estaba mejor en casa. Su tristeza y capacidad la vio todo el toreo. Con la espada lo pasó fatal. Cuando se tiró, con el tercer aviso colgando, lo mató.
A la mierda el Saltillo de Joaquín Moreno Silva.
FICHA DEL FESTEJO
Monumental de las Ventas. Lunes, 4 de junio de 2018. Vigésimo séptima de feria. Menos de media entrada. Toros de Saltillo, 1º con temple, 2º orientado, 3º manso, 4º imposible, no humilló el 5º, imposible también el 6º.
Octavio Chacón, de azul turquesa y oro. Espadazo trasero y tendido (vuelta al ruedo). En el cuarto, espadazo casi entero
Esaú Fernández, de azul marino. Pinchazo y espadazo delantero y algo caído (silencio). En el quinto, varios pinchazos cuarteando, media estocada tendida, pinchazo, espadazo pescuecero y estocada caída. Dos avisos (pitos).
Sebastián Ritter, de grana y oro. Estocada trasera (ovación). En el sexto, pinchazo y estocada trasera. Un descabello. Aviso (silencio).