Que la Beneficencia no ha tenido tirón este año —por lo que sea— se ve en los palcos VIP gestionados por Nautalia. No había tanta gente como en otras tardes menos señaladas. Es el medidor del acontecimiento. Al día se le fue el nublado como al rey amortizado las penas cuando viene a la plaza: qué jodido y qué áspero es el boato. Los himnos, la plaza en pie, la ovación, los brindis. La servidumbre folclórica de una plaza repleta de banderas. Es el único lugar de España que queda así, quitando Casa Pepe. El serengueti patriota, cada vez más reducido.

Plaza 1 hizo a Don Juan Carlos embajador internacional de la Tauromaquia —el Laureus del toreo— y en estos meses no ha habido ninguna declaración mundial. No sé si con sus amistades de Kiev sacaría el tema de las patillas de Morante.

Don Juan Carlos preside la Corrida de la Beneficencia Plaza 1

Las banderillas le dan a esta tarde un aire milenario. El nombramiento de Maxim Huerta se recibió con estrépito. Sus declaraciones antitaurinas corrieron por la plaza y cuando Ferrera se perfiló con el primero un hombre gritó "¡piensa que es Pedro Sánchez!". Igual es la primera de las últimas Beneficencias. La corrida de Alcurrucén tuvo unas hechuras perfectas y embistió de forma mediocre, que es lo más triste del mundo. La corrida echó de menos al banderillero Vicente Ruiz con los palos.

A Ginés Marín se le veía más relajado. Incluso con arrogancia. El Juli asfixia. Trazó alguna verónica con entidad. Su padre se agarró en el sitio las dos veces. Ferrera hizo un quite sacando al caballo por chicuelinas. El toro tenía unas hechuras formidables. Para mí que el torismo es esto. Tenía fijeza y una veta aguada en la casta. Lo mejor del inicio fue el pase de pecho Ginés Marín a pies juntos. Al toro le faltaba un tranco. También repetir, humillar y un poco más de fondo. Ginés lo entendió en la distancia media, abiertos en los medios.

Se lo pasó cerca —el toro se acostaba— y tuvo resolución y cierta categoría en las formas. Al natural hubo muletazos buenos. Se diluyó Doctor y fue consciente el matador de los tiempos. Las bernadinas, ajustadas. La faena no tuvo nunca vuelo de oreja. A los nuevos hay que contarle lo de las medianías. Entre estar bien y oreja en Madrid hay dos o tres matices. El pinchazo la esfumó; pues bueno, se le dieron. Las nuevas Ventas es una plaza muy amable: pobre Fortes.

El sexto llegó entero a la muleta del joven matador. Salió suelto siempre, rehuyendo la pelea. Tenía gusto por los hombres sin trastos. La chispa la perdió en cuanto Ginés Marín le sacudió la primera tanda. Al natural se sostenía más el toro. Había que consentirle. Llevándolo toreado el alcurrucén se aburría en mitad del muletazo: hubo una gavilla aceptable. La faena no remontaba. No se descartaba la Puerta Grande por lo de antes, claro. La tanda a pies juntos de naturales la protestaron los de las prisas. A mí me gustó. El toro salía siempre distraído. Hizo de todo sin transcendencia.

Manseó mucho el primero. Hubo corrimiento de caballos. La faena cogió velocidad de crucero literal en las primeras tandas por la izquierda. ¿Había vuelto el antiguo Ferrera? El toro apretaba el gas, no humillaba demasiado pero había intensidad para formar un lío. Ferrera el científico de embestidas quiso abrir los caminos por la derecha. Mucho genio que encauzar. Al natural, de perfil, con los vuelos volanderos, hubo muletazos de buen aire sin ser definitivos. El desarme provocó una caída y un quiebro campechano. La estocada entera no hizo efecto.

El cuarto tuvo el timing de un torpedo persiguiendo a los subalternos. Impulsado a través el aire, la sangre caliente lo atraía. Molestaba la brisa, los pensamientos del toro y Ferrera se aperreó, cuatro cositas, el romance, el toro no se dejaba meter mano. El espadazo en los bajos acabó con su San Isidro normalón.

La bandera de Alcurrucén apareció con el quinto. He visto ya varios clones de esas hechuras: engatillado, girón, calcetero. El perfil exacto de la casa Lozano. No hubo manera de banderillearlo por derecho. La lidia fue un garabato. Las ansias estaban en si rompía. Le faltaba un poco de carbón. Arrancaba fuerte y se derretía. Los muletazos de Perera aguantaron ese enfado, la escasa fuerza y el toro tuvo intención y no ímpetu. Y al final ni intención. La cara por las nubes. A las figuras se les exige estar bien y a los toros que sean perfectos. Obvio, esto no pasa siempre.

Qué hondo era el segundo. Samorano no pesaba tanto. Ni era largo. Estaba concentrado en las carnes y en la cabeza, marcada una expresión buena. Es que era un toro para mirarlo. No tuvo fuerza, una pena. La faena acabó pronto.











FICHA DEL FESTEJO





Monumental de las Ventas. Miércoles, 6 de junio de 2018. Corrida de la Beneficencia. Casi lleno (23.289 espectadores). Toros de Alcurrucén, 1º con genio, sin fuerza el 2º, con clase el 3º sin fondo, 4º agarrado, a menos el 5º, 6º no duró.

Antonio Ferrera, de grana y oro. Estocada arriba. Tres descabellos. Dos avisos (ovación). En el cuarto, dos pinchazos y espadazo bajo. Tres descabellos. Aviso (silencio).

Miguel Ángel Perera, de gris plata y oro. Metisaca en lo bajos y espadazo en el rincón. Ocho descabellos. Aviso (silencio). En el quinto, espadazo arriba. Tres descabellos. Aviso (silencio).

Ginés Marín, de azul eléctrico y oro. Pinchazo y estocada arriba (oreja). En el sexto, pinchazo y estocada suelta (ovación).